Habrá que reconocer que, después de unos octavos vibrantes y de emociones extremas, los cuartos de final de este Mundial 2014 han quedado por debajo de las expectativas. Han resultado más bien sosotes en general estos cuatro partidos que se anunciaban importantes, y da fe de ello que las noticias de primera plana han sido la fatídica lesión de Neymar o la última producción de la ingeniería Van Gaal cambiando al portero para la tanda de penaltis. Porque no ha dado mucho que hablar el fútbol que se ha visto. Pero el caso es que de estos más bien decepcionantes cuartos salen una semifinales de gourmet, para degustarlas, al menos en la previa. Sí, tenemos en perspectiva dos enormes partidos, de los que llamamos clásicos, rivalidades con historia, eso sí, bien diferente en un caso y en el otro.
Porque los Brasil-Alemania son en realidad un clásico sin partidos. Un sólo antecedente y muy señalado, la final de Corea y Japón 2002. Pero era una Alemania menor, de las peores que se han conocido, que sin embargo llegó a aquella final porque aquel mundial fue bastante raro, fallaron muchas selecciones que en teoría llevaban más cartel. Y bueno, porque la Manncshaft es como es, tiene ese carácter, ese orgullo, y cuando no tiene buen jamón, hasta de la mortadela saca partido. Con todo, era extraño que las dos naciones que mayor dominio han ejercido en la era moderna del fútbol no se hubieran visto las caras hasta entonces en partido oficial. Ni Pelé ni Beckenabuer, ni Rummenigge ni Socrates, ni Garrincha ni Uve Seller se encontraron por esos campos. Fue el partido más deseado en muchos mundiales, y sin embargo se resistía, hubo que compararlos en la distancia, en sus hazañas contra otros. O en amistosos, que por cierto casi siempre ganó la canarinha.
El martes los tenemos ahí, en Belo Horizonte. Una Alemania bastante mejor y más agradecida de ver que la que perdiera ante Ronaldo, Rivaldo y compañía; y una Brasil notoriamente peor que aquella, cuyo entrenador, que es el mismo Scolari aunque parezca otro, le ha hecho renunciar a la magia que les hizo reconocibles en el universo entero. Encima han perdido a su musa, su ángel, el único que evocaba aquel encanto, y no menos importante es la baja de Thiago Silva. Pero juegan en casa, tienen hambre y están convencidos de que este Mundial no lo se lo quita nadie. Partido de determinaciones, los germanos siempre la han tenido, los brasileños viven ahora de ella. Eso sí, se hace extraño en un Alemania-Brasil esperar más talento de los europeos. Y luego están los intangibles, me refiero a todos, imposibles de prever.
En cambio, los Argentina-Holanda son otra cosa. Mucho más vistos y con una rica historia. Un verdadero clásico de la era moderna del fútbol que se inauguró un 26 de junio de 1974 en Gelsenkirchen, segunda fase del primer Mundial de Alemania. El despliegue de fútbol total y el contundente 4-0 que Cruyff y los suyos les endosaron a los Heredia, Ayala y Wolff dejó huella en todos, en los holandeses, en los amantes de este deporte… y en los argentinos. Que cuatro años menos un día después, el 25 de junio de 1978, se tomarían no ya cumplida revancha, les ganaron toda una final del mundial. De su Mundial, porque fue en Buenos Aires y en un Monumental de River del que o ganabas o salías vivo, detalle del que era muy consciente Gonella, el árbitro italiano que se retiró ese día. No vamos a desmerecer, no obstante, a aquel grupo que dirigió Menotti, con esos Kempes, Ardiles, Pasarella… la primera Argentina que supo jugar verdaderamente como un equipo. Ni a esa Holanda huérfana de don Johan pero que mantenía a Neeskens, a Krol, los Van de Kerkhof… y a aquel Rensenbrink que la mandó al palo en el último minuto del tiempo reglamentario con empate a uno. No hubieran recogido la copa porque su parlamento se lo prohibía. No hubieran salido vivos.
Tras aquello, tardarían 20 años en volver cruzarse sus caminos, sería en Francia 98, tiesas se las tuvieron bajo el solazo de Marsella unos tal Simeone, Verón y el Piojo López frente los de Boer, Kluivert y Davids… pero el debate lo iba a cerrar Dennis Bergkamp a su manera, pura elegancia en el control y fino toque con el exterior al palo largo. Minutos antes, Batistuta la había estampado en el poste, y a continuación el Burrito Ortega se había autoexpulsado. Aquí os dejo este buen resumen del partido, con certeros y bastante objetivos comentarios de una televisión argentina. Ha habido una última cita pero insustancial, en Alemania 2006, fase de grupos con la clasificación resuelta para ambos, 0-0, se saludaron y se emplazaron para otra. Que va a ser ahora, el miércoles en Sao Paulo. Se podrá pensar que ni una ni la otra son como estas que hemos rememorado, pero cuidado. Decíamos el otro día que esta Holanda demuestra más ambición que nunca y además ha aprendido a sufrir. Y la Argentina de Sabella está jugando a un 60% de lo que sus futbolistas saben y podrían, pero ante Bélgica mostró el oficio y la seriedad defensiva de los que saben que están ahí para ser campeones. Por algún lado se romperá la cuerda, y para eso están Messi y Robben. De los que quedan y de los que se fueron, ellos dos son los jugadores más desequilibrantes de este mundial.
Luego, ya se sabe que el fútbol está para que los que creemos que sabemos digamos una cosa y luego suceda otra que no tiene nada que ver. Es parte del juego, justo lo que lo hace grande. Así que más allá de vaticinios y sesudas predicciones de las que el balón no entiende, esperemos sólo una cosa: disfrutar de lo lindo. No todos los días, ni todos los años ni todas las décadas, tenemos la oportunidad de ver un Brasil-Alemania y un Argentina-Holanda. A por ellos…
P.D. Y hablando de oportunidades, a quien acierte a decir los nombres de los seis futbolistas que salen en las dos fotos de este post, le invito a… una caña por lo menos.