Lo que se pierda en Lisboa

Lo que se pierda en Lisboa

Lisboa es la ciudad en la que la vida y la decadencia van de la mano, la alegría más desatada y la tristeza más delicada, lo brasilero y el fado, la luz cegadora y la oscuridad casi tenebrosa. Puedes subir y subir que parece que vas a tocar el cielo al final, o pueden despeñarse todas tus ilusiones en un momento. Dos altos dominan la ciudad, el barrio do Castelo mira continuamente al Barrio Alto, pero éste siempre le da la espalda. Obsesión frente a desdén, rebeldía contra altivez, cada uno que lo interprete como quiera.

Roma, 1977. Nada menos que un Liverpool y un Borussia Moënchengladbach libraban un partidazo para abrazar su primera Copa de Europa. Unos, los de Anfield, con los años sumarían hasta las cinco que tienen hoy; los otros se despedirían para siempre.

Suponemos que la arterial Avenida da Liberdade sigue teniendo las aceras estrechas y abolladas, que hasta lo llano es a veces tortuoso en esta ciudad, cuando llegas a Rossio o Saldanha ya respiras, pronto tendrás tiempo de asfixiarte otra vez. Pero es un ahogo dulce, turbador, y siempre puedes quedarte en alguna bendita y reparadora explanada como la mítica de la azotea del mercado do Chao do Loureiro, que tanto juego nos dio aquella vez. Si derrotas por el otro lado, la espléndida cervejaria Trindade te queda a tiro de una pendiente cruel, pero muy cerca, paralela a la Rua da Misericordia, a la que algunos apelan a estas horas.

Viena, 1990. Antes de la final contra el Milan, una delegación del Benfica, con Eusebio a la cabeza, fue a visitar la tumba de Bela Guttman, allí enterrado, a pedirle clemencia y ver si dejaban las cuentas arregladas por fin. No sólo perdieron otra vez, no han vuelto a jugar una final de Champions.

Esta ciudad ha padecido un terremoto bíblico y un incendio atroz en todo su centro histórico, y aunque a duras penas, ha superado ambos. No sabemos si podrá con la que se le viene encima mañana. Noche larga se avecina por esas ruas y esas cuestas, más de uno, del equipo que sea, acaba seguro en un tal bar Copenhague del barrio portuario, que le vaya bien y salga… como buenamente pueda. Lo que yo no dejaría abierto por nada del mundo es el Pavilhao Chines, o bueno ellos verán.

Barcelona, 1999. El cuarto árbitro mostraba el cartel que indicaba tres minutos de descuento, agitado trámite tras el que el Bayern Múnich se preparaba para celebrar su vuelta a la cumbre europea 23 años después, tras diversos sonados fracasos. El Manchester United sacaba un córner…

Una cuestión relativamente importante –o muy importante- se va a dirimir en la ciudad de los dilemas. La que eternamente discute si arriba o abajo, si Tajo o Atlántico, si Vasco da Gama o 25 de abril, si Benfica o Sporting, si Sagres o Super Bock. Si ascender al infinito por la Rua do Carmo o acogerse al elevador de Santa Justa, si prefieren la cuestona con la lengua fuera o esperar la interminable cola. Tendrán que dejarse estos días de discusiones banales, que mañana llegamos nosotros con la cuestión más fundamental que han debatido los tiempos: si Cibeles o Neptuno. Si jugará Diego Costa, si se recuperará Pepe, si estará Cristiano a punto, si Arda superará todo ese dolor. Europa atenta a su destino, todo listo para las elecciones del domingo 22 de mayo, lisboetas, ¿no querrían ustedes una alcaldesa preparada, discreta y perspicaz?

París, 2000. Dos providenciales prendas blancas se aparecieron en el hall de un hotel de Washington, portadas por un inglés. Una de ellas se colgó de mi cuello y me acompañó toda la noche hasta altas horas estadounidenses, aún creo llevarla puesta, aunque ahora mismo no sé dónde está. La otra existe, se la ve en Facebook y cuenta la historia a su manera, libre se supone que es.

En Lisboa sólo se ha jugado una final de Copa de Europa, la que le ganó el Celtic al Inter en 1967, primer equipo británico en conseguirla, precisamente en un país tan observador de las costumbres de esas tierras que les quedan mirando al mar a la derecha, esto es al Norte, más que nada por oposición a lo que tenían que aguantar por el Este, que para ellos es a sus espaladas porque Portugal mira al océano. Sí, como Chiado y San Jorge. Pero por pocas que se hayan jugado allí, saben, como en todas las ciudades, que una final de Champions League es un partido único, especial, aislado en el tiempo por más que sea el último de una competición larga. Y que no admite cávalas, especulaciones ni vaticinios, por muy lógicos y muy expertos que algunos parezcan. Que empieza de cero y hasta que dura. Que no atiende a pasados ni presentes, ni a urgencias ni a paciencias.

Estambul, 2005. Rumiaba el vestuario del Liverpool aquel frustrante 3-0 al descanso, era tal el silencio en aquel cuarto que lo único que escuchaban era a sus seguidores ahí fuera cantando a pulmón abierto. Benítez sólo supo decirles: “salid y haced algo por esa gente”.

Cierto, estas finales han visto ganar a super favoritos y a víctimas propiciatorias; a teóricamente invencibles y a manifiestamente inferiores; a los que tenían toda la presión y a los que venían relativamente relajados; a los que llegaban con la temporada resuelta y a los que se lo jugaban todo a una carta; a los que no tenían nada que perder y a los que les iba la vida en ganar; a los que sumaban 10 finales y a los que llegaban por primera vez; al que había jugado sobradamente mejor y al que no había olido el balón; al que disparó 20 veces a puertas y al que llegó al área contraria una vez; al rico y al pobre; al valiente y al cobarde. A los que esperaron pacientemente 40 años y a los que 12 se les hacen interminables. Es un partido, simplemente eso. Pero que lo da y lo quita todo. Futbolísticamente, se entiende. Es decir, trascendental.

Londres 2011. Marcaba Pedro para el Barça el primero al Man Utd, y un tipo muy importante y nada culé dijo: “es que yo ahora mismo apagaba la televisión”. Entonces salió un primer plano lleno de la cara de circunstancias de Sir Alex Ferguson. “Mira tío, ese está pensando lo mismo que tú, si pudiera la apagaba ya”.

Después de una final de Champions League, la vida sigue, como no podría ser de otra manera. Eso sí, para unos mejor y para otros decididamente peor. Uno y lo otro puede tardar días en pasarse, cuando no meses, años y hasta décadas. Claro que la vida da muchas vueltas, y si no puede ser esta vez, el año que viene nos quedará Berlín. Pero eso se ve tan lejos ahora… Lo que toca es prepararse para disfrutar, sentir el cosquilleo. Uno humildemente cree que la ganará el Real Madrid pero otros pueden creer otra cosa, ya digo, nada dice que no la vaya a ganar el Atlético de Madrid. Pero sobre todo, que nos portemos todos bien, que vuelvan todos como se fueron y quedemos aquí como estamos, muy tristes o muy contentos, pero nada más. Y al fin y al cabo, ¿quién no perdió algo en Lisboa?

8 Comments

  1. Escucho que el Madrid necesita más la Champions para no cagarla este año…… es la primera vez que alguien que tiene 9 cosas de algo necesita mas tener 10 que uno que no tiene nada……. es la lógica de la banca y el poder… PA MI TOOOO Y LOS POBRES QUE SE JODAN….

  2. Pero un partido dura 90 minutos….. o 120….. y hay que salir a ganarlo, luchar por ganarlo, merecer ganarlo y buscar con fe y ahínco las ganas para ganarlo….. y a veces los niños ricos pues se encuentran con gente dura y peleona y se llevan un chasco,…….como con el Macabi…. por ejemplo…. así que Aupa Atleti y por huevos y lucha no va a quedar….. y a lo mejor hasta existe la justicia poética y no es un mito…..
    Otra cosa: yo me he alegrado de verdad de la 7, la 8 y la 9….. y solo he encontrado un Madridista que diga: «joder que tenemos 9 y el Atleti ninguna…. si ganan pues me alegro por ellos». Don Paco Gento lo he dicho hoy y me he quedado picuet…. Un grande de verdad.

    1. ¿Pobre el Maccabi? Vamos, no me hagas reír. En cuanto a vosotros, hay que reconocer que habéis manejado muy bien el discurso del pobre, del humilde, del equipo del pueblo… pero tú sabes -y lo sabes- que no es oro todo lo que reluce ni chatarra oxidada todo lo que chirría. Por lo demás, yo también me alegraré cuando ganéis una, y bien puede ser esta vez y así procederé. Pero preferiría, claro está, que se la ganéis al Bayern, al Chelsea, al Milan… Imagino que lo comprendes.

      1. Estás muy nervioso o algo… lo acabo de pinchar y vas al artículo perfectamente….. no se…. igual pero si pinchas vas…… relax….

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