Moses Gasol

Pau Gasol foto Yoan Valat, EfeMoses Malone

Esta semana nos hemos hartado y dado el gusto de hablar y ensalzar al gran Pau Gasol. Lo inevitable ha sido que los políticos inmersos en la campaña catalana se han aplicado, con su característico descaro y con la colaboración de algunos medios de comunicación, a pretender subírselo a su carro. Desfachateces aparte, nos hemos quedado realmente sin adjetivos para calificar su actuación en el Eurobasket, en el que hace una semana se decía que no pintábamos nada y ahora lo estamos celebrando. Pero por encima de todo, qué orgullosos nos hemos sentido de asistir a la portentosa demostración de este pilar fundamental de la catedral que ha sido nuestro deporte en la última década. Y que vamos viendo que necesitamos apuntalar, sin terminar de encontrar con qué.

Por otro lado, la semana pasada se supo, y muy poco se ha hablado, de la muerte de Moses Malone. Uno de los grandes de la historia del baloncesto, me atrevería a decir que el mejor pivot (entendido como center en la denominación americana) que haya conocido, sin contar otros que se hayan visto antes, pero sí a los que he visto después. Para quien no llegara a tiempo de disfrutarle, era un portento. Con 2.08 llegó a ser el más bajito de la NBA en su posición, y sí, era de los más fuertes pero tal vez no el que más. Pero es que era buenísimo, ágil –le llamaban el bailarín de la pintura- y terriblemente fiero. Inmenso reboteador, pero además un prolífico anotador. Circuló por varios equipos, pero sus años de esplendor los vivió en los Philadelphia 76ers junto a otro mítico, Julius Erving, el Doctor “J”. En las finales de 1983, contra los Lakers, pronosticó un “fo” (un 4-0 en su particular inglés) y lo cumplió sin concesiones. En ninguno de los cuatro partidos encontraron los angelinos –Abdul Jabbar entre ellos- forma de para al incontenible Malone.

¿A cuento de qué traigo esta figura cuando estábamos hablando de nuestro Gasol? Ahora echo la vista atrás, muy atrás hace falta, para recordar al primer Pau, el que contribuyó a conquistar el primer oro del baloncesto español en el Mundial Junior de 1999, el que ganó una liga con el Barça haciéndole un “tre” al Madrid en la final, el que se fue a Memphis y en seguida se convirtió en el jugador referente de la selección “mayor”. Esos Europeos de Turquía y Estocolmo, ese Mundial de Indianápolis y los magníficos pero injustos JJOO de Atenas. Ya era técnicamente intachable y versátil, su musculatura iba creciendo… pero no era todavía un líder ni precisamente un carácter dentro de la cancha. En ciertos partidos importantes se diluía, cuesta reconocerlo hoy, pero era sí.

No sé si hubo un punto de inflexión o varios, si fue su pletórico Mundial 2006 –MVP pese a no poder jugar la final- o su salto a los Lakers, donde aspiró y conquistó otras metas. Si sus dos anillos o incluso los últimos años difíciles que ha vivido en Los Ángeles. Pero este Pau, igual de bueno y determinante que el otro, es muy diferente en genio, en carácter, en furia. El que hemos visto en este Eurobasket ha sido un coloso imparable que a sus prestaciones –inigualables hoy por hoy en Europa– y al magisterio que da su experiencia, ha unido un hambre de victoria poco usual en un deportista de 35 años que prácticamente lo ha ganado todo. Sí, falta el oro olímpico, y aquí se trataba de sacar el billete para Río, posiblemente su última parada con la selección. Viéndole en los tres decisivos partidos de esta semana –especialmente los de Grecia y Francia– parecía ser Pau Gasol con la sangre de aquel Moses Malone. Sí, Moses Gasol, si me permiten el juego. Enorme y letal… Valga mi homenaje a los dos.

Moses Malone 2Pau Gasol

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