¿Qué es el humor negro? Ahora resulta que en este país no teníamos ni idea. ¿Que nunca hemos hecho ni escuchado chistes sobre desgracias ajenas e incluso propias? A ver quién tira la primera piedra. Al hilo de crímenes mediáticos y atentados sonados, sobre negros y hambruna, de ciegos, minusválidos… Algunos realmente ingeniosos, otros malísimos, todos ciertamente crueles independientemente de la condición y circunstancias de la víctima. Pero unos los han contado y otros se han partido de risa, y así ha sido toda la vida, desde Cervantes y Quevedo, pude que incluso de antes. Dos días después del 11-S, estando en Atlanta, Estados Unidos, tuve que cuidarme de que mis colegas de allí no supieran de los emails y SMS que ya me estaban llegando de España a propósito de Bin Laden, las torres… aquella honrada e impactada gente no los iba a entender.
Aparte de que sean buenos o malos, de mal o peor gusto, claro que una diferencia crucial es recitar esos chistes en la barra de un bar o dejarlos por escrito. Y en este segundo caso, tampoco es lo mismo transcribirlos en una servilleta, registrarlos en un cuaderno o plasmarlos en un email que mandaste a un amigo… que publicarlo en una red social. Ahí quedará como una sentencia lapidaria que siempre, un día, podrá ser utilizada en tu contra. Sobre todo si te vienen a buscar. Para encontrar en las hemerotecas o en los fondos del mar digitales lo que algunos escribieron en su día para contraponerlo con lo que están escribiendo hoy y llevarse mayúsculas sorpresas, se requiere tiempo, molestarse y aplicarse a la tarea. Para sacar a la luz años de verborrea en Twitter, basta un dedo.
Y asistimos así al escándalo debida y concienzudamente programado a cuento de esa “nueva”, abominable e insospechadamente cruel práctica que no era otra cosa que humor negro del malo. Los medios de comunicación se han cargado de dar publicidad y actualidad a unos infames chistes contados hace cuatro años. Y a su autor no se le descalifica por patoso, torpe, macabro y además inepto en el uso de las redes sociales. Se le da en condenar directamente por poco menos que terrorismo. Pero no basta con que reconozca haber metido la pata y pida perdón. Hay que sacarle de ahí a gorrazos. Y si acepta y asume la pena, si entrega la cabeza que de él se pide, a seguir hurgando. Que otros pueden caer después, y apetece que caigan.
Como siempre, se impone la hipocresía, el pillar la del otro con papel de fumar y dejar la propia sobre la mesa. La prueba de que el humor negro está plenamente instalado y aceptado en nuestra sociedad es la resignación y paciencia con que la gente asiste a los fatídicos chistes que les cuentan cada día. En los medios, en los discursos, en las tertulias… y el caso es que, en la mayoría de esos casos, sus autores ni siquiera pretendían hacer gracia. Al contrario, lo dicen muy en serio, convencidos. La base de cualquier humor, también del negro, es saber reírse primero de uno mismo, y luego de lo que sea. Pero por aquí campan muchos que solo usan mofarse y chulearse de los demás. Y no piden nunca perdón… de lo siguiente qué vamos a decir.
Ah, y por si se piensan que esto del humor negro es patrimonio exclusivamente español…
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