La vida te da sorpresas, pero además te ofrece contrastes brutales. Mientras un ucraniano –o ucranio, que tanto monta- ha entrado esta semana en el reino de los inmensamente ricos –unos 5.000 millones de euros ha ingresado él solito por la venta de su empresa-, su país de origen se desangra en un conflicto que de enquistado ha derivado en furibundo. Jan Koum ha tardado cuatro años en hacer de la nada una empresa por la que han pagado 14.000 millones de euros; Ucrania lleva doce siglos bordeando los precipicios de la historia, y ahora vuelve a asomarse peligrosamente al vacío.
Estos días se escriben biografías y semblanzas del creador de WhatsApp, que emigró a Estados Unidos con 16 años y vivió de la beneficencia, su padre ni siquiera tuvo oportunidad llegar hasta allí, su madre al menos pudo verle hacerse un chico de pro, había entrado a trabajar nada menos que en Yahoo. Aún así, se murió lejos de imaginar a lo que iba a llegar su hijo. Anteayer, 21 años después de su llegada a su nuevo país, tuvo Jan el detalle de irse a firmar el millonario contrato de venta a la puerta de un edificio abandonado que fue la oficina de servicios sociales donde hacía cola con ella para poder comer.
Aproximadamente a esas horas, muy cerca de donde él nació, en Kiev, estallaba la ira. El Gobierno que ascendió ilegítimamente al poder hace 10 años, que lo había perdido en las urnas y recuperado hace cuatro años para hacerse omnímodo e impermeable, que había envenenado y encarcelado a la oposición, ahora decidía cambiar de actitud ante las protestas de sus ciudadanos. De simplemente ignorarlas, había pasado a “apaciguarlas” a base de Kalashnikov. En Siria empezó así la primavera, ahora hace ya tres años y más de 100.000 muertos.
Caída la URSS y tras más de una convulsión, Ucrania proclamó su independencia en 1991, a lo que siguió un período de dura recesión económica, posiblemente el que hizo a la familia de Koum emigrar. Dicen que viniendo de donde venía, con lo que le había tocado vivir en su soviética niñez, siempre fue muy sensible a la intimidad de las personas y reacio a todo lo que sonara a espionaje. Nunca quiso acopiar información personal, por eso las conversaciones y las fotos no ser guardan en WhatsApp. Lo que pasa se la ha vendido a Mark Zuckerberg, que es uno de los convencidos, como tantos hoy, de que los datos de las personas son la gran fuente de riqueza de nuestro tiempo.
A Jan Koum le rechazaron cuando quiso trabajar en Facebook, ahora son éstos los que le han firmado el contrato que le hace millonario para siempre. Y le han nombrado consejero. “Queremos dejar que la gente mantenga una conversación”, decía. Sus nuevos dueños, sus nuevos jefes, dicen ahora que sí que sí, y los analistas opinan que va a ser que no que no. Aseguró que no incluiría publicidad ni juegos, pero también que no tenía interés en vender. Y de su ex país, que reza “por la paz y una solución rápida de la crisis”. Ucrania tiene 46 millones de habitantes, la décima parte que usuarios WhatsApp.
Ya quisiera aprovechar Koum ese dinero que le ha dado la venta de Whatsapp para poder solucionarl algo en su país, pero tiene pinta de que va a estallar una guerra civil en breve y que el país va a quedar dividido en dos, los pro Timoshenko y los pro Yanukovich, aún quedando descolgado los que tienen otras ideologías o los más jóvenes que quizás no son ni de un bando ni del otro… a ver que ocurre.
Yo me quito de whats app…….. paso de faceboock y de toda su mafia….. que asco de mundo digital…..
Te vas a quitar y te vas a quitar. A ver si tenemos los cojones que tienen en Ucrania otro gallo nos cantaría.