Es que mire usted, Europa se está poniendo cada vez más difícil. Suiza estaría dispuesta a acoger a 1.500 ciudadanos, no más, que además de no tener estos un duro, arman mucho ruido en los bares y dejan colillas tiradas por sus impolutos suelos. Alemania, más generosa y con más infraestructura, podría aceptar a unos 30.000 repartidos en diferentes ciudades, pero ojo con portarse mal, armar jaleo de noche y pretender que les pongan su fútbol en los bares los domingos.
Entre Holanda y Bélgica podrían asumir unos 5.000, pero deberán prometer ser ordenados, y cuidado con pretender avivar ascuas ni presuntas glorias del pasado, que no todo se olvida tan fácilmente. Austria tampoco tiene muchas ganas de revivir rancias historias imperiales, además no les hace demasiada gracia traer gente de fuera, pero 2.000 sí podría acoger si se dejan su música en casa, que la suya es la única y la que manda. Inglaterra recibiría a 8.000 si comen y cenan a sus horas y no se ponen pesados con que la cerveza está caliente y no tiene espuma. ¿Y Francia? Oficialmente dice que 15.000, pero saben que se les colarán muchos más, nunca lo reconocerán. Italia recela de su buenas y malas uvas, y además teme sinceramente que se extienda el uso de comer la pasta blandita y deshecha, así que no se prevé que admita a más de 6.000.
El grueso de la partida iría presumiblemente hacia América, no en vano allí disponen de terreno de sobra aunque tengan tanto sin utilizar. Si se avienen a urbanizar la pampa, Argentina dará facilidades. Si se dejan en casa su patriotismo y en cambio se adhieren al suyo, Chile los recibirá con los brazos abiertos. Si se olvidan de tentaciones evangelizadoras y dejan de querer fusionar su comida, México será generosa y hospitalaria. A Estados Unidos pueden ir los que quieran, superados los pertinentes controles y sabiendo que allí tendrán que acomodarse en la mitad Sur de sus ciudades, y eso sin que se entere Donald Trump. Entonces, ¿cinco o seis millones puede estimarse que cruzarían el charco? Al fin y al cabo, no sería la primera vez ni la segunda.
Los más avispados, y también con algo más de posibles, se cruzarían el mundo hasta Australia y Nueva Zelanda. Allí también hay sitio suficiente y, si se saben buscar, buenas oportunidades, además hacen falta camareros. El sudeste asiático también brinda posibilidades, pero requiere ser algo más sufridos. En Japón y Corea del Sur la cosa va andar más complicada, que ya viven más que estrechitos. Y de China olvídate, si no vas con dinero por delante no van a querer saber nada de ti, es lo que tiene el colectivismo del S.XXI. Y dadas las circunstancias supuestas, evidentemente no va a ser el caso.
Al resto, lo más seguro es que nos manden a Siria, Libia o Sudán, que para los años que calculamos ya se habrán quedado vacías. Y allí, con ilusión renovada, reharemos nuestra nueva vida de refugiados. Haremos migas con algún visionario húngaro que nos contará lo que sudó para tirar abajo la valla que él mismo levantó. Y allí quedaremos a tomar té y ver pasar las tardes, quién nos ve y quién nos verá…