Cinco días con A. S.

Adolfo SuárezCuando se trata personalidades destacadas que llegan a cumplir su ciclo vital y, llegado el momento, su desaparición no nos deja indiferentes, el hecho puede producirse de dos formas: en olor de multitudes, o bien después de un progresivo silencio que sólo se altera cuando sobreviene la noticia. Adolfo Suárez llevaba las trazas de pertenecer a este segundo caso, pero su hijo se encargó de ponerle en el primero. Su rueda de prensa el pasado viernes a las once de la mañana tuvo esa intención. No bastaba con unas exequias de jefe de Estado bien cumplidas, además entendió que la figura de su padre merecía un clima de máxima expectación ante la inminencia de su muerte. Y si en un momento a algunos pudo sorprendernos, o al menos llamarnos la atención la estrategia, creo que la mayoría hemos terminado por reconocer que era lo propio.

En efecto, hemos estado dos días esperando a Suárez, antes de despedirle definitivamente. Y en total, han sido cinco intensas jornadas que hemos dedicado recordarle, evocarle, rememorar sus discursos y sus frases –que evidentemente hoy, con la perspectiva, tanto nos suenan a Fernando Onega– y al mismo tiempo recordarnos, evocarnos y rememorarnos a nosotros mismos. Tal como fuimos y tal como somos. Han vuelto a sonar las canciones de aquellos días, hemos revisitado las escenas televisivas, hemos leído otra vez aquellas portadas en inusitadas tipografías.

Aparte la bien ejecutada estrategia, parece ser que además Suárez Illana cumplía fielmente una promesa, un pacto con la prensa amiga, que en realidad existía y estaba más al tanto de lo que parecía: no molestar, no perturbar la tranquilidad, la soledad, el íntimo padecer de esa familia, y a cambio él informaría puntualmente cuando llegara el momento. También era una manera de mantener alerta a las instituciones, que no se despistaran y tuvieran todo a punto para que los protocolos, las comparecencias y los diferentes actos, mensajes y homenajes al ex presidente se desarrollaran al momento y como corresponde.

Podrá también considerarse un detalle que, al anticipar el desenlace, los medios hayan tenido tiempo de preparar debidamente todos sus especiales, reportajes y profusa cobertura retrospectiva, colaboraciones, opiniones y testimonios privilegiados. Esto en realidad suelen tenerlo bastante preparado. Me consta una afamada periodista que llevaba años persiguiendo a uno de los más fieles colaboradores –de los últimos que quedaron- de don Adolfo, para que le escribiera el artículo de despedida. “Que me deje en paz, cuando llegue el momento ya lo escribiré, si me apetece”, le oí decir. En cualquier caso, y por mucho trabajo que se intente llevar adelantado, siempre es una faena que una celebridad se muera de repente un domingo a las 11 de la noche.

El caso es que hemos tenido, ya digo, cinco días completos para acordarnos y hacer balance del que fuera figura clave de nuestra duramente conseguida –y hoy en peligro por cierto- modernidad política y como país. De dedicarle espacio, páginas, horas y muchos pensamientos. De asistir a esos impresionantes silencios que se vivieron ayer en el centro de Madrid, después en Ávila. De conmovernos al ver esa tumba que pareciera la de los amantes de Teruel, con esa lápida y esa mesiánica inscripción: “La concordia fue posible” y a la que a uno se le ocurre que faltaría entre paréntesis un“continuará”. Cinco días sobre todo de gratitud. Que, aún así, podría antojarse insuficiente y sobre todo tardía.

Porque con todo, no sé si lo que más ha conseguido Suarez hijo con su revelación del viernes ha sido azuzar la conciencia de unos, de otros y de prácticamente todos. Porque hablando de Alzheimer, a lo mejor no se sabe quién lo ha padecido más en todos estos últimos años. O si fue en realidad propio Adolfo Suárez el que, zarandeado, ninguneado y desengañado de todos los que le rodearon y luego le abandonaron, decidió un día olvidarse de todos. Y por más que al final han hecho por alabarle, reconocerle y tratar de reponerle en la Historia y en sus sentimientos, él ya no les ha hecho ni caso.

Como las cinco horas que con Mario pasó su viuda en la novela de Delibes, a lo mejor estos cinco días han servido, al fin y al cabo, para que cada uno se conozca y se retrate a sí mismo. O bueno, cada uno sabrá dónde queda en esta historia.

5 Comments

  1. Os recomiendo que os leáis un libro de Manuel Vicent que se llama «El azar de la mujer rubia»….. va sobre Suarez y cómo llegó al poder y es un libro poético, divertido y original…. cuenta cosas alucinantes pero lo estuve investigando todo (me gustó mucho) y es todo verdad…….. merece la pena…..

  2. Otro libro que me ha dejado acojonado es «El Poder del perro» de Don Winslow sobre el Narcotrafico mexicano y las guerrillas suramericanas, la DEA, la CIA, etc….. Si creeis que el mundo es una mierda y está todo manejado por la mafia os equivocais……. es mucho peor….Y ojo que todo lo que pone parece una novela pero es real y cierto punto por punto….. NO RECOMENDABLE SI TENEIS NIÑOS Y CREEIS EN UN FUTURO MEJOR…..

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