La Seve Cup

Ryder Cup 2014Lo que uno sabe de Golf no es de jugarlo, sino principalmente de largas tardes de sábado y de domingo gastadas tirado en el sillón, asistiendo pacíficamente a las retransmisiones de TVE –ay, pobre corporación- desde el Club de Campo o desde los links de algún distinguido club de Cádiz o de la Costa del Sol. Nada que ver con las dinámicas coberturas de los americanos, por ejemplo cuando se jugaba el Masters de Augusta. Aquí se seguía todo desde cámaras fijas situadas en los últimos tres hoyos, y había que esperar a que fueran llegando los partidos que estaban en marcha. Lo que pasa es que esa lentitud no se hacía exasperante sino plácida, agradable. Comentaban Matías Prats y uno de los mejores golfistas españoles de entonces, Manuel  Piñero. Y sobre todo lo amenizaban, llenaban los tiempos muertos sin cansar, explicaban los pormenores del juego para que todo el mundo los entendiera, las maderas y los hierros, contaban anécdotas, se conocían a todos los jugadores del momento, dentro pero también fuera de los campos, su lado humano. Vamos, era una delicia, y vaya si aprendías. Así supe de la dimensión de este juego, lo que significaban Jack Nicklaus, Gary Player… y por supuesto Severiano Ballesteros. Y descubrí lo que era la Ryder Cup.

Cierto día, allá por 1985, asistía a la histórica primera victoria de Europa sobre Estados Unidos, los jugadores emocionados, Matías y emocionado y hasta a mí se me estaba poniendo un nudo en la garganta. Aún así, todavía no llegaba a comprender todo lo que significaba eso. Cierto día llegó a mis manos un informe según el cual los cinco acontecimientos deportivos de mayor repercusión social y mediática, a nivel mundial, eran: los Juegos Olímpicos, los Mundiales de fútbol, el Tour de Francia, la SuperBowl… y la Ryder Cup. Así de importante era.

Pero hasta ese año, había sido un total ejercicio de dominio de los americanos. Salvo en tres ocasiones, la última en 1957, habían machacado sistemáticamente a los británicos, que eran los que la jugaban desde 1926, hasta que en 1979 se extendió a Europa. Pero aquella edición en The Belfry, la primera que me consta que se televisara en España, cambió la historia. Y, aparte de otros grandísimos europeos –Faldo, Lyle, Woosnan, Langer, el propio Piñero, Cañizares…- el que lideró y encarnó aquella revolución fue el gran Seve. Dos años más tarde, fueron a jugar a tierras americanas, a Ohio más concretamente, y volvieron a ganar, por primera a domicilio. Y al siguiente, de vuelta al Viejo Continente, empataron y retuvieron el título. En total, desde aquel 1985, los estadounidenses han ganado cuatro y los europeos 11 con la conquistada ayer, que además es la tercera consecutiva.

En 2012 se jugó en Medinah, Illinois, la primera Ryder desde la desaparición del gran Ballesteros. Los anfitriones arrasaban, y a falta de la última jornada dejaban un 10-6 en el marcador, aparentemente incontestable. Todo dio la vuelta el último día, en los partidos individuales, y Europa firmó una histórica remontada para imponerse por un punto. Los jugadores, capitaneados por José María Olazábal, dijeron entonces que había sido el espíritu de Seve el que les había levantado, les había hecho no rendirse, empezar a poner las bolas en la calle, llegar al green sobrados y meter todos los putts. Había sido un milagro y sólo podía venir de allí. Se abrazaron y lloraron a gusto.

Este año, en Escocia, los jugadores capitaneados McGinley -con Olazábal y el Pisha Jiménez como vice-capitanes, sabían muy bien, y así lo declaraban, que ese espíritu era el que les debía guiar. Y fueron de menos a más. Empezaron dubitativos en la primera serie de Fourballs del viernes, pero ya en los foursomes de la tarde enderezaron el rumbo. El sábado terminaron con 10-6, el mismo marcador por el que iban perdiendo hace dos años. Pero ellos no se iban a dejar sorprender, el que les miraba desde arriba no se lo iba a consentir. Viéndoles cada dos años, la felicidad que debe producir ganar esto debe ser inmensa.

Porque la Ryder Cup es distinta a todo, y tiene un significado, una proyección global de la que aquí no nos hemos dado todavía cuenta. Por eso no hemos llegado a valorar en toda su dimensión lo que realmente ha significado Severiano Ballesteros en el mundo del deporte. El hombre que popularizó el golf en España, sí, pero el que lo cambió en el mundo. Y cambió la Ryder Cup. Seguro que no faltará quien a este lado del Atlántico se habrá planteado cambiarle al nombre. Quien sabe si algún día no se llamará la Seve Cup.

Ryder Cup Europa 2014

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