Tal día como mañana se cumplirán 53 años de levantamiento del Muro de Berlín, con nocturnidad y alevosía. Y el 9 de noviembre de este año se celebrarán los 25 de su caída, también con nocturnidad pero con desmedida euforia. Es entonces cuando circulan noticias como que la mitad de los alemanes ni recuerdan cuando se construyó. Sólo uno de cada dos alemanes… elmundo.es. Como hace 13 años por estas fechas caí por allí por primera y única vez, me ha dado por recordar uno de los enclaves que más me impresionó y más propiamente representa los cambios y convulsiones que esta ciudad ha vivido a lo largo de su historia: la Potsdamer Platz.
Nacida como un cruce de caminos a las afueras de Berlín, a principios del siglo XX comenzó su auge unido al de aquella joven y ambiciosa Alemania, y en 1930 la Plaza de Potsdam ya era la más transitada de Europa. Allí, por cierto, se instaló el primer semáforo para regular el tráfico. Los efectos de la Segunda Guerra Mundial, y principalmente los de su desenlace, fueron descarnados con esta ciudad y a la vista siguen hoy muchos de ellos. Pero muy especialmente crueles fueron con este emblemático enclave, que quedó transformado en un vasto solar. Postrada en el lado Este de la dividida ex capital alemana, las autoridades de la RDA no hicieron absolutamente nada en ella ni por ella. Es más, cuando levantaron el Muro, hicieron que rodeara la plaza, dejándola en el absoluto limbo. A su caída, una de las primeras tareas en las que se afanaron los berlineses fue reconstruirla.
Cuando la visité en 2001, el espectáculo chocaba. Entrando por su vertiente Oeste, te encontrabas con una especie de Times Square en alemán, destacando el flamante y luminoso Sony Center, recién construido. La otra mitad de la plaza seguía siendo un descampado, y sobre restos del muro podían admirarse exposiciones fotográficas que mostraban sus diferentes fisonomías y aspectos a lo largo de la historia. Producía vértigo.
Hoy, ya completa, puede decirse que la Potsdamer Platz ha recuperado su esplendor en el corazón de la restituida Berlín, en ella se desarrolla cada año la Berlinale –el festival de cine-, y los visitantes pueden pasar horas visitando sus tiendas, bares, restaurantes y subiendo a los edificios y miradores para regalarse esplendorosas vistas. Irradia luz pero, sobre todo, ha recuperado lo que la hizo célebre: la gente que la transitaba.
En aquel agosto de 2001 asistía al espectáculo de aquella ciudad y aquella plaza, y me decía que la gran Berlín vivía en aquellos momentos entre lo que fue, lo aspiró a ser, en lo que se quedó y lo que de nuevo podía llegar a ser. Entretanto, no sabía bien lo que era. Ahora ignoro si lo sabe, pero lo que parece seguro es que no quiere recordar.
Yo sí recuerdo cuando cayó. Esa noche estaba en Colonia y salí del hotel a celebrarlo, pero nada. Yo creo que los alemanes de Occidente tampoco estaban muy ilusionados.
Y un año antes pasé por el chek point Charlie de un Berlín a otro. Fue como retroceder 50 años en el tiempo. Todavía tengo un viaje pendiente al nuevo Berlín. Otro día os cuento mi aventura del vuelo Franfurt-Berlín. Todavía estoy asustado.
Pues esperamos esa aventura, seguro que no tendrá desperdicio. Además, conociendo el «pequeño y funcional» aeropuerto de Frankfurt…