¿Pero quién puntúa a los futbolistas?

Bale, Crisitiano, Pepe, foto AP

Ser aficionado al fútbol, presumir además de entendido, verte un partido y al día siguiente leer las puntuaciones que les otorgan a los jugadores en las páginas de información deportiva, puede producir sorpresa, desconcierto y a veces delirio. Para entendernos, quien no sea asiduo a la prensa deportiva, las calificaciones suelen darse de 0 a 3. Tres ases, asteriscos… significan que el jugador ha tenido una actuación excelente; dos, que ha jugado ciertamente bien; uno, que ha cumplido sin más; y un punto negro, rayita… es que ha estado realmente mal. Hasta ahí todo claro, perfecto.

La cosa se complica cuando observas que, de un diario a otro, las puntuaciones varían sustancialmente. Cuando al mismo jugador le conceden un “dos”, un “uno” o un cero patatero. Si no viste el partido, te extrañas. Si lo presenciaste, puedes llegar a tirarte de los pelos. O a frotarte los ojos, porque se supone que todos vieron el mismo, y tú también. ¿Qué pasa con las puntaciones? Pues pasan muchas cosas, que a veces tienen que ver con cómo están montados hoy el fútbol y el periodismo.

¿Hay resultadismo? Desde luego. Suele a pasar que al equipo que gana 1-0 en el último minuto le agasajan con notables y sobresalientes, y al que perdió por la mínima les acribillan a suspensos. O al que marcó un gol, aunque no hiciera otra cosa reseñable en los restantes 90 minutos, le elevan la nota por sistema. Curioso caso el del defensa que se tragó todas en su área pero subió a rematar un córner y marcó. Como mínimo, dos chirimbolos garantizados. Y esos futbolistas que realizan una labor intensa, fundamental para su equipo, pero no lucen en la tele, a veces hay que estar en el mismo campo para apreciarlo. Quien puntúa se supone que también ha estado, y sin embargo no les sube del mero aprobado. En cambio, a las estrellas que acaparan muchos primeros planos es difícil que les penalicen, aunque algún día no hayan dado pie con bola.

Las contradicciones suben de punto cuando da la impresión de que el que asigna las puntuaciones no es el mismo que ha redactado la crónica. Más de una vez hemos visto subrayar por escrito, incluso en los titulares, la actuación de cierto jugador, y sin embargo el “jurado” le despacha con un puntito. Entran también en juego las simpatías y las fobias, que los cronistas tienen su corazoncito y, aunque no debería, se les ve con frecuencia, quiero decir el corazón y el plumero. La buena o mala prensa también influye, y según el momento por el que pase su carrera, el futbolista acumula con la misma facilidad florecitas o tachaduras, o no le cuesta nada ser ensalzado o le cuesta un mundo. Es la diferencia entre estar señalado por los dioses o simplemente vivir señalado.

Y luego están los representantes, asesores y empresas de Comunicación. Su función es, naturalmente, defender los intereses y la reputación de sus clientes. Y ahora se meten también con las puntuaciones. Les preocupan más incluso que lo que se escriba, más que nada porque los simbolitos suele ser lo primero que se lee, y a menudo lo único. Y ahí se nota muy bien quién tiene padrino y quién no. “Oye, ponle al menos un colorete, que mira que no ha estado tan mal”; “¿Pero cómo le vas dar sólo dos machacantes, si hoy se ha salido?”; por no hablar de “recuerda la entrevista en exclusiva que te tenemos prometida” o “nos estamos pensando quién va a escribir el libro de su biografía”. Y en otro orden de media relations, ¿por qué no una llamada del presidente al director de tu periódico, digamos el lunes?

Así, alguien que vea habitualmente los partidos, por ejemplo de Real Madrid –podrían ser los del Atlético, y suponemos que la prensa barcelonesa funciona por el estilo-, no puede evitar el asombro cuando al día siguiente simplemente hojea los diarios y secciones deportivas. Resulta que Pepe firma contra el Valencia un partido lamentable en defensa, pero como marca un gol de cabeza, obtiene, en según qué sitios, dos figuritas; o Marcelo, que en Sevilla hace una semana fue el desquicie por su banda, recibió otras dos en el mismo diario; el hat trick de Cristiano en aquel partido fue unánimemente premiado con tres estrellas, pero su improductiva noche de ayer, con penalti fallado incluido, merece hasta dos para algunos. Otros, como Kroos, difícilmente pasan del solitario asterisco, jueguen lo que jueguen; y no digamos el pobre Illarramendi, que cuando todos están mal, él siempre sale el peor parado de todos. De Casillas qué vamos a decir, que sus calificaciones evolucionan en proporción inversa a los pitos con que hoy le “homenajea” el Bernabéu. Y salidas dudosas las tuvo también en sus años de Santo, como paradas sigue haciendo en sus días de purgatorio, pero es evidente que ni unas ni otras suenan como sonaron. Ah, y hay futbolistas, quizás uno de ellos sea Sergio Ramos, que son perfectamente conscientes de lo que puntúa alto y de lo que no cuenta, y según esa norma se rigen.

En resumidas cuentas, lo mejor, si uno se siente con criterio -¿y quién no?-, es disfrutar del partido y, cuando termine, hacerse su propia crónica y dar sus puntuaciones. Si se siente con ánimo, compártalas con el de al lado, y ya verá como salen completamente distintas. Pues normal, como pasa en la prensa. Y la credibilidad es exactamente la misma.

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