Periodista que sales…

Periodista que salesPeriodista que quieres ser y a ser empiezas, entre proyectos que mueren y prebostes que bostezan, creíste que podías con el mundo y no puedes ni con el alquiler, te dijeron que llegarías lejos y a la vuelta de la esquina te encontraste una cola de ilusos que soñaban lo mismo que tú. Tu primera beca fue para aprender, tu primer contrato para ganar experiencia, tu primer ascenso para que entendieras el deber y la entrega a unos colores. Después ya eras demasiado viejo para que te dieran más, había otros pujantes que lo tenían todo por ganar.

Periodista que sales del cascarón y descubres que el mundo que te prometías lo viste en una película de un tal Pakula o si quieres en una tal serie de los 80. Querías ser como los grandes columnistas de la Transición, pero tu especialidad te la forjarías allá donde te dejaran trabajar, y poco puedes investigar si lo único que te dan son textos para picar. Escribiste tu primera crónica dando lo mejor de ti, pero la gente sólo se leyó el titular, que era lo único que no habías puesto tú.

Periodista que llegas a casa sin resuello, que te has pateado la ciudad imperial, desayunaste como un rey, comiste como un príncipe, para resarcirte de todo ese exceso tendrás que cenar como un mendigo. Tanto te dicen y te repiten lo que vales, que piensas que no tardará el día en que al fin te hagan justicia. Era un perverso exhibicionista –dibujaba Forges– ese que a la puerta de la facultad blandía una nómina de 186.000 al mes de lo años 90. “Cuanta maldad anida en el ser humano…”, mascullaba entre lágrimas el impactado redactor del suceso. Era excelente esa viñeta, pero tú te creías que era un chiste.

Periodista que sales a trabajar convencido de tus derechos y tu independencia. Presumes de ejercer la profesión más bonita del mundo y de vivirla con pasión. Algo empezó a cambiar cuando supiste que tu puesto se había salvado porque una ex prestigiosa firma de la informática de entonces no tenía ya para poner medio anuncio. Entre una campaña y tú no hay color. Te pensabas que llegarías a viajar en limusina, y un día dejaron de pagarte los taxis, que es muy cómodo perseguir la noticia sentado, ¿pero qué se ha creído usted? Te dejaron contar las grandezas y miserias de esa reconocida empresa, pero la mitad del artículo quedó para que se lo enseñaras a los amigos. “Nunca haré publirreportajes”, pero nunca digas nunca jamás.

Periodista que naciste en la era de la información, la tecnología y los contenidos al servicio de la ciudadanía global y local. El advenimiento de un nuevo modelo, de una nueva economía, de una constelación de nuevos medios que abrirían oportunidades inusitadas y elevarían la profesión a una desconocida dimensión. Te encomendaste y te encomendaron a la burbuja, escribiste en directo, te equivocaste en vivo, corregiste sobre la marcha, publicaste sin esperar a contrastar, no es posible, no hay tiempo, la Red no entiende de esos trámites. Y si a tu benefactor se le ocurre un día que le sale más rentable cerrar ahora que dentro de tres meses, mañana podrás quedarte en la cama hasta la hora que quieras. Y así viste el carro del oro pasar.

Periodista que sales de la empresa en la que prestaste servicio durante 20 años o más, y no te dan ni el finiquito ni los atrasos ni las gracias. Eso pasó ayer otra vez. Periodista que enseñas a tu pueblo la foto de tu compatriota ejecutado, sabiendo que en la próxima saldrás tú. Eso ha pasado hoy. Periodista que andas hecho un asco y aún así todavía crees en lo que haces, aunque no dejarás de preguntarte todas las noches qué coño haces aquí. Periodista que vienes al mundo te guarde Dios. El poder o sus siervos, el el empresario o el editor, el share o la cuenta de resultados, uno de todos estos tangibles o intangibles ha de helarte el corazón.

Hoy es el patrón de los periodistas y se llama, siempre se llamó, San Francisco de Sales. Normal, si se apellidara de Entras, lo hubiera sido de otra profesión. Con todo, y siempre, felicidades a todos los que quedamos.

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