Hay entrevistas que resultan ciertamente fallidas, que dejan frío y decepcionan sinceramente. Esa sensación pudo tener quien leyera con espíritu crítico-periodístico la realizada y publicada en El Mundo, hace dos sábados, al ex futbolista y entrenador Zinedine Zidane (que reproducimos aquí). Pretendía ser, como responde a la sección donde se publica –”Doce más una”- una entrevista distendida, que trata sobre aspectos varios más allá de la actividad profesional del entrevistado. De las que antes llamábamos “de personalidad”. Y resulta que las de unos y otros terminan saliendo bastante mal paradas.
Poniéndonos en antecedentes, Zidane pasa por ser una persona tímida, hombre parco en palabras y muy poco amigo de las apariciones públicas, mucho menos ante la prensa. Pero ha firmado un contrato –se supone suculento- para ser la imagen de la firma Mango, y ésta, para rentabilizar la inversión hecha, suponemos que le exige comparecer en una ronda de entrevistas con distintos medios –durante esos días se publicaron varias-, a fin de promocionar la marca asociándola al ídolo. Zinedine asume esa obligación, y para defenderse de su inseguridad, acude bien pertrechado de un equipo de comunicación.
Siguiendo con los antecedentes, los “asesores” –como los llama el entrevistador- están en las entrevistas. Pueden ser un director de Comunicación, un responsable de Imagen, ejecutivos de una agencia de RRPP… o incluso un asesor legal, cuando el asunto lo requiere. Más latentes o patentes, más expresa o implícita su presencia, son y existen. En la preparación del acto informativo siempre, y muy frecuentemente durante su consumación. Si se trata de una entrevista en directo, no hablan ni salen en escena, todo lo más pueden lanzarle una mirada a su asesorado o hasta hacerle algún aspaviento. Y si alguna pregunta no les ha gustado o les ha parecido impropia, lo harán saber después, cuando ya está hecha. En cambio, si la entrevista es para un medio escrito, es decir que transcurre en modo off, pueden perfectamente intervenir, cuestionar las preguntas o parar la entrevista para discurrir con su cliente o representado acerca de una respuesta. Cuanto menos lo hagan mejor, pero a veces no tienen más remedio. Por lo tanto, lo que se cuenta que sucedió en la que hoy nos ocupa, no deja de ser habitual, especialmente cuando se trata de celebrities, y no tendría por qué extrañarnos.
No es quizás tan habitual –o sí lo es pero no lo entendemos recomendable- que el personaje y sus “escuderos” de Comunicación limiten tanto el ámbito de los temas a tratar, más cuando no se trata de un medio estrictamente deportivo ni de moda, con lo que las preguntas no tendrían por qué ceñirse a esas temáticas. Debería ser conscientes y haberlo preparado debidamente, contemplar los posibles escenarios, antes que lanzarse a vetar preguntas.
Y lo que no es nada habitual es que el periodista vaya y revele esa intrahistoria de la entrevista, que ya decimos, ocurre en la mayoría. Hacer públicos los entresijos, lo pactado o no, lo negociado o no, las dudas y los miedos del entrevistado, los desencuentros entre una parte y otra… no hace bien a nadie. Ni al personaje ni al profesional ni a los que están en medio.
Como resultado, todos quedan mal, a saber:
– La imagen de Zidane sale bastante perjudicada. Aparece como un personaje timorato, que no se sale de un guión establecido, que sólo sabe o está dispuesto a hablar de los temas que domina, es decir de fútbol y de poco más. “Calvo en palabras” le califica el periodista, con no poco ánimo de escarnio.
– El papel de los profesionales de Comunicación –no sabemos si de Mango, del Real Madrid o de ambos- queda absolutamente depauperado, ya que aparecen como una especie de órgano censor que ni permite preguntas ni consiente respuestas. Ni del hambre en el mundo permiten al entrevistado que hable, con lo cual ayudan muy poco a su imagen. Su función es normalmente mucho más completa, estratégica y facilitadora de lo que deja traslucir lo publicado.
– El periodista termina firmando un producto fallido, insulso, una entrevista calva, usando sus propios calificativos. En la que lo más interesante y llamativo termina siendo la trifulca con los “asesores”. Y seguro que no era ese su objetivo ni el del medio para el que trabaja.
En conclusión, y por si puede ayudar:
– Los profesionales de la Comunicación –asesores, directores, agencias…- tienen la misión de preservar la imagen de su representado, pero para ello deben: primero, ayudarle a preparar muy bien sus apariciones públicas, asesorarle en cómo ha de transmitir su mensaje y ofrecerle recursos que le permitan salir airoso de cualquier aprieto o pregunta complicada; pero segundo, tener muy en cuenta que la imagen del personaje pasa también por saber ofrecer un contenido interesante al medio y a su público, y para ello, en cualquier caso, siempre deberían facilitar el trabajo del periodista.
– El periodista puede y tiene derecho a enfadarse si le ponen dificultades en su labor, pero poco va a arreglar largando las miserias de lo que ocurre entre bastidores ni vertiendo por escrito su malestar contra el entrevistado y sus asesores. Si se siente incómodo, puede levantarse y marcharse. O, simplemente, no publicar la entrevista si ve que el producto final no cumple los mínimos de calidad e interés. Si le obligan a publicarla, con no firmarla vale. Porque esta, después de todo, le ha quedado realmente floja y además transmite bastante mala baba.
– Al final, posiblemente el que menos culpa tiene de todo es el pobre y admirado Zizou. Pero es el que sale en la foto. Y también él debería pensarse estas cosas cuando firma un contrato publicitario.