Carles Puyol en el espejo

Pues claro que me creo que se formen colas de futbolistas para mirarse en el espejo antes de salir al campo, por una vez voy a estar de acuerdo con ese, lo que pasa es que el muy ruin lo dice cuando no ya no está en ese equipo y además deja caer que sólo pasa en ese equipo. A ver, a cientos los hay en todo el mundo y no cuesta mucho imaginarse quiénes, en el Chelsea sin ir más lejos, aunque allí es verdad que se llama mirror, que a lo mejor no es lo mismo. La imagen en el fútbol hoy vale muchos duros, genera egos y vanidades, y es verdad que, a veces, parece que estemos en una pasarela y no en un estadio. El que estoy seguro de que nunca se ha parado delante de un mirall, miroir, espelho o cosa que se le parezca, es Carles Puyol. No me entiendan mal, si hubiera sido bien parecido tampoco lo hubiera hecho jamás.

Hablamos de un monumento de futbolista, y habrá que hacérselo más pronto que tarde. De un icono de FC Barcelona, del fútbol español y mas allá, del fútbol simplemente mundial. Un hombre todo corazón y profesión, como en su día lo hayan sido un Pirri por aquí, un Neeskens por allí o un Maldini, un Verti Vogts y un Phil Neal por allá… con la diferencia de que aquellos ganaron algunas importantes cosas, pero éste además lo ha ganado todo. Un buen madridista sabe que, campando por ese Camp Nou o ese Bernabéu un Messi, un Eto’o, un Ibrahimovic, un Kluivert o un Rivaldo, más de un clásico al final nos lo ha ganado él y sólo él.

Ahora puede parecer que su vida y su carrera han sido un camino de rosas, una alfombra persa, y de eso nada. No daban un chavo por él, le aconsejaban irse a otro equipo porque en la primera plantilla del Barça no le veían, pudo irse al Málaga para jugar partidos y rechazó la oferta, el muy cabezón. Le hizo debutar Van Gaal un un 2 de octubre de hace 15 años en Valladolid –vaya por Dios la casualidad…-, de la temporada 99-00, esa en la que el club cumplía su centenario, aspiraba a ganarlo todo y se quedó sin nada y encima no compareció en una semifinal de Copa en su campo. Y así, como quien rompe un espejo maldito, se tiraría cinco años sin catar un título, eran los de ese gran presidente que fue Joan Gaspart… para el Real Madrid. Apenas dos años después de aquel debut, fue lateral derecho titular de la selección española en el Mundial de Corea, ¿se acuerdan, verdad?, también lo fue Casillas tras el incidente colonial –ejem…- de Cañizares, y Xavi era suplente. Viviría después los fracasos de Portugal, Alemania… su primer título fue la Liga 04-05. Esa misma temporada ya le habían hecho capitán.

El resto de la historia ya la conocemos, y nunca dejaremos de tenerla bien presente. En ese Mundial que ya tenemos para siempre, con ese nuevo estilo de juego que hemos hecho nuestro, el ya central quiso mandarle un recuerdo a aquella ancestral furia de nuestros orígenes. Fue con ese gol a Alemania que nos puso en la final, el pobre Neuer no supo si lanzarse a por el balón o a por Piqué, viendo esos dos proyectiles que se le venían. Cuando ya llevaba la mochila llena de gloria y de prestigio, no bajó el pistón nunca, no perdió la seriedad. Con la rodilla maltrecha, no se dosificó, y si estaba para jugar lo hacía con todas las consecuencias. Y si no, pues había que tomar una decisión aunque doliera, a él más que a nadie. Pocos futbolistas del Madrid o del Barça han conseguido ser respetados admirados en la orilla de enfrente, y en fin, en cualquier puerto. Pocos han conseguido que todo el mundo le haga suyo.

Carles Puyol ha tenido la honradez de decir que no puede más y que no quiere engañar a nadie. Con dos años de jugoso contrato por delante, ha renunciado a ellos porque no quiere cobrar por arrastrarse. Si finalmente decide darse un retiro dorado en las plácidas ligas de Oriente, tendrá todo el derecho a mirarse todo él entero en un مرآة , faltaría más. Al fin y al cabo, él es el espejo en el que habría que mirarse. El ejemplo para las generaciones que vengan.