Porterito que vienes al mundo, guarda la portería pero a ti te guarde Dios. Una de las dos, la delantera contraria o tu afición, ha de helarte el corazón. Un tal futbolista inglés llamado Kevin Keegan – el chaval ganó una Copa de Europa y dos balones de oro- dijo una vez que el portero para él era algo así como el bufón del fútbol. En efecto, podrán ser tragedias de Shakespeare o dramas de Lope, pero el elemento sospechoso de muchos partidos es el guardameta. No olvidemos que la razón de ser del fútbol es el gol. Y un gol significa un portero batido, da igual de qué forma y por qué procedimiento. Eso Gila ya lo explicó muy bien.
Desde Alberti cuando le cantó a Platko, a pocos les han reconocido su mérito en términos de distinciones digamos oficiales. A Yashin sí, porque en aquel entonces resultaba lejano, exótico y enorme, diríase un siniestro personaje de película de James Bond. A los porteros alemanes porque lo lleva el país. Oliver Khan se comió una bien comida en una final de un Mundial y sin embargo fue elegido el mejor jugador de ese mundial y nominado al Balón de Oro de ese año; como lo ha sido recientemente Neuer, un arquero tan excepcional como excepcionalmente irregular; al mítico Sepp Maier, un día en Amsterdam se le hizo la portería el gran canal y el balón una pelota de ping pong, pero no consta que se lo echaran en cara. En cambio, a su homólogo en la final europea del 74, Reina, que era cordobés, de por vida le recordarían el supuesto tiro flojito de Schwarzenbeck desde cuarenta metros que se le coló entre las piernas en el último minuto. Los videos años después demostrarían que ni de coña fue así, pero los vídeos, como la realidad, no están para arruinar una buena noticia ni una suculenta leyenda. Para una gran mayoría, su larga y brillante carrera quedó resumida en ese inoportuno gol.
No es de extrañar entonces que cada vez haya menos porteros que quieran vivir y a vivir empiecen. El suyo siempre fue un oficio difícil y poco agradecido. Las actuaciones mejor calificadas y de mayor repercusión en la prensa deportiva suelen ser las del defensor de una portería modesta en un estadio grande, al que le chutan once, ataja siete y le meten cuatro. Pero amigo, si eres el titular del equipo grande –no digo ya galáctico-, te disparan dos y te enchufan una, estás perdido. Por otro lado, los que rigen este deporte van siempre contra ellos. Supuestamente en aras del espectáculo, introducen nuevas reglas que no hacen más que perjudicarles. Por no hablar de la fabricación de los balones. La tecnología al servicio del gol los hace cada vez más ligeros, inestables, toman efectos endemoniados, resultan imposibles de agarrar… Nada que ver con aquellos de cuero que venían de cara y se acomodaban en unas fuertes manos.
Hablemos por ejemplo de los córners o los saques de falta laterales. Ahora los tiran teledirigidos, como drones que no ves por dónde van hasta que los tienes en las narices. Y lo que se te viene encima no es ya un intrépido delantero y otro que le acompaña, sino cinco o seis torres de importante corpulencia física que te llegan uno por el primer palo, otro por el segundo y el resto por el medio, bien escalonados. Entonces, ¿sales o no sales, te cobijas bajo el larguero o intentas meter el puño? Porque de blocarla, ni pensarlo. Cañizares en su día optó por no moverse de la raya, que se la sacaran sus defensas y el ya tiraría de reflejos si había un remate. Otros le han seguido en esa costumbre. Lo que no se conoce hoy es uno que salga siempre bien. Cortouis sacó una mano prodigiosa a un testarazo a quemarropa de Thiago Silva en las postrimerías de la prórroga frente al PSG; pero al siguiente córner dudó, dio dos pasitos hacia delante y el mismo rematador se la envió por encima, superándole todo lo alto que es. ¿Para echarle la culpa de la eliminación del Chelsea? En absoluto. Pero ay si le pasa a otro…
Porque en estas, entre un Real Madrid que muere por Mourinho y otro que ciertamente bosteza, a Casillas le están helando directamente el alma. Una luminosa mañana de abril mientras le van metiendo siete al Granada, el Bernabéu y los bares que pasan por bernabéus jalean un gol que le meten en un uno contra uno. Da igual que el chico lleve en la casa desde los nueve años, 15 defendiendo esa portería y todo lo que haya parado, salvado y ganado. Ha devenido en el bufón de la corte, ahora se le mofan hasta de lo que para, siendo cierto que últimamente para algo menos que antes, que la edad no perdona y la presión menos. Otro Buffon, este es nombre propio, tiene más años, más achaques y hace menos paradas, pero a nadie en Italia se le ocurre pitarle, toserle ni discutirle, ni en su eterna Juventus ni en la orgullosa Azzura. Los hechos demuestran que los actuales sustitutos de Iker, llámese Keylor Navas en el Madrid o De Gea en la selección, cuando salen encajan ni más ni menos los mismos goles que el titular, pero a ellos no se los tienen en cuenta. Ayer a David, el pobre, se le mete una entre las manos, eso le pasa a cualquier gran portero, siempre ha pasado y pasará. Pero si al héroe la masa dio en convertirle en villano, ya da igual lo que hagas o dejes de hacer, no le van a perdonar ni los aciertos. Qué decir los fallos…
Pero así es el Madrid y así es esta España que hiela hasta a sus más idolatrados. A porterazos de largo recorrido como Zubizarreta se les recuerda por su reumático final de carrera; a Arconada por la falta de Platini que se le escurrió bajo el lomo y que fue una verdadera pena; a Iríbar que si era abertzale… De Miguel Reina ya hemos contado aquello, eso el padre; al hijo le recordarán por su simpatía y sus dotes micrófono en mano, si lo miras bien esa suerte va a tener; como aquel Esnaola, que por muchas actuaciones soberbias que brindara a las aficiones de la Real Sociedad y del Betis, en este último club le adoran sobre todo por el penalti que le metió al Chopo en una final de Copa.
Así, no es de extrañar que cada vez menos chavales quieran dedicarse a esto. Que por ejemplo, en países como Inglaterra ya no salgan porteros decentes. ¿Y aquella gran escuela vasca? De aquí a poco, va a pasar como con los boxeadores o los corredores de fondo. Los que vengan serán gente sufrida, de origen humilde, con ganas de comerse el mundo sin importarles el riesgo ni los leones del circo. Eso si la FIFA no decide un día suprimirlos. Que al estilo del voleibol, pueda haber un jugador de campo vestido diferente de sus compañeros al que se le permita darle puntuales manotazos a la pelota dentro del área. Los sesudos de la pizarra se pondrán las botas diseñando nuevos sistemas de juego.
Yo de pequeño siempre quise ser delantero, como casi todos. Pero una vez, y sólo esa, me dio por ser portero. Fue cuando vi a D’Alessandro… fíjense y calculen. Claro, aún no era entrenador ni comentarista. Ahora ni se me ocurriría… ser potero, entrenador ni comentarista.