Aunque se sepa de memoria, no está de más a veces repetir lo obvio. Los entrenadores no sirven solo para vilipendiarles y echarles la culpa de las derrotas y los fracasos, o para dar ruedas de prensa más o menos explosivas o ciertamente sosas. A veces tienen mucha más importancia. Concretamente en baloncesto, tienen intervención muy directa el transcurso de los partidos, cosa que no sucede –o en mucha menor medida- en otros deportes como el fútbol. Se ha venido diciendo que esta enorme generación de baloncestistas españoles –a los que tanto hay que agradecerles- tenía la característica de auto-gestionarse, más o menos que bastaba con ponerles en la cancha y ellos ya se lo guisaban y se lo comían. Lo decían y se quedaban tan anchos con el mito.
Solemos dar por hecho que los buenos baloncestistas, futbolistas o balonmanistas saben además de táctica, conocen a la perfección los sistemas de juego, saben en todo momento lo que hay que hacer. Y salvo honrosas excepciones, la inmensa mayoría no. Decía Ancelotti que él no era muy técnico ni muy físico, pero sabía en todo momento lo que pasaba en el campo, por eso le eligieron para ser el cerebro de aquel gran Milan. Pero es una de esas excepciones. Además, el fútbol se presta más a la improvisación, puede no funcionar una táctica y ganarse un partido por una genialidad o una jugada aislada. En baloncesto, absolutamente no.
Por mucho que los Gasol, Navarro y compañía se entiendan a la perfección y sepan en un momento dado buscarse soluciones, siempre han necesitado –como lo necesitaba Michael Jordan y cualquiera- a alguien que en un momento les hiciera ver situaciones en cancha y tomara decisiones –”vamos a meter balones al pivot en el poste bajo, vamos a intentar ataques largos, vamos a probar ahora con una defensa en zona…”. Aparte de que las alineaciones en este deporte no significan poner a cinco y ya los iremos cambiando. Se trata de gestionar los minutos a jugar entre los doce –o nueve, diez que utilices-, repartiendo minutos y procurando que el equipo no se resienta en su nivel cuando haya que dar descanso a los supuestamente referentes del equipo. Eso que llamamos las unidades A y B… Luego, en un momento preciso, se puede improvisar o alterar el plan inicial en función de una necesidad concreta, ahí está el saber hacer o la genialidad del técnico.
¿Obviedades? Pues visto lo de anoche, no lo parecen tanto. Los éxitos de este grupo durante estos años fueron sobre todo de estos chicos formidables, y los palos cuando vinieron mal dadas se los llevaron quienes les entrenaban. Pero tal vez se infravaloró lo que aportaron Scariolo, Aíto, Pepu Hernández o Charly Sáinz de Aja -cuando eran los Juniors de Oro. Y acaso ayer fue cuando se valoró aquello, simplemente porque se echó en falta. A muchos nos podrá parecer que unos, varios o todos no estuvieron bien, ciertamente, y podrá parecernos discutible según qué actuación o qué actitud. Pero sobre todo se apreció una dramática falta de plan, incomprensible cuando se está en una cita de ese calibre, con todo lo que había juego, ni más ni menos que unos cuartos de un Mundial. Aparte otras carencias, rotaciones mal planteadas, jugadores importantes relegados a espectadores o ausencia de gestión y de decisiones en momentos clave, no había más que ver el estado del equipo en los trémulos ataques del último cuarto: no tenían ni idea de qué hacer, se chocaban entre sí, se atropellaban y al final terminaba jugándoselas uno –generalmente Pau– contra cinco. No, no se auto-gestionaban. Simplemente son muy buenos, pero necesitan alguien que al menos les sugiera algo. En la otra cara de la moneda, póngase el ejemplo de juego colectivo y dirección que ofreció ayer el conjunto francés. A este juego no se juega solamente de oído.
Haciendo un poco de memoria, recuérdese que el proyecto de Juan Antonio Orenga como seleccionador tenía en principio carácter de interino. Tras los JJOO de Londres, anunciaba Scariolo una especie de año sabático que el presidente de la federación, José Luis Sáez, ya tenía decidido que en realidad era una despedida, el italiano no iba a volver a ese banquillo. Al fin y al cabo, la cita de 2013, el Eurobasket de Eslovenia, no era tan trascendente, previsiblemente iban a faltar varias de las grandes estrellas y ni siquiera había que clasificarse para el Mundial del año siguiente, ya que lo jugábamos en casa. Esa sí que era la gran cita. Se hablaba sobre todo de Joan Plaza como futuro seleccionador tras la interinidad. Sucedió entonces que en Eslovenia se consiguió un bronce. Más que nada porque fue un campeonato en el que o se ganaron los partidos de 20 –cuando salieron rodados- o se perdieron –cuando salieron más torcidos. Y coincidió que el partido por el tercer puesto fue de los primeros, pero la semifinal ante Francia fue de los segundos.
Sin embargo a Sáez le convenció. Y decidió que Orenga fuera nuestro hombre para dirigir a la selección en el Mundobasket de España. Al fin y al cabo se ahorraba una pasta, y ya con todas nuestras figuras en liza, con nuestro público y un calendario favorable, nadie nos detendría hasta la gran final contra Estados Unidos. Ahora nos llevamos las manos a la cabeza. Pero no nos engañemos, hemos hecho lo mismo que en la competición del año pasado: hemos ganado partidos de 20 y 30 puntos… y al primero que ha salido igualado, lo hemos perdido. Con la particularidad de que ha sido en cuartos, Francia nos ha vuelto a mojar la oreja y nos hemos quedado con esta cara.
Hagamos trabajar otra vez a la memoria: cuando la gesta de los citados y aclamados Juniors de Oro, en el 99, tuvimos una semifinal de infarto contra Argentina, exactamente igual que cuando el Mundial de Saitama que conquistamos en 2006 –ese triple de Nocioni que se salió; en los JJOO de Pekín nos las vimos y deseamos contra Lituania para llegar a la deseada final contra el USA team; en Londres sudamos tinta contra Francia y Rusia en cuartos y semis; y luego, sí, tuvimos actuaciones brillantes, victorias espectaculares, palizas de escándalo. Pero los partidos sufridos también se ganaron. Es la diferencia. Algo salió bien, hubo suerte, entró el tiro… pero no se jugó de oído. Ni de oreja. Ni de lo otro…
No es cuestión ahora de hacer sangre –hay otros que están siendo hoy mucho más crueles que yo, como Vicente Salaner en El Mundo. Y en cualquier caso, el principal punto de mira de las críticas más duras no habría de ser tanto el entrenador que no ha sabido o no ha podido, como el presidente que apostó por él. Lo hizo con todas las consecuencias, y estas son. Para mañana ha convocado rueda de prensa.