Políticos de Champions y en butaca

Ayer hemos conocido el dato de que 39.000 familias españolas perdieron su vivienda a manos de los bancos durante 2013, un 11% más que en 2012, y a razón de algo más de 100 diarias. No es que la noticia, cuya fuente es nada menos que el Banco de España, haya tenido mucho eco, y de hecho algunos medios ni hacen mención. Que la actualidad tiene otros derroteros, o mejor dicho otros intereses. Qué decir de la casta política, que estos divide su preocupación entre unas elecciones europeas que les interesan principalmente a ellos –pero no por Europa, sino por calibrar su estado de forma de cara a las siguientes citas electorales- y sobre todo la “estresante” agenda deportiva, que no dan abasto.

En efecto, sacrificados tiempos los que viven los dirigentes políticos, especialmente los madrileños. El presidente de la Comunidad se sometió a un agotador fin de semana en Milán, a cuenta de la Final Four de la Euroliga, que ineludiblemente había que atender. La alcaldesa, por su parte, acudió abnegada el sábado al Camp Nou, a “sufrir” con el Atleti y verle ganar la Liga, para el domingo reunirse Ana e Ignacio en la ardua tarea de chupar toda la cámara posible a ambos costados de Florentino Pérez en el palco de Mediolanum milanés –amén de la consejera de Educación y toda la tropa de carguillos y asesores. Ahora preparan las maletas para otro fin de semana en Lisboa, que esto es un no parar. Que no en vano ya se ha dicho que esta final de Champions entre equipos madrileños es signo inequívoco de la senda de progreso que ha tomado este país, y no digamos su capital. Después, a Brasil habrá que ir, que Madrid también es España, y lo mismo pensarán los de Valencia, Aragón, La Rioja, Baleares… ¿cabrán futbolistas en el avión?

¿Y qué decimos del presidente del Gobierno? A Mariano Rajoy no le faltaron arrestos ni se le cayó nada aquel 3 de junio de 2012, cuando a la noche siguiente de consumarse el rescate a la banca española –que seguimos pagando los españoles mientras los bancos siguen quedándose con las casas- decidió que por nada del mundo se iba a perder el debut de la selección en la Eurocopa ante Italia. Y además se lamentaba –y nos hizo compadecernos- de que, por estar esa tarde en Polonia, no podría asistir en París a la final que jugaba Nadal en Roland Garros. Que omnipotente será, pero omnipresente no. Por supuesto que ya ha asegurado que no se perderá la final de Lisboa, pase lo que pase y cueste lo que cueste. Y que va con el Real Madrid. Posiblemente haya sido lo más claro y rotundo que ha dicho el presidente desde que llegó a La Moncloa.

No sabemos cómo se las van a ver los de protocolo para acomodar a tanta personalidad española que se afanará por tener sitio en el palco del Estadio da Luz este sábado. “Imposible calcular” –dígase en portugués- cuántos van a parar por ahí. Y tampoco sabemos si alguno se habrá puesto a trabajar. Porque mucho pensar en fiestas y pantallas gigantes, pero hay algo en lo que no sé si habrán caído. Esta es, sí, la primera final de Champions League entre dos equipos de la misma ciudad. Pero será, por eso mismo, la primera a la que dos aficiones van a acudir al mismo sitio… por el mismo camino. Así, las medidas y protocolos de seguridad no corresponden sólo esta vez a la UEFA y a las autoridades y fuerzas de seguridad portuguesas.

Para tomar nota: por la carretera de Extremadura, por Talavera de la Reina, por Navalmoral de la Mata, Cáceres, Badajoz y por todos sus pueblos van a enfilar decenas de miles de aficionados madridistas y atléticos. Van a pernoctar, van a comer y beber, se van a encontrar en los mismos bares de carretera, en las mismas estaciones de servicio. A la ida, se supone que la gran mayoría irán de buen rollo y en comandita, salvo que algún grupito meta la pata e incendie alguna mecha. Pero ¿y a la vuelta? Salga como salga la cosa, unos regresarán eufóricos y los otros muy mosqueados. ¿Ha pensado, han previsto el Ministerio del Interior, los gobiernos autónomos, las delegaciones del Gobierno esta “curiosa” situación? ¿O no habrán tenido tiempo con todo el follón de los vuelos, las plazas de hotel y asegurar sitio en las zonas nobles del estadio para toda la comitiva oficial? Claro que a lo mejor le han encomendado la tarea a alguna virgen, que el ministro Fernández tiene mucha afición a delegar en estas impagables colaboradoras.

Avisados quedamos, y en estas cosas, aparte el espectáculo y quién gane o pierda, nos jugamos mucho de la imagen de una ciudad y de un país, eso tan manido y mal usado de la marca. Entendible, por otro lado, es que una gran parte de la ciudadanía piense tanto en la fiesta y la jarana, porque a muchos es lo que les queda. Pero que nuestros políticos de Champions y en butaca se dediquen a pensar en lo mismo, con lo que les queda…