En estos días de temporal y nieve, dos asuntos de distinta índole pero igual denominador común cobran protagonismo en la actualidad sobre los medios de comunicación: una, los nuevos ajustes y despidos que se anuncian en el Grupo Prisa, que tendrán especial efecto en sus medios impresos; la otra, el nuevo proyecto de Pedro J. Ramírez, que no será otro que un periódico exclusivamente digital. Ambas inciden en el mismo asunto, no por conocido y manido menos alarmante: el papel se nos muere.
Según informa PR Noticias, en los próximos días Prisa va a anunciar unos “resultados desastrosos”. Que se manifiestan principalmente en su división de prensa escrita. Como consecuencia de ellos, ya se están planeando nuevos despidos y recortes de salarios. En todas sus empresas y publicaciones, pero muy significativamente en Pressprint, la imprenta de donde salen cada día El País, As y Cinco Días. Según las informaciones, serán unos 15 los empleados los que resulten despedidos, un 20% de la actual plantilla, ya muy mermada tras el ERE que hace tres años puso en la calle a la mitad de sus trabajadores.
Por su parte, el incombustible Pedro José Ramírez lleva invertidos 5,8 millones de la indemnización que recibió del El Mundo en una nueva empresa, familiar por otra parte, ya que sus principales socios son su hija María Ramírez y su suegro, aparte de una campaña de crowfunding puesta en marcha. Muy ilustrativamente, la nueva editora se llama No hace falta papel. Y su primer producto, El Español, un periódico que empezará a andar en septiembre, y digital por supuesto.
Tenemos así que la empresa editora del primer diario nacional y los segundos en el ámbito deportivo y económico, amén de otras revistas y suplementos, se desangra y suelta lastre –o mejor dicho, se quita más periodistas y más personal de imprenta. Y que uno de las figuras y grandes adalides de la prensa tradicional en España se pasa al sólo online. Y no será pionero, ya que son muchos los periodistas del papel de toda la vida que en la actualidad han optado por buscar la viabilidad en proyectos únicamente digitales. Dicen que las ratas son las primeras en abandonar un barco a pique–a lo mejor muchas ya se fueron hace tiempo-, pero ahora son los mismísimos capitanes de nave. Incluso algunos de los que se erigieron en heroicos defensores de la prensa escrita han terminado por plegar velas y convencerse de que no hay futuro.
Los hechos son tozudos –que dijera aquel político-, y los resultados no paran de demostrar que los negocios impresos en el mundo de la comunicación no rentan, que su crisis no es sólo largamente coyuntural, sino machaconamente estructural. Y si bien todavía no se termina de dar con la llave del modelo de negocio en Internet, por lo menos las empresas se ahorran costes de impresión y distribución. A lo que habría que añadir, en muchos casos, lo que se paga usualmente por los trabajos en este medio. Ya se sabe que todo lo que tienda a reducir esta profesión al low cost y fomentar el trabajo en precario es bien recibido y tomado como ejemplo por los empresarios del sector.
El caso es que el fin del papel como soporte de información se viene anunciando desde largo tiempo atrás, y sin embargo intentábamos no creérnoslo. Noticias como las que hoy traemos no hacen sino confirmar la tendencia, y no es que llueva sobre mojado, si no que ya nieva sobre papel nevado. Aunque siempre nos quedará la duda: ¿se nos muere el enfermo porque era inevitable o porque, en realidad, nunca supimos tratarle? ¿De frío o por llevar malos abrigos?