Campeones y verdaderos

tFoto Jorge Quiroga, MarcaFoto Rafa Aparicio, As

Ayer se decidieron en Madrid dos importantes títulos de fútbol y baloncesto. Hay que decir que todos los títulos son verdaderos, porque se entregan y pasan a formar parte del palmarés. Pero digamos que no siempre los ganan equipos verdaderos, aunque este aspecto siempre es más matizable y opinable. En este caso, cada uno a su manera y estilo, tanto el FC Barcelona de fútbol como el Real Madrid de baloncesto han tenido mucho o al menos bastante de verdad.

Empezando por el fútbol, y mal que les pese a los aficionados madridistas o de otros clubs, el Barça ha conquistado el título liguero amparándose en la gran verdad del fútbol, que son los goles, sí, pero sobre todos los goles en los momentos importantes, que son los que valen y dan los grandes triunfos; y apoyándose en el mayor valor que tiene, que no es otro que el mejor futbolista del mundo, léase Leo Messi. Sobrevivió a una primera vuelta de dudas, experimentos y una total desconfianza hacia su entrenador –que realmente no ha dejado de manifestarse en toda la temporada, y el pobre Luis Enrique va camino de repetir los títulos de Guardiola sin que se le reconozca ni mucho menos lo mismo. Pero en la segunda mitad del campeonato supo confiarse –y eso también será mérito del entrenador- a su mejor argumento: tres delanteros primorosos que resuelven los partidos.

En efecto le dieron la batuta a Messi, pero al astro argentino le han sabido acompañar dos tenores de lujo –Neymar y Suárez, que no se han dedicado a hacer sus solos, que han sabido asumir su rol menos primario –no secundario-, entenderse, meter goles, darlos y abrazarse. Teniendo la esencia de este juego, todo es más fácil. Habrá tenido el Barça partidos más brillantes y más oscuros, pero los ha ganado casi todos. Han completado una segunda vuelta casi perfecta, remontaron la desventaja frente a un Madrid que no cuidó igual los detalles en momentos clave, y han ganado la Liga con una jornada de antelación. En el Calderón, justo el mismo día, un año después, que el Atlético de Madrid la ganara en el Camp Nou. Pero el verdadero círculo que este Barcelona de Luis Enrique se propone redondear tiene dos citas más, y el 6 de junio sabremos si ha firmado otra temporada histórica, seis años después de la que la de 2009, que para siempre queda en el imaginario de los culés.

Y pasando a la otra gran cita de ayer, no pocos madridistas piensan que, hoy por hoy, el Real Madrid más verdadero es el de Baloncesto. Un grupo unido, sin figurones desmesurados, simplemente excelentes jugadores que juegan en equipo, se sacrifican por los demás y asumen su papel, protagonista cuando toca, más secundario cuando los que han de brillar son otros. No le creyeron el año pasado a un madridista que dijo que le hacía más ilusión la novena que se frustró en Milán que la décima de fútbol conquistada en Lisboa. Pues este año ya no hay dudas, porque es la única que el Madrid tiene. Y después de tentarla y verla escapar dos veces, la merecían. Como no podía ser de otra manera, el éxito de ayer en Palacio de los Deportes –que por cierto no significó exactamente jugar en casa, podía haber estado en cualquier otra ciudad- se fraguó a través de una actuación coral, en la que prácticamente todos los elementos del equipo cumplieron y aportaron en su momento. Por supuesto Nocioni fue el MVP y confirmó que se le había fichado para este tipo de partidos; pero hubo el momento estelar de Carrol en el tercer cuarto, aparte su defensa sobre Spanoulis; la excelente dirección de Sergio Rodríguez en el tramo final; entonado LLull esta vez, con puntos también en momentos importantes; las aportaciones puntuales pero siempre oportunísimas de Rudy, incluso sin estar en su mejor versión… Ayón, Reyes, Slaugther, Rivers… prácticamente todos supieron estar y aportar en la cita más trascendental aunque no todos se lleven hoy los titulares.

Y algo hay que decir del entrenador, Pablo Laso: llegó como tercer plato y con un perfil bajo, después del glamuroso Messina. Siempre ha vivido cuestionado y varias veces en el alambre, incluida esta temporada. Pero ha sabido construir un equipo, crear un estilo definido y reconocible, divertir a la gente… y ganar títulos. Ocho van ya, ninguna de sus cuatro temporadas se ha saldado en blanco, y ahora además ha terminado de conseguir el más ansiado. Un espejo en el que quizás debería mirarse la sección estelar del club. Y tomar en consideración su presidente que este tipo de “impulsos” –como a él le gusta decir- son los que gustan, funcionan y, si se les deja crecer, tienen éxito.

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