Amnistía Internacional denuncia esta semana que en Mozambique pretenden aprobar una Ley que absuelve a los violadores si se casan con la mujer a la que han violado. También esta semana, pero en España, la Audiencia Provincial de Jaén ha absuelto a un maltratador que ha vuelto a vivir con la mujer maltratada porque “no tiene dónde ir”.
Podremos conmovernos y escandalizarnos con lo que nos cuentan de por ahí, pero la vergüenza no habita tan lejos. Durante décadas estuvimos calificando de tal al muro que dividió Berlín. Hoy hay levantados muros, vallas, verjas y alambradas, a saber: en la frontera entre México y Estados Unidos, entre Israel y Cisjordania, en Arabia Saudí… en Ceuta y Melilla. Entre otros muchos muros, famosos, anónimos o absolutamente olvidados. Más sofisticados o ciertamente primitivos. Metálicos, de piedra, electrificados, con pinchos o rematados con cuchillas. Según el mundo avanza, las diferencias se resuelven con una sólida barrera que preserve a unos de los otros. Y así todos de acuerdo.
En países relativamente lejanos que consideramos inteligentes y paradigmas de nuestra civilización, hace tiempo que muchos ciudadanos prefirieron vivir bien pertrechados y armados en torno a sus bien surtidas casas, antes que pagar impuestos que, entre otras coas, sirvieran para dar alimento y una existencia al menos digna a esos que potencialmente les pueden asaltar y robar. En otros países más cercanos no tenemos ese dilema, principalmente porque se ha decidido que los impuestos sirvan para salvar el sistema, y que los restaurantes de lujo y las tiendas exclusivas sigan llenando sus salones, los clubs de golf sus praderas. Bien resguardados de la inmundicia eso sí, que la muralla china es una simple verja de colegio en comparación, aunque no haya hecho falta hormigón para levantarla. De hecho, les ha salido gratis la obra.
Allí una de cada cinco personas pasa hambre, lo que pasa es que esos no tienen inconveniente en reconocer que viven de la caridad y de los comedores sociales. Aquí, en cambio, el honor y la dignidad pesa mucho, que somos la tierra de los hidalgos. Por eso prefieren salir por la noche, cuando creen que nadie les ve, a buscar en los contenedores. Solo que eso de pasar inadvertido ya está poniendo más que difícil.
Volviendo a lo de Mozambique, tiene que ver con que lo que allí importa es el honor del hombre y lo que entienden por buena costumbre, y lo que sienta y padezca la mujer no tiene la menor relevancia. Habrá a quien aquello le parezca exótico y salvaje, como lo de enterrar a las viudas con sus difuntos maridos. Pero cuidado que ya están viniendo leyes.. y quien las defiende. Y sin ir más lejos, hemos tenido durante años muy presente a un tal Rouco Varela. Que por si tipos como él fuera, todos los colegios volverán a ser niños y de niñas, luego las oficinas habrán de habilitar departamentos debidamente separados. Terminarán defendiendo que se levante un muro que disuada la perversión. Eso sí, para hacerlo con los de tu mismo sexo –masculino por supuesto-, preferible ordenarse, que da menos problemas.
En países ciertamente cercanos decidimos un día abrir las mentes y un poco los corazones, pero al cabo de unos años ya hubo quien empezó a elucubrar, y a tratar de convencer a los demás, de que aquello no merecía la pena y era mejor blindarse. De ideas, principalmente. Empezaron unos pocos y cada vez son más. En estas estamos despidiendo a Adolfo Suárez, pero hace ya tiempo que lo que él representó fue convertido en cenizas y depositado en un columbario. Eso sí, bien protegido por muros el camposanto, no vaya a escaparse lo que no procede que vuelva a campar por ahí.
Y aquí vuestro presidente de comunidad comparando las marchas por la Dignidad con Amanecer Dorado, el partido nazi de Grecia. Aquí sí vale la libertad de expresión con gran desparpajo.