Madrid siempre tuvo algo de Berlín, más que de lo que se podría pensar. La Puerta de Alcalá bien podría dar entrada a nuestro Unter den Linden, como la de Brandenburgo podría servirnos el paseo hasta una alemana Puerta del Sol con reloj o con pirulí. Kurfürstendamm podría terminar en la Plaza de España, como la Gran Vía en la truncada iglesia de Guillermo II. No será casualidad que un oso represente a ambas. Y por Dönner Kebabs no nos va a quedar.
Pero no son sólo aspectos físicos y estéticos. Tampoco de pasado y presente, y eso que ambas guardan reminiscencias imperiales, pueden hablar de historia con propiedad y de cómo supieron reconstruirse y sobre todo reinventarse. De arquitecturas superpuestas, qué les van a contar.
Lo que quizás ha unido más a Berlín y Madrid ha sido su espíritu. Ambas ciudades comparten una cierta filosofía de la vida, una irrenunciable forma de disfrutarla. Que mantiene el porte y la distinción, pero se guarda el recurso de que en ciertas ocasiones no hay que responder de nada, ni rendir cuentas ni acordarse al día siguiente. Las noches son la extensión más apasionante del día, y lo que pase en ellas no tiene por qué quedar escrito ni registrado. Madrugadores y canallas se saludan en el portal, saben que mañana los papeles pueden cambiar.
Pero los negocios no entienden de espíritus, y ahora sabemos que Madrid va a ser menos Berlín. A un magnate indio –o de donde sea- no le vengas con patrañas románticas, él compra el edificio y considera que lo rentabilizará con un hotel de postín. Ojo huéspedes, que habrá fantasmas. Los más puristas se quedan sin el mejor jazz, los simplemente crápulas se quedan sin una referencia y un sofá rojo donde apurar la noche y la vida, que tantas veces son la misma y única cosa.
El 31 de diciembre cierra algo más que el mítico Café Berlín. Se acaba una parte de la leyenda nocturna de Madrid. Abrirá en otra ubicación, han prometido sus dueños, y entonces pensemos que su rótulo de entrada semejará la torre tronchada, recordando para siempre al que pase lo que fue y por qué está ahí.
El Mundo, Un magnate indio cierra el Café Berlín
Y para los que piensen que Madrid también podría ser un poco Brasil, por las mismas se llevan por delante el Ova Ova, que vivía puerta con puerta. Malos tiempos…