Dios salve a Usain Bolt

Dios Salve a Usain Bolt

Todo deporte necesita estrellas y genios, y el atletismo hoy día más que ningún otro. Usain Bolt ha sido el que ha mantenido el cartel estos últimos 10 años, el que ha copado las mejores noticias, el que ha llenado los estadios y ha reunido a la gente frente a los televisores. Al margen de él, la competición sufre las continuas convulsiones por los casos y revelaciones de dopaje –actuales y retroactivas- y sobre todo, tal vez por la misma causa, de una evidente falta de carisma. En pruebas que otrora concitaban a grandes estrellas del tartán y de los concursos, hoy cuesta que el gran público se quede con el nombre y la cara no ya de los favoritos, sino de los propios campeones.

Así, el jamaicano ha hecho todo el trabajo, ha sido la luz de estos oscuros tiempos. Ha conquistado grandes títulos como nadie, ha asombrado con sus registros y, sobre todo, ha regalado un enorme espectáculo. Por si faltaba algo, ha sido capaz de caer bien a todo el mundo porque ha derrochado simpatía, acostumbrados como estábamos a los velocistas de aspecto duro y rocoso, expresión agresiva y cara de malos de película. Como no se ve venir a otro que le sustituya en todas esas facetas, al atletismo le costará muy caro verse un día sin su gran valedor.

Por eso hoy la gran mayoría de los aficionados –excepto los estadounidenses en todo caso- aguardábamos con cierto temor la final de los 100 metros de los Mundiales de Pekín. Los presagios eran los peores. Bolt no venía de hacer una gran temporada, apenas un 9.86 como mejor marca, y en cambio su máximo rival, Justin Gatlin, había firmado hasta cinco registros por debajo de 9.80. El último, 9.77 justamente en la semifinal. En la que Usain, en cambio, había tenido que rehacerse de una catastrófica salida y de un traspiés en la tercera zancada para finalmente imponerse con una marca discreta. Pájaros de muy mal agüero en el Nido de Pekín. Y no es que no pudiera perder una vez en la vida, es que quien amenazaba su reinado mundial era un tipo con cara de pendenciero que, después de haber estado cuatro años suspendido por dopaje, a los 33 años está logrando las mejores marcas de su vida, lo cual no hace falta decir que es muy sospechoso. A quien más y quien menos, no nos gustaba nada la perspectiva.

Pero para ser un gran campeón, además de ser muy bueno, muy fuerte y muy rápido, hay que ser un extraordinario competidor. Y eso significa estar y dar lo mejor en el momento decisivo. Resulta que justo en la final, Usain se ha concentrado como quizás nunca en su vida, ha salido excepcionalmente y ha realizado su mejor carrera del año. Resulta que en la cita decisiva, Gatlin no ha podido bajar de esos 9.80 y el relámpago sí, justo una centésima menos. Y esa cara se le ha quedado. Bolt es campeón del mundo otra vez y el atletismo es feliz, al menos un día más. Vídeo de la carrera, RTVE.

Los destinos de este deporte –el rey de los deportes– los va a dirigir a partir de ahora Sebastian Coe, una de esas figuras míticas que ya tan poco se dan. Desde la tribuna o el palco donde lo haya presenciado, cabe imaginar que habrá suspirado y, muy británico él, seguramente ha exclamado: “Dios salve a Usain Bolt”.

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