Este gesto de Martin Oddegard lo firmaría cualquier madridista después de este fin se semana, que quizás desearía que no se hubiera terminado nunca. Las alegrías y las frustraciones van por barrios y viajan casi a la velocidad de la luz. Si hace quince días era el eclipse total tras el desastre del Calderón, hoy luce un sol espléndido.
Justo cuando el niño noruego anotaba su primer gol con el Castilla –el tiempo dirá si ese ha sido un momento histórico-, marcaba el Málaga en el Camp Nou. No nos engañemos, ni el más optimista seguidor blanco se presumía en ese momento que, con todo lo que quedaba por delante, ese gol iba a ser el único del partido. Y que el domingo por la noche, después de un trabajado y serio triunfo en Elche, el Real Madrid habría amortizado los efectos de la dolorosa derrota frente al Atleti. No el escarnio, está claro, pero sí en términos de aspiraciones ligueras, ya que la cabecera de la tabla ha vuelto a quedar tal como estaba antes del famoso derbi.
Esto no se ha terminado ni mucho menos, y lo mismo que atléticos y culés se las prometían felicísimas antes de sus citas en Vigo o del pasado sábado en Barcelona, al Madrid se le pueden caer otra vez los tiestos encima la semana que viene cuando reciba al Villarreal o la siguiente cuando visite San Mamés. Pero la sonrisa de este lunes ahí la tienen y no se la quita nadie.
Porque para completar un fin de semana perfecto, la sección de Baloncesto se llevó una Copa de Reyes, la primera de Felipe VI y la tercera de Felipón. Y ante el Barça, como no podía ser de otra manera. La verdad es los duelos de estos tiempos entre los dos grandes del baloncesto español son una moneda que no puede caer de canto. Y dada la tendencia que estaba siguiendo el fin de semana, cayó del lado blanco, concretamente del lado del Chacho, que acertó con una canasta colándose entre decenas de manos a falta de siete de segundos.
Dos de esas manos eran las de Ante Tomic, ese pedazo de pivot al que el Madrid dejó escapar hace tres años, y que en la tarde de ayer firmó la mejor actuación individual en una final de Copa desde Pau Gasol. No les bastó, entre otras cosas porque su temible tiro exterior no funcionó, Hedonja firmó un “0” que contrarrestó el de LLul, pero es que a los también ínfimos números de Oleson, los de Pablo Laso contrapusieron a un Nocioni feroz –para eso le ficharon- y a las aportaciones siempre cruciales de Rudy Fenández–su tercer MVP copero. Ni siquiera Xavi Pascual, que tiene la costumbre de acertar en los finales trabados, fue capaz esta vez de aprovechar el momento trepidante en el que un triple inverosímil de Navarro les metió en el partido a falta de de dos minutos. Pero al final, todo termina resumiéndose en la canasta de Sergio Rodríguez. Si mañana se jugara otra final, saldría otra cosa distinta, a saber.
El Real Madrid repite Copa, lo que no sucedía desde 1986, pero lo que intenta realmente es completar una temporada inversa a la pasada: que vaya tirando y termine triunfal. Hace mes y medio todo eran dudas, ahora todo es optimismo. Lo que cambian los cuentos. Y si cambia en un lado, cambia en el otro. Lo de los vasos comunicantes…
Y como en todo, en fútbol y en baloncesto las notas finales no las dan hasta junio. Entonces unos y otros harán balance. Pero la sonrisa picarona hoy la llevan unos, y el madridista de a pie se relame con Isco, con Rudy, y mientras se pregunta qué pasa con Cristiano, vive feliz esperando a Oddegard. Que para no hacernos líos con la pronunciación noruega, terminará siendo Olegario para los amigos.