Muchas empresas, y no pocas personas, se hacen un lío cuando se proponen tener un plan de Comunicación. No vamos a negar que a ello contribuyen también algunos expertos en la materia, que a veces casi les lían más con sus teorías, diagramas y fórmulas intrincadas. No queremos decir que la Comunicación no sea una disciplina en cierto modo compleja. Pero los planteamientos simples siempre se agradecen. Y si somos capaces de hacerlo así, mucho mejor.
Básicamente, en todos los órdenes de la vida, si comunicamos es para conseguir algo, un efecto, una reacción. Por la misma regla de tres, la comunicación, vista desde una vertiente profesional o empresarial, tiene unos objetivos. A partir de una situación de partida, queremos llegar a un status, a ser percibidos de manera que nos resulte más fácil obtener el éxito pretendido. En términos de negocio, reputación, prestigio… Y toda actividad comunicadora irá encaminada a conseguir esa percepción. Pero hay quien no tiene realmente claro cuáles son sus objetivos de Comunicación.
Pensemos en cuando éramos niños y manifestábamos lo que queríamos ser de mayor. Cuando jugábamos tendíamos a interpretarlo, a escenificarlo, y nos solía salir muy bien y muy natural. Sin necesidad de disfraces ni artilugios al uso, nos mostrábamos como astronautas, como bomberos, médicos o futbolistas. Resultábamos creíbles, y nos creían. Luego ya llegaría el tiempo de hacernos mayores y contraer ciertos vicios sociales y de comportamiento. Pero ese ya es otro tema. Quedémonos imaginando, rememorando nuestra niñez.
Cuando creamos una empresa, arrancamos un proyecto o desarrollamos una carrera profesional, también nos hacemos una idea de lo que queremos ser cuando nuestra empresa, nuestro proyecto o nuestra carrera sean mayores. Puede ser más ideal o más realista, pero es nuestro objetivo. Bien que, a diferencia de en la niñez, aquí es fundamental ser muy consciente de qué eres inicialmente, de dónde partes. Pero también es verdad que cuando éramos niños no soñábamos, queríamos. Y la honestidad con uno mismo no es incompatible con el atrevimiento. El caso es que una vez que uno se plantea a dónde puede y quiere llegar, toda su actuación va encaminada a cumplir esa misión. Si puede volar, no tiene por qué cortarse las alas.
Y del mismo modo, los objetivos de Comunicación pueden –y a veces deben- responder a la misma pregunta: ¿Qué queremos ser? Si aspiramos a llegar a tal, desearemos ser percibidos como tal y esa percepción nos ayudará. No se trata de engañar ni engañarse a si mismo, de anunciar de antemano lo que todavía no se ha conseguido. Se trata de de comportarse, de cara a su público, como alguien que perfectamente puede conseguir lo que se ha propuesto. Mientras trabaja y da pasos para llegar a lo que quiere ser, demostrar que está llegando. Si es cierto y lo cuenta bien, además resultará creíble. Y le situará más cerca de lo que quería ser.
En definitiva, plantearse un plan de Comunicación puede ser tan fácil como saber lo que uno quiere ser. Ese es el objetivo. A partir de ahí ya podrá articular y desarrollar lo demás. Parecerá tan obvio, pero tantos no lo han descubierto…