¿Cuánto cuesta un protector vocal?

Protector bucal

Un protector bucal normal puede costar 5, 10 y hasta 500 euros los más sofisticados. Pero el que se ha hecho diseñar el boxeador Floyd Mayweather para su multi-millonario combate contra Pacquiao cuesta 23.000 euros (Más información sobre ello). Está hecho de oro, diamantes…y billetes de 100 dólares. Que, por lo que se ve, son muy efectivos para protegerse de los mamporrazos del rival. A lo mejor porque, cada vez que le hacen ver las estrellas, en realidad está viendo la pasta que se va a embolsar, gane o pierda el desafío. Y eso seguramente anima a seguir recibiendo, en todo el doble sentido.

Los que en vez de protectores bucales fabricamos –es un decir, porque no se fabrican- protectores vocales, tenemos otra reflexión. Los nuestros previenen de otro tipo de golpes. No los que hacen saltar los dientes, sino los que hacen saltar la imagen, la reputación de quien los usa. Y en muchos casos las contusiones no son efecto de sacudidas externas. Al contrario, son los propios dueños de su boca los que a veces se propinan buenos mandobles en su propio mentón. Por eso hay que protegerles.

Una adecuada estrategia de Comunicación contempla diferentes resortes y elementos, y uno de ellos, de los más importantes, es el discurso de la organización. El que contiene una parte esencial de la imagen que transmite hacia fuera. El que pronuncian sus portavoces. Es obvio que hay que cuidarlo, estructurarlo y dotarlo de músculo, esto es, de argumentos para que sea capaz de llegar a su audiencia con el efecto deseado. Pero también hay que protegerlo. Es necesario crear recursos y mecanismos para que no salga dañado, tanto por la actuación de agentes externos como por un mal uso –o un mal cálculo- de la fuerza por parte de quien emite el discurso.

Cuando un portavoz sube al ring –siguiendo con el símil- también va a tener delante a un supuesto contendiente, posiblemente al lado a un árbitro, en un lateral a unos jueces y allá al fondo al público, tanto el presencial como los millones que asisten desde sus casas. La diferencia es que el boxeador tiene que concentrarse sólo en su rival, y el resultado del combate dependerá de lo que consiga en su interacción con él. El portavoz, en cambio, está interaccionando con todos los asistentes. De hecho, puede que el púgil al que se enfrenta no sea exactamente su antagonista. Puede sacar partido de sus golpes, sus mensajes, pero también aprovechar los del rival para convencer mejor a los jueces y al público. Por el contrario, también puede resultar víctima de sus propias acometidas, si no están bien armadas y organizadas. No ya porque le pillen en una contra y le manden a la lona; porque, y sobre todo, cualquiera y todos a la vez le pueden dejar K.O.

Cualquiera que salga a la palestra de los medios de comunicación y de la opinión pública –que es la que está alrededor del cuadrilátero- tiene que ir bien entrenado, preparado y concentrado para el combate. Pero además ha de ir equipado con buenos, efectivos elementos de protección. Porque no todo va a depender de sí mismo, y en el fragor de pelea, sus propias palabras, bien o mal medidas, son las que van a conducirle al éxito o condenarle al fracaso.

Por eso es recomendable contar con un buen protector vocal, entiéndase un buen asesoramiento. Cualquiera que pretenda darse a conocer en su mercado o sector lo necesita. Quizás no haga falta que pague 23.000 euros por él como Mayweather –aunque, de hecho, los hay en ciertos ámbitos que incluso están pagando más, y sin embargo salen desdentados al primer cruce de guantes. Pero también hay que ser conscientes de que no lo van a conseguir por 5, por 10… ni tampoco por 500 euros.

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