La basura ha venido y nadie sabe cómo ha sido. Las ratas han salido a pasear, lo dice la tele, por las vías principales y van asustando, cuando no asaltando, a los pobres viandantes que no saben cómo defenderse porque nunca habían visto ni pasado por algo así. De un tiempo a esta parte la mugre ha dado en acumularse en las plazas, sin discriminar entre las más comunes o las más señoriales, y el olor a podredumbre se extiende por las calles aledañas. Súbitamente, en cuestión de meses, las calzadas han dejado de verse de la mierda que se ha depositado encima, y es un desafío caminar sin pisar algún detritus o rozarse con algún foco infeccioso. Sí, lo anuncian los diarios en portada y lo explican los columnistas: esto se ha puesto de no poder vivir.
La vecindad se lleva las manos a la cabeza y pone los pies a buen recaudo. Nos dan a entender que esto es lo que nos pasa por fiarnos de esos vende burras que nos iban a arreglar la vida y no saben ni adecentar su casa, entonces cómo van a ser capaces de cuidar de lo de los demás. El cubo rebosante, la papelera de mírame y no me toques, las cucarachas en la sopa, y no es un decir. Las imágenes valen más que mil palabras, y por si fuera poco nos vierten millones de palabras y nos las van amontonando en los contenedores del intelecto. Desde el Sol y desde Sol, los cráteres de porquería se manifiestan en toda su cochambrosa expresión.
Los empleados de limpieza brillan por su ausencia, los camiones que pasaban cada noche ahora son naves orbitales que circulan de cuarto creciente en cuarto menguante. Y hacen el mismo insufrible ruido purificador, pero si de aquellas se bajaban lo menos siete u ocho operarios, ahora éstas las tripulan dos, uno de ellos el conductor, o léase piloto cosmonáutico. La empresa redujo personal porque el favor que le debe la parte contratante no se lo puede pagar más que a placitos. Y ni la NASA está para regalar nada, y mucho menos salarios, que la investigación y los barrenderos salen caros. “Ah, ¿la empresa nueva dices?” – “No, la que estaba… bueno, ahora no me cuadra mucho esto pero da igual”.
Los que paseaban por insignes avenidas que entendían bien lustrosas y acicaladas, por profundos valles de limpia arena roja, ahora deciden quedarse en casa porque no hay quien ande por ahí. Los que informaban de la cotidiana vida sideral enfocando del primer satélite para arriba y procurando oscurecer las extensiones planetarias, ahora han sacado sus sondas espaciales y las proyectan sobre las superficies para detectar cualquier inmundicia y ponerla en el ojo del ciudadano y del huracán. “Pero si esto ya estaba así hace años” – “Calla hombre, ¿no te das cuenta de la que están organizando esos majaderos?”.
Y ahora esos reguerillos de agua que parece que han descubierto bajando de las sierras cercanas. Seguramente se trate de corrientes residuales, bien nutridas de bacterias y microorganismos perniciosos. ¿Adónde vamos a llegar? Sí, hay que ver lo sucio que está Marte.