El clásico, para quien lo juega

Por segunda vez esta temporada, el Atlético de Madrid se viste de líder de la Liga BBVA, y por segunda vez también, su ascenso a la cúspide coincide con un acontecimiento importante. Desde el viernes por la mañana, la atención había encontrado otro foco, sin olvidar las anunciadas marchas de indignados que el sábado confluían en Madrid. Así que por una vez, el clásico no era lo único que estaba sucediendo en este país. Quizás por eso, a lo mejor, hubo quien dimitió antes del partido, pensó que así no merecería tanto la pena dejarse ver.

Con toda la atención informativa volcada en la Clínica Cemtro de Madrid, en imágenes retrospectivas y en las reacciones de personalidades a la desaparición de Adolfo Suárez, en Sevilla se jugaba un partido casi de incógnito. Lo que pasa es que Simeone no es de diluir atenciones, y como hormiguita laboriosa, el Atleti hizo sus deberes a la chita callando ante un Betis en pleno estado de depresión, pero al que no podía permitirse ayudar. Después le tocaba esperar acontecimientos. Y ya, a las nueve, los que quedamos vivos nos dimos al bollo.

Puede que algunos ya hubiesen jugado este partido antes de jugarlo. Tal era el clima de optimismo, hasta de euforia, que se respiraba en los predios blancos. La oportunidad era que ni pintaba, pero otra vez el Real Madrid ha fallado en un partido grande. No hizo las cosas bien, o hizo algunas bastante mal. El Barça, en cambio, sí sabe estar en estas citas, ya sabíamos que no iba a ser el de Valladolid o el de Anoeta. Y sin embargo pudo desangrarse por la defensa, pero su rival no lo supo aprovechar.

Aunque uno prefiera a Carlo Ancelotti de aquí a Lima, hay que ser justo, y lo que tantas veces critiqué a Mourinho se lo tengo que censurar esta vez a Carletto. El Real Madrid no puede agazaparse atrás en un partido de postín en su campo, y mucho menos ante un FC Barcelona que agradece que le dejen respirar. Más cuando, ya digo, cada vez que apretó las clavijas y se asomó al área azulgrana, hizo daño. Piqué evitó el que hubiera sido tercer gol consecutivo de Benzema, y era el sexto remate claro del francés en apenas media hora, tras haber pifiado los tres primeros. Pero cuando tenía la presa herida y aturdida, fuera decisión de su entrenador o inercia de los jugadores, el equipo volvió a dar un pasito para atrás. El Barça volvió a lo mismo que en los primeros minutos: a manejar, a sentirse cómodo, a combinar cerca del área enemiga. Y en esas siempre va a filtrar pases, va a provocar sobresaltos, va a tener ocasiones, va a haber caídas en el área, las pueden pitar Undiano y otro día sí, pero a eso estás expuesto y te puede pasar.

Luego, más allá de los planteamientos acertados o erróneos, están los que hacen acto de presencia y los que estuvieron de cuerpo presente, con perdón. Messi tuvo apariciones decisivas: su gol, el pase a Iniesta en el primero, otro mortal a Neymar que acabó en penalti. No es que hiciera sólo eso, claro, pero ya basta para marcar una diferencia. ¿Y Cristiano? En la primera parte sólo buscó su jugada, y nunca le salió; en la segunda desapareció, como siempre que el Madrid echa el ancla, ahí se queda ofuscado, esperando que le venga algún balón, y cuando llega se le come la ansiedad. ¿Y Bale? Se recuerdan dos cabalgadas efectistas, impactantes, pero cuando tuvo que hacer la cobertura a Carvajal en la jugada del primer gol, ahí se lavó las manos. Mejor dicho, se paró en seco y se quedó viendo la jugada. Eso no, Gareth.

Y por lo demás, no tenemos nada contra Diego López y no le queremos echar la culpa de nada. Pero cada vez que el Madrid sale con otro portero que no sea Iker Casillas, está concediendo una ventaja al rival. Contra un Almería o un Levante no se nota, pero cuando es ante un Barça o un Atleti, decididamente sí. Y a los hechos toca remitirse. Puede entenderse que Ancelotti, el hombre, intente ser coherente con la decisión que tomó a principio de temporada, pero es coherencia en el error.

En definitiva, polémicas, declaraciones y escenitas aparte –que ya estoy de verdad muy harto-, este clásico lo ha ganado justamente el FC Barcelona por tener más juego y, sobre todo, por ser más fiel a sí mismo. Al Tata Martino habrá que reconocerle algo, que del pobre sólo se acuerdan cuando toca dar palos. El caso es que siguen enganchadísimos a la Liga, mientras el Real Madrid ha pedido otra oportunidad de dar un golpe en la mesa. Y el líder, vuelvo a repetirlo, es el Atlético de Madrid, que sigue demostrando que no está ahí para hacer compañía, sino para quedarse hasta el final.