Y si Europa empezó en Aquisgrán… (III)

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La estación de Colonia es amplia y clásica, pero no me parecerá el centro del Universo, como a Dalí la de Perpiñán. Aunque admirando la única muestra del universal figuerense en el Museo Ludwig, a mí más bien me sugirió que la tal estación se le venía encima. Son impresiones subjetivas al fin y al cabo. Tampoco esto me va a suceder a mí hoy, ya veremos mañana. Diremos que hemos sido realistas, y al ambicioso planteamiento inicial le hemos aplicado algo de coherencia. Michael Littbarski, el eficiente empleado de ventas de tickets de la estación, me lo indicó muy bien y muy detallado. Y Lovaina (Bélgica, es que me la dejé cuando estuve por allí) me queda muy lejos y muy caro. Coño, si es que está al lado de Bruselas. Así que admito que no merecerá la pena el palizón. En ese bien detallado trayecto que me imprimió, la primera estación en la que hubiera tenido que hacer trasbordo era Aachen -¡Jesús! – No, Aquisgrán, que todavía no me he constipado. Y he decidido que ese será mi destino, al fin a cabo no me llevará más que una hora de tren.

Y merece la pena. Bromas aparte, Aquisgrán es un enclave importante. Aquiestán y viven latentes no pocas pistas de la Europa que ha llegado a ser la que hoy conocemos. Empezando por Carlomagno, a quien, con gozosa o no –su espada-, se le atribuyen algunos de los hitos que precedieron a la configuración geopolítica del viejo continente. Se duda de si nació aquí, pero sí se sabe que vivió mucho, murió y está enterrado en su catedral. También en esta ciudad coronaban a los reyes del Sacro Imperio, entre ellos a Carlos V –cielos emperador, otra vez tú por aquí. Por lo demás, esta ciudad a caballo entre tres países ha sido centro estratégico y sede de tratados, acuerdos, paces y guerras, repartos de tierras y estados… y más tarde de prohibidos placeres, que para eso sirvió durante un buen tiempo.

Hoy le quedan unas termas de las que sale agua caliente –y la gente bebe de ellas, qué valor-, la plaza del ayuntamiento con sus banderas –por cierto, no veo la griega por ningún lado- y sus prestigiosos Premios Carlomagno –no podían llamarse de otra manera- que se entregan precisamente en ese Ayuntamiento y que entre otros, en los 65 años que llevan, se lo han dado a un rey español cuando lo era, a un presidente del Gobierno cuando lo era y a algún… ¿Cómo definiríamos exactamente a Javier Solana? Y le queda un concienzudo turismo de paso que circula por su casco histórico y abarrota sus apretadas plazas, transita por sus angostas calles y cuestas, se fija en todo, atiende a las precisas explicaciones de los guías alemanes, holandeses, italianos, ingleses… Europa al fin y al cabo, que sí es posible que empezara a constituirse como tal en Aachen -¡Jesús! – No, Aquisgrán.

Es un día de esos vaporosos, que ya aprendí que cuando el calor aprieta por estas zonas tiene su tal, el sol pica como si fuera la gozosa del emperador de Occidente, que te va dando puntaditas hasta hacerte brotar el sudor. No será ya la sífilis la que te mortifique por aquí, tampoco el reuma que venían a tratarse en los balnearios. Si acaso la visión de esas pastelerías belgas que te recuerdan que no cruzaste la frontera y la tienes ahí, o los generosos escaparates donde se amontonan las Printen, potente y desafiante galleta típica del lugar. O tal vez te dejó maltrecho la guarnición de lombarda que dejarás intacta en el plato, y muy discreta Erika Reuter ni te preguntará al retirártelo.

Ganada la estación central para emprender la vuelta –por cierto, esta hauptbahnhof no está en el centro neurálgico, como suele ser habitual en las ciudades de este país- recordaré que en un simpático puesto a la llegada me enseñaron a decir sacarina en alemán, pero al minuto se me olvidó. Por la noche en la cama oiré descargar la esperada tormenta, y recordaré que en la famosa reunión de amigos de Max Ernst salía Gala, pero que por entonces era la señora de Paul Éluard. Vino aquella mujer del Imperio Ruso y a su manera se merendó un buen trozo aquella Europa bohemia e intelectual. Que se las prometía muy felices y muy valientes, pero hoy más bien está por taparse para no coger frío, por no decir otra cosa. Aachen – ¿Aquisgrán? – No, ahora mejor decir “Jesús”…

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