Microsoft ya existía hace 20 años. Lo digo por si alguno no se acuerda, no lo sabía o no había nacido. Es más, como dijera Serrat, hace ahora 20 años que tenía 20 años. Pero hoy queremos hablar de Microsoft en 1995. Cuando no tenía ni Surface ni Azure ni la Xbox. Ni siquiera casi Internet Explorer, ese año lanzaría Windows 95, que fue un cañón. Hasta entonces iba por el mundo con el Windows 3.1 para el PC y con el Windows NT (que le decían no true) para la empresa. Los de la sección española iban a la sede de Telefónica en Madrid a contarle a sus altos directivos el nuevo paradigma del mundo conectado y la futura ola de Internet… pero lo que tenían para venderles era el Office 4.2. Eran muy valientes aquellos chicos.
Hace 20 años los ordenadores personales vivían aislados en casa, y si acaso en hordas o manadas en las empresas. Pero cada uno era un mundo en sí mismo y así se les aceptaba, se pagaban dinerales por ellos y aún dejaban buen margen. Microsoft era su principal materia gris. Cierto que su interfaz gráfico todavía funcionaba a pedales y ninguna de sus aplicaciones sería ciertamente la mejor, pero su tenacidad, su visión de mercado y los palos de ciego que daban sus rivales le permitían ir ampliando posesiones. Por ejemplo Apple, entonces dirigida por un alemán que había decidido empeñar toda su ventaja tecnológica en una “revolucionaria” tecnología para PDAs que se llamó Newton… oportunísimo nombre porque, en efecto, la fuerza de la gravedad del mercado hizo que la manzana cayera en picado. Luego al tal Spindler le aplicaron la ley del movimiento acelerado, no he visto comunicado de despido más drástico y destemplado.
Era cuando el mundo estaba a punto de cambiar. Las llamadas autopistas de la información que nos decían desde EE UU estaban tomando forma y pavimento, aunque de momento iban a ser de peaje. La World Wide Web ya permitía ver cosas despacito, el correo electrónico nos parecía un milagro y las telefónicas –o sea, Telefónica- empezaban a ponerse las botas. En esto, viendo a Microsoft un tanto dormida en los laureles, actores muy importantes de muy distinta índole –de las bases de datos, de las estaciones de trabajo, de los incipientes navegadores, de los sistemas de redes…- unidas fundamentalmente por un recelo común, preparaban una envolvente. La Red sería el ordenador, y con ella conseguirían “puentear” a Windows, a Microsoft y al mismísimo Bill Gates. No iban descaminados en sus predicciones, lo que pasa es que cada vez que hablaban le hacían más publicidad a su enemigo, y con tanto ruido y pitarle los oídos, la bestia terminaría por despertarse. Pero esa ya es otra historia.
En España estábamos aprendiendo de qué iban las nuevas tecnologías más allá de los juegos, el presidente del Gobierno no tenía un miserable laptop en la mesa de su despacho en Moncloa. La mayor red social era contarse las hazañas con el Flight Simulator, pero ya salían algunos que traían la arroba grabada en la frente. Sí, eran pocos todavía, pero muy decididos aquellos Microsoftees. Contaban películas que aún no se habían filmado, explicaban tecnologías que todavía no tenían, difundían conceptos que aún no estaban en sus productos. Pero no es que engañaran, es que se lo creían de verdad. Porque si en Redmond les decían que lo iban a tener, en efecto lo tendrían. Y no les iban a fallar, que para eso invertían toda esa pasta en I+D, tenían todo aquel equipo de desarrollo y a todo un Steve Ballmer arengándoles, que pareciera el Cholo Simeone aunque en realidad no se le parezca en nada.
Así salían los jóvenes ejecutivos de Microsoft Ibérica a la calle, imbuidos de esa fe. Iban a los eventos, a las ruedas de prensa, a las reuniones con clientes, a los grandes bancos… y se notaba que derrochaban ilusión, les salía por las mangas de las camisas de Ralph Laurent. Prometían velocidad, potencia, funcionalidad, integración… pero básicamente un mundo más fácil y mejor, en el que seríamos capaces de cualquier cosa delante de una pantalla y llegar hasta donde quisiéramos. Y lo hacían con sincera pasión. Es verdad que a algunos costaba entenderles, volaban muy alto y les era complicado bajar; pero otros hablaban pasmosamente clarito. Por eso, como mínimo, terminaban cayendo bien. Hasta los puristas más acérrimos de la ortodoxa informática y los periodistas más escépticos y resabiados, que siempre les habían acusado de vender humo, empezaron a tomarles cariño. A ellos más que a la compañía, todo hay que decirlo, pero ya eran puntos ganados para la causa.
Les llamaban microsiervos, pero eran microsoñadores. Esos chicos tenían ciertamente la convicción de que podían remover el mundo desde la máquina del café, y con ella –con la convicción, no con la máquina- se acostaban y se despertaban cada mañana, eso si en medio de ambos actos no se levantaban y se ponían a responder e-mails. En la oficina de Tres Cantos, si se juntaban seis o siete de estos locos, ya se montaba la tormenta perfecta. Vinieran directamente de la facultad o de una ingeniería, de la escuela de negocios o de lo textil, de montarse una empresa de importación o de la Agencia Espacial Europea. Con esa camiseta se sentían galácticos, y no sería por falta de camisetas. Se creían capaces de mucho, por eso lo conseguían casi todo. Y contagiaban toda esa catarsis a su alrededor, de las secretarias a los contables, de los mensajeros a los partners y proveedores, debía ser eso que luego llamaron el “ecosistema”, pero más que de pirámide tenía forma de Egipto entero con sus faraones, que los había, y con sus jeroglíficos, que abundaban plasmados en siglas y acrónimos. Crecían y no pararían, hasta hacer la empresa muy grande e irse a vivir a un barrio exclusivo. Luego ya les vendrían los palos, las decepciones y alguna bofetada mal dada, que esto es la vida. Pero vivían aquel momento que para ellos sería único e irrenunciable. Lo disfrutaron con todas las consecuencias. Y eso les quedó para siempre.
Hoy hay muchos que pueden contarlo desde fuera, y algún otro todavía desde dentro, que su mérito tiene. Pero a nadie que lo vivió o lo conoció se le va a olvidar nunca cómo era Microsoft hace 20 años. Y cómo era el mundo… que en este caso es verdad que no se ha parado ni un momento.
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P.D. Sí, eran valientes y les venía de arriba. Cuenta la leyenda que Bill Gates llamó a Mick Jagger: “Oye, si quisiera comprarte los derechos de Start Me Up para nuestra campaña de Windows 95, ¿por cuánto me los venderías?” – “Nuestras canciones no están en venta”, respondió Mick– “Mira, es que pensaba ofrecerte xxxxx (1)” – “Ah bueno, pues vale…”.
(1) El entonces director de operaciones dijo años después que el “bueno, pues vale” fueron 3 millones de dólares, pero se especuló con que si fueron 8 o 14… What Microsoft paid the Stones… Who knows. El caso es que la canción, y su vídeo original, eran así:
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Grande! Me ha encantado! Trabajo en Microsoft hoy en día desde hace 3 años y es un GUSTAZO cuando te rodeas de esos Microsoñadores (con mayúscula) que entraron en la compañía hace 20 años. A algunos les he visto marchar y lo he sentido muchísimo, pero me ha dado tiempo a escuchar muy grandes historias y a aprender de ellos, que es de lo que se trata.
Gran articulo! Tengo que decir que yo tuve la suerte de vivir esa época de Microsoft y de la tecnología. Entre a trabajar en Microsoft en Mayo de 1995 y participe en los lanzamientos de Windows95, Internet Explorer y NT4, y por casa casi no me veían. También tuve que bailar el Start me up de los Rolling con el resto de novatos encima del escenario en alguna celebración!
Como comentario, decir que las camisas de Ralph Lauren vinieron después, en esas fechas todavía nos remangábamos para hacer los cableados del camión -aula para enseñar por toda España que NT era una alternativa a Novell, a Ibm y a otros. Grandes tiempos y grandes experiencias!
– Papá, voy a trabajar en Microsoft – le dije en cuarto de carrera
-¿En dónde? – me preguntó
– En Microsoft – insitití
– Y ¿qué empresa es esa? -me preguntó, en el fondo temiendo que no terminara la carrera
– ¿Sabes lo que es el MS-DOS? – le pregunté
– Sí, claro – me contestó
– Pues MS significa Microsoft
Era 1989 y empece en López de Hoyos, cuando llegamos a Tres Cantos ya éramos por lo menos una treintena. Como bien dice Jose Manuel nos hemos disfrazado de todo, con polos con todos los logos posibles hasta de Exploradores, pasando por camisetas con lemas tan impactantes como «Trust Me, I am a Microsoft System Engineer!» o hablando de WordPerfect «Microsoft Word: the word processor that’s more than perfect» o a los de Novell se les decía «objects in mirror look closer than they appear».
Hemos visto crecer a Windows desde aquella versión 286, a la 3.11 cuando se le añadió la red, a NT cuando se convirtió en servidor, a 95 cuando se le puso el boton de Start de los Rolling, y hasta ahora que debe andar por las nubes.
Un verdadero lujo haber sido testigo y partícipe del nacimiento de una empresa en unos años rebosantes de juventud, tecnología y sueños.
¡Gracias Enrique por despertar estos recuerdos!
Una empresa, Microsoft? un producto, Office? me contaron, ……..agosto del 93, primer día de trabajo, 8:30 de la mañana, Avenida de Colmenar en Tres Cantos?, si hombre, la calle de los bancos me dijeron, dudaba estar en el lugar correcto, no había logo, no había puerta, sólo un cerramiento metálico de color rojo,…… me habría confundido y estaba ante un ultramarinos? o quizás un garaje?, revisé la agenda y repasé mi librillo del callejero, según el plano parecía el lugar correcto, vi próxima un cabina y tenía algunos «duros» sueltos , fantástico!! siempre podría llamar,…………….9:00 en punto, ruido metálico, el cierre se abrió poco a poco, enroscándose como una persiana y efectivamente ALLÍ ERA!!!!,………….era el comienzo de una GRAN aventura y una de las experiencias más apasionantes de mi vida.
Gracias por el recuerdo Enrique!!!