En mis primeros sueños de futbolista quise ser Santillana, o si acaso o un tal holandés que se llamaba Rensenbrink y ahora nadie conoce. Por muy arrojado Aries que fuera, mi ascendente Tauro me aportaba cierto punto de realismo, por eso, aún en sueños, sabía que nunca podría aspirar a ser Cruyff o Maradona. Ahora, cuando todavía sueño con el futbolista que podía haber sido, y teniendo en cuenta que soñando en pasado es más fácil liberarse del ascendente, hay varios que me gustaría ser. Uno de ellos es sin duda Xavi Hernández. No deja de ser una evolución natural: de pequeño me gustaba hacer goles, de mayor prefiero hacer fútbol.
Que nadie se olvide de que al principio, a Xavi le veían como un sucesor de Guardiola pero en pequeño. Más bajito, muy buen chico, y sobre todo se vendía mucho peor. Posiblemente -y él lo ha reconocido- si no es por Luis Aragonés, hoy no estaríamos hablando de quien estamos hablando. Escrito está que el FC Barcelona le iba a vender, no les parecía que tuviera el empaque y personalidad que su puesto requería. Y el entonces seleccionador le llamó, le esperó, le mantuvo y le dijo: aquí tú eres el jefe. Llegó aquella histórica e iniciática Eurocopa 2008, de la que además fue elegido mejor jugador, lo que sin embargo no le sirvió para que a final de ese año le dieran el Balón de Oro. El sucedido Pep, ya entrenador, tomó nota y nombró a su tímido sucesor capitán general de su Barça, que iba a ser el mejor en la historia del club. Del Bosque también lo tuvo claro, llegaría el Mundial, nuestro mundial, la segunda Eurocopa… Del Balón de Oro ni noticia, ¿pues para qué sirve ese galardón si no se lo dan a futbolistas así?
Los periodistas, profesores, filósofos y sacerdotes del fútbol ya han hablado y escrito estos años, y sobre todo estos días, sobre las virtudes futbolísticas de Xavi Hernández. Uno no puede más que añadir dos cosas: qué gusto ha dado verle moverse, circular, manejar y hacer tan fácil la supuesta complejidad del fútbol; y qué buena gente ha demostrado ser siempre, en las buenas y en las malas, que bien duras las ha habido. Ha sido amigo de madridistas, y madridistas han sido amigos suyos. A él se lo han elogiado, a otros en su caso no se lo han perdonado. Ya digo, a mí me hubiera gustado ser ese futbolista, dentro y fuera de las canchas. Me costara lo que me tuviera que costar.
Y como tenía que ser, su despedida ha sido a lo grande. Ayudado, es cierto, por los títulos ganados y los que están en perspectiva, por una temporada que ha dejado más que contenta a la afición. Pero se intuye que, de no haber venido tan bien dadas, le hubieran tratado igual. Ha sido enorme en la historia de su club y en la del fútbol español, y así se le reconoce. ¿Es para dar envidia? Lo que sé es que, en mi soñada carrera futbolística -que quién sabe si todavía un día…- yo también querría retirarme así.
Entretanto y lo consigo, gracias Xavi por todo lo que has jugado y lo que has dado.