Leo sobre la que dicen es una nueva profesión con gran futuro, la de arqueólogo digital –hoy en elmundo.es-, esto es, profesionales especializados en excavar en la Red para sacar lo mejor y lo peor de uno, encontrar sus ruinas ancestrales y ocultar –que no hacer desaparecer- las menos decorosas. Ligados fundamentalmente a la gestión de la Reputación online y a los departamentos de Recursos Humanos de las empresas. Con proyección y buenas aspiraciones en términos de sueldo.
Ciertamente el artículo es interesante y revelador, pero a mi juicio se queda corto. Podrían citarse muchas otras disciplinas y profesiones que han encontrado su vertiente digital, y por otro lado cualquiera podemos decir que estamos desarrollando alguna de esas especialidades relacionadas con la exploración. Desde buceadores que se adentran en las profundidades del ciberespacio en busca a veces de tesoros escondidos, a veces simplemente de noticias –aquí seguimos sin novedad de Google News– y que a veces se topan con dudosos, cuando no peligrosos, habitantes de los fondos abisales. Hasta los que realizan exhaustivos análisis forenses, bien del viejo PC reemplazado en el puesto de trabajo –que permiten conocer al detalle todas las entradas y visitas que realizó a lo largo de los años el ingenuo usuario, y luego la vida te da sorpresas-, bien de la andadura, los gustos y los avatares de cualquier internauta.
Todos somos exploradores, y todos somos explorados. Si simplemente visitaste una página de reservas de hoteles en una ciudad alemana pongamos por ejemplo, cada vez que entres en otra página –aunque no sea de viajes- te aparecerán anuncios con ofertas de hoteles justamente en esa ciudad, cuando no mismamente de ese en el que finalmente reservaste. Por cualquier sitio en Internet dejamos huella, y nunca van a faltar no ya arqueólogos, sino verdaderos detectives –sean personas o sistemas- que seguirán tu rastro y tendrán al día tu retrato robot. Los datos son el gran negocio de nuestro tiempo, y nadie se va a resistir a usarlos y tratar de capitalizarlos. Para tranquilizarte te enviarán mensajes en los que dicen garantizarte la confidencialidad, la integración, el uso de tu información sólo para fines legítimos, y siempre bajo tu autorización. Pero te tienen pillado y lo sabes.
Las palabras siempre se las llevó el viento y lo normal es que no quedaran grabadas o registradas –lo normal, decimos; lo que uno escribe se queda en su cuaderno guardado en un cajón en el que nadie va a husmear, o todo lo más en un disco duro al que normalmente nadie tiene por qué acceder –normalmente, decimos. Pero en la Red no es que algo quede, es que queda absolutamente todo. Y así es muy fácil saber casi todo de todos. Luego están las habilidades, las técnicas y los sistemas avanzados de exploración. Según eso, podemos no pasar de meros cotillas digitales que no resistimos la tentación de hurgar en algo de la vida de otros, tan fácil es y tan al alcance está. Pero luego hay avezados mineros que saben cómo llegar a los estratos más inaccesibles en busca de cualquier piedra o metal precioso en términos de información–el Data Mining es una tecnología muy antigua. O espeleólogos que saben surcar y deslizarse por las cuevas más recónditas del conocimiento. Al fin y al cabo, ni siquiera hace falta el Carbono 14 para sacar a la luz el pasado y contarlo con pelos y señales.
Al final, sea arqueología, minería, espeleología o submarinismo o simple chismorreo, no deja de consistir todo en lo mismo, más profesional, más avanzado o de andar por casa. Pero avisados estamos, y nadie está libre de terminar convertido en un Partenón –digital, ya que estamos. Que vayamos un día a un museo y nos encontremos media vida nuestra ahí expuesta. Que nos miremos en el espejo del alma y lo que quede de nosotros sean unas columnas medio derruidas, sucias y manoseadas.