Nos quedan pocos post de esta sección mundialista, y a partir del lunes retornaremos a la normalidad, como si no hubiera pasado nada. Nos encontramos en los días de calma previos a la gran final, que como suele pasar, y con la excepción de hace cuatro años, casi nunca es la que cada uno esperaba, salvo que se sea argentino o alemán.
Pues vamos a aprovechar esta tregua para retratar a uno de los nombres que son noticia en este Mundial 2014. Es cierto que sus 16 goles los ha marcado en cuatro mundiales, Ronaldo marcó sus 15 en tres –estuvo en cuatro pero en el de Estados Unidos no jugó un minuto-, Gerd Müller sus 14 en dos, y Fontaine sus 13 en uno. Los tiempos cambian y hoy raro es ser máximo goleador con más de cinco o seis goles. En cualquier caso, no vamos a negarle su mérito a Miroslav Klose. No habrá sido el mejor delantero de la historia, pero sí ciertamente un hombre aliado con el gol, su gran argumento. No habrá tenido la potencia ni la clase, la exuberancia ni la versatilidad de remate de sus antecesores en el top de los goleadores mundialistas. Pero sí el instinto. En eso no le envidia a nadie.
Es un caso un tanto peculiar el de Klose. Su prestigio lo ha alcanzado casi exclusivamente por sus actuaciones con la selección alemana, en mundiales y eurocopas. En los períodos de “entreguerras” futbolísticas, poco suele saberse de él. Hay jugadores eminentemente de club, que en su selección no dan el mismo rendimiento. Pero este es justamente lo contrario. Sólo una vez ha pasado de los 20 goles en Liga, con el Werder Bremen, club en el que quizás vivió su etapa más fructífera. Porque en las cuatro temporadas que vivió después en el Bayern Múnich sus registros fueron más que discretos, bien es verdad que no fueron los años más lucidos de los bávaros. Y lleva tres en el Lazio, en esta última ha marcado cinco en el Scudetto.
Pero Joachim Low, como antes Klinsmann, no dudan en llamarle porque saben que no les falla. Desde hace 12 años es indiscutible en la Manschafft, y allí siempre rinde. En las épocas menos brillantes de la selección germana, cuando vivían de mucho físico y escaso fútbol, a la puntería de Miro le deben mucho haber sido subcampeones del mundo en 2002, semifinalistas en 2006 –ese gol que cazó en cuartos contra una Argentina que les sometió durante 120 minutos y quedó condenada en los penaltis- y subcampeones de Europa en 2008. Ahora que los buenos futbolistas han vuelto a florecer en aquella potencia, y a medida que ha ido entrando en edad, su papel ya no es tan protagonista. Pero cuando recurren a él, suele responder. Salió desde el banquillo en el segundo tiempo cuando perdían 1-2 ante Ghana, y pocos minutos tardó en marcar un gol puro estilo Klose; ya en los últimos partidos ha sido titular, y en la semifinal enchufó el segundo del ya inolvidable repaso a Brasil, justo el que abrió la enloquecedora serie de cuatro goles en seis minutos. Y el que le vale el récord que ahora ostenta.
El juego de este futbolista de origen polaco es tan afilado como los rasgos de su rostro. No se anda con rodeos, está ahí para definir. No es de jugadas personales, se maneja en equipo y sabe abrirse a las bandas para propiciar huecos a sus compañeros. Pero en el área es donde nada como un pez. Tiene ese don, el de los grandes finiquitadores, de saber dar ese pasito atrás, salirse de la primera escena para entrar de repente por donde menos se le espera. Y por donde no suele quedar nadie, porque sólo él intuyó que el balón caería por ahí, delante ya sólo la portería. No es que se le recuerden goles ni acciones muy espectaculares. Pero oportunidad y efectividad, en cantidades industriales.
A sus 36 años, Miroslav Klose ha vuelto a ser determinante con Alemania. El domingo está ante la oportunidad de conseguir mucho más que haberse convertido en el máximo goleador de los mundiales. Porque nada como tener uno en casa y retirarte a gusto. E imaginamos que algo tendrá que decir en esa final, con permiso de otros a los que a priori se les espera más.