No te aflijas. Si te han llamado robaperas no es por herirte ni por dejarte mal delante de todo el mundo, es sólo por aquella vez que robaste unas peras, o comiste de las que robaron otros. No es que quieran arruinar tu prestigio ni echar por tierra tus proyectos, es que te las metiste en bolsillo y no pagaste. Y si no se han olvidado, aunque intentes distraerles con otras cosillas, pues te llaman robaperas.
No te deprimas. Si te han llamado usurero no es por hacerte un feo ni faltarte al respeto, es sólo porque les negaste el pan y la sal. No es que te tengan manía ni quieran fastidiarte la noche, es que se morían de hambre y tú seguías llenando tu despensa. No se les ha pasado, no se han contentado con ver otra película, y los muy mal encarados te llaman usurero.
No te apesadumbres. Si te han llamado mentiroso no es porque te tengan manía o les hayas caído en desgracia. Es sólo porque llevas años sin decir una verdad completa. No es que no te crean ni pretendan desprestigiarte, es que sales en el cartel jurando que has multiplicado los panes y los peces. Y como no ven ni panes ni peces, los muy incrédulos te llaman mentiroso.
No te agobies. Si te han llamado meapilas no es porque te aborrezcan ni quieran manifestarte desprecio. Es sólo porque piensan que te has limitado a servir a tu clientela. Que no te la tienen jurada ni desean humillarte, es que siempre te has significado a favor de los mismos y sólo te ha temblado la mano con ellos. Les duele, les parece un agravio, y por eso te llaman meapilas.
No te amargues. Si te han llamado cobarde no es por criticarte ni por ánimo de descalificar tus actos. Es sólo porque nunca has dado la cara cuando tenías malas noticias. Que no te infravaloran ni te profesan inquina, es que te escondiste detrás de todos los parapetos posibles hasta que la tormenta pasara. Y como ha seguido sin pasar y sin que aparezcas, van y te llaman cobarde.
No te desesperes. Si te han llamado pusilánime no es por desapego ni falta de espíritu conciliador. Es sólo porque te encogiste de hombros cuando vinieron a repartirse el pastel de los demás. No son infamias ni ataques deliberados a tu reputación, es que optaste por no enfrentarte a la realidad. Y los que se acuerdan, los muy descastados te llaman pusilánime.
No te indignes. Si te han llamado deshonesto no es porque te detesten o te tengan ojeriza. Es sólo porque todo lo que se ha manifestado a tu alrededor ha rezumado impudicia. No es cuestión de rencor ni de “hasta aquí hemos llegado”, es que tú has llegado hasta aquí y lo llevas en tu bagaje. Lo has traído todo contigo, y ahora te extrañas y te haces el ofendido cuando te llaman deshonesto.
Con mejores o peores formas, con más delicadeza o por la tremenda, a todos nos pueden llamar muchas cosas, y a veces por algo puede ser. Pero posiblemente tenías razón. Para esto, hay días –a lo mejor todos los días- que mejor no salir de la cueva.