Pues ya no va a ser el mordisco de Luis Suárez la noticia de este Mundial 2014. De momento la ha desplazado otra, y tampoco positiva. Porque ayer no fue el día en que Brasil y Alemania se clasificaron para semifinales. Ayer fue el día en el que Neymar ha tenido que decir adiós a “su” mundial. Triste, pero un verdadero notición. Sí, ha habido lesiones graves, dolorosas, terribles o verdaderamente inoportunas; jugadores que se han perdido un momento decisivo de su carrera por un tirón o por una tarjeta. Antes de viajar hasta aquí ya se habían caído gente como Ribéry, Reus, Falcao… Pero que la estrella de una gran selección, y nada menos que Brasil, se pierda el tramo decisivo de una competición en su país, y nada menos que Brasil, es una conmoción, para muchos una tragedia. Deportivamente hablando, no vamos a perder la perspectiva de lo que es verdadera tragedia en la vida y lo que es un mero accidente propio del oficio. En fútbol, pocos accidentes más fatales que este; en otros deportes pueden costar la vida.
Fuera o no el mejor jugador de este mundial, estaba llamado a ser la gran figura, el artífice de una Brasil destinada ser campeona del mundo sí o sí, jugara bien o no. Ahora deja un gran vacío. No sólo en todo su país futbolístico, sino en toda la competición. Mira que a muchos, viéndolo, nos pasó como en el cuento del pastor y el lobo. Por mucho que se apreciara el golpe en la repetición, quien más y quien menos se pensaba que estábamos ante otra de sus exageraciones, además ganando 2-1 en el minuto 86, y que le veríamos levantarse como una rosa. La imagen viéndole salir en camilla inmóvil, el gesto retorcido de dolor y lágrimas, ya mosqueaba. La noticia, conocida poco después, dejó helado al planeta fútbol. Neymar se queda sin mundial, el Mundial se queda sin Neymar.
Así, el martes se juega uno de los partidos más deseados en la historia de fútbol, nada menos que un Brasil-Alemania. Pero el gran protagonista será el ausente. De hecho, a estas horas en aquel país, en la concentración canarinha y en el entorno de Scolari nadie está pensando en este partido. Está por ver cómo reaccionan esa afición y este equipo en esta circunstancia, con su pasión y su mística, pero también con sus inclinaciones a la superstición y al fatalismo. Pueden salir por cualquier lado. Pero si el martes son capaces de sobreponerse a la depresión y a la falta de su musa y referente –sin olvidar la importante baja de Thiago Silva– y terminan plantándose en la final, ya va a ser muy difícil pararles.
Bien visto, a Neymar ya nadie le va a quitar su papel estelar. Mucho tendrá que hacer otro jugador de los que aún están –Messi principalmente- de aquí al domingo que viene para erigirse en el hombre del Mundial. Porque en Brasil ya tienen preparada la leyenda. Si finalmente levantan la Copa el día 13, Neymar habrá sido el mártir, el héroe que ganó las últimas batallas como el Cid después de muerto –deportivamente, ya digo. Si lo pierden, el maracanazo de 2014 habrá sucedido ayer en Fortaleza, ese tal Zúñiga habrá ejercido de Ghiggia y para siempre quedarán grabados sus nombres en la memoria colectiva más amplia y rancia que quizás exista, que es la futbolística.