El madridismo castizo

Madridismo castizoSe puede imaginar que que sucede en todos los clubs de fútbol con cierta historia, pero desde luego el del Real Madrid es un caso a analizar. La entidad cuenta en la actualidad con 97.000 socios, según las fuentes consultadas. Es el octavo del mundo en este capítulo, ampliamente superado por el Benfica –primero con 171.000-, el FC Barcelona, el Manchester United o el Bayern Múnich. Lo que no encontramos es información sobre la edad media de esos socios. Pero parece fácil deducir que la entidad madridista tendrá una de las más altas, si no la que más. Desde hace ya varios años está cerrado el cupo de admisión, por razones de aforo del estadio Santiago Bernabéu. Y la renovación de esa masa social es lógicamente lenta, la dicta la naturaleza por encima de cualquier otra política.

De ahí que quepa decir que al Madrid tiene un estadio viejo. No ya por la propia estructura y fisonomía del edificio, periódica y generosamente renovada. También por la gente que lo llena. Aparte de que a ciertas edades ya no apetece animar, ya no se vive el fútbol con el mismo entusiasmo y uno se vuelve quejoso y puñetero, hay una cuestión deportiva y generacional. Todavía asiste a los partidos mucha clientela que vio jugar a Di Stefano, Puskas o Gento, que vibró con las cinco Copas de Europa consecutivas. Y que somete a comparación todo lo que ha visto después.

Por buenos que fueran y dieran tardes o noches de gloria, en los 70 ni Amancio ni Pirri ni Velázquez les llegaban a la altura de los zapatos, de acuerdo a ese sentir general. Pero es que en los 80 cuando Juanito fallaba un regate era un sinvergüenza; en los 90, la Quinta del Buitre una pandilla de niños consentidos cuando el Milan les imponía su superioridad táctica y física; en el inicio de siglo, Raúl un tuercebotas cuando empezaba a no llegar a todo lo que veía. Eso refiriéndonos a los futbolistas más o menos puramente de la casa, no a las estrellas más o menos efímeras que fueron llegando y marchándose, y que corrieron distinta suerte, unos cayeron o de pie y otros salieron por patas. Se puede advertir que, a cada generación posterior, peor los han tratado cuando venían mal dadas, según los señores socios iban cobrando más edad y un talante más gruñón. Por eso Casillas es ahora un traidor y un manos blandas, y da igual lo que haya dado al club en sus 15 años de titular de esa portería, ni el compromiso que demuestre ni la integridad con que se comporte en los momentos más comprometidos de su carrera.

Este madridismo que pudiéramos llamar castizo ha evolucionado también en su comportamiento con los entrenadores. Después de los 17 años que pasó en ese banquillo Miguel Muñoz, han tendido a cansarse de los que vinieron al tercer partido mediocre consecutivo, dando igual que esos técnicos hubieran conseguido títulos y brindado más o menos buen juego. A Vujadin Boskov le sentenciaron un día que cambió a Cunningham en un partido de UEFA que iba ganando al Kaiserlautern 3-0, a sabiendas de que al inglés, que había costado una millonada de entonces, se le seguía esperando en su tercera temporada. A Di Stefano no le respetaron su legendaria trayectoria en la casa, aparte de que en los daños que estuvo la Saeta Rubia el rendimiento fue claramente de más a menos, pero al menos dejó como herencia la subida al primer equipo de los entonces niños Butragueño, Sanchís o Martín Vázquez; al propio Del Bosque le vilipendiaron, entre otras cosas, porque hacía siempre los mismos cambios.

Con Mourinho, en cambio, fue diferente. Necesitaban quizás a alguien que les estimulara, les sacara en el tedio y abotargamiento en habían caído después de tantos años, tanto ver y tanto verse las caras. Muchos se identificaron con su estilo caudillista, con su supuesta mano dura y sus desplantes. Llegó en el momento “oportuno”. El madridismo, con su presidente a la cabeza, se encomendó al de Setúbal en un momento en el que el se asistía con frustración a los años triunfales del Barça de Guardiola. Y le dejaron sembrar. Todo lo que propusiera parecía bien, lo que perpetrara se aprobaba, hasta sus peores salidas de pata de banco fueron –y son todavía- bien vistas por amplios sectores de la afición. En los tres años que mandó Mou, consiguió una Liga y una Copa, y el Barça, sin ser ya tan apabullante como en la temporada 2008-09, levantó una Champions, dos ligas y una copa. Pero a todo ese casticismo que mantiene la voz cantante en el Bernabéu le pareció un trienio glorioso. Les dio igual que en sus poses y declaraciones humillara al fútbol español, a sus antecesores en el cargo, a los jugadores más emblemáticos, y que en su última temporada su relación con la plantilla y los principales estamentos del club fuera insostenible. Para ellos fue un héroe, y hoy un mártir o un deseado

Sembrada la semilla del odio y la división en los cimientos del estadio viejo, ésta sigue indemne dos años después de la marcha del técnico portugués por la puerta de atrás. Igual ha dado que con Ancelotti se ganara la ansiad décima. La crispación está a flor de piel y se hace sentir al menor renuncio. Con una mezquina particularidad: los dardos más envenenados y con más inquina se dirigen indefectiblemente a los que más hacen por respetar el buen estilo y manera de proceder –Iker, Carletto, no digamos si se les habla de don Vicente… En cambio, los arranques de chulería o egocentrismo se toleran bien. El pasado martes, tras el horroroso partido de vuelta ante el Schalke y con el susto todavía en el cuerpo, el capitán del Real Madrid instó a los jugadores a un ejercicio de humildad y respeto ante su indignada afición. Por contra, la actitud de Cristiano Ronaldo durante todo el partido y al final del mismo fue de desplante hacia ese público, echándole en cara su falta de apoyo y ánimo en momentos competitivos difíciles como aquel. Ya saben para quién fue la mayor bronca… que se prolongó ayer, incluso cuando no jugó.

En definitiva, todas las aficiones son complicadas, tienen sus días redondos y cuadrados, sus particularidades y manías, afectos y animadversiones. La madridista tiene un problema estructural que no tiene solución. Es así y hay que entenderla, al fin y al cabo no deja de ser el cliente que paga, no precisamente poco, y tiene derecho a decidir lo que le gusta y lo que no. Pero a ese espeso y graso condumio alguien le echó además una cayena. Y sigue repitiendo y dando retortijones. Joven y entusiasta nunca va a ser el madridismo, pero se le dio alas al casticismo más rancio, y ha sacado a relucir su vena más cainita.

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