Se nos hinchó de ilusión, luego lo tuvimos plano y ahora nos lo vemos flácido y lleno de estrías. De aquel Arias Navarro que dio la noticia más esperada –por unos, por otros y por los de más allá- al Gobierno que ahora ha dado a conocer su propuesta de una nueva y actualizada Ley de Vagos y Maleantes, hemos cubierto 38 años en los que hemos viajado de la incertidumbre a la esperanza, de ésta a la euforia, más tarde a las razonables e irracionales dudas, y finalmente a la desolación. Los “grises” de entonces serán los policías intocables de hoy, del “circulen por favor” pasamos al “ni se te ocurra quejarte, mamón…”. Pero ya parece que nos da igual. El viaje fue apasionante pero agotador, y ahora estamos desfondados. Por delante de nosotros vemos pasar las noticias –y qué noticias, madre- y los escándalos –pero qué escándalos, madre- y ni nos inmutamos, no se nos altera el pulso y mucho menos se desata la pasión.
Vivíamos cuando aquel 20-N en el más absoluto silencio, pero de pronto empezó a llegarnos música de fuera y pareció que se nos despertaran todos los sentidos, no sólo el del oído. Ahora el jaleo molesta, el que montan los del Orgullo Gay y el que organizan unos trabajadores de limpieza que se niegan a ser tirados a la papelera por una empresa que simplemente admitió una reducción de presupuesto con el propósito de aprovecharla para reducir sus gastos e incrementar sus beneficios. Claro que luego cada uno lo contará a su manera, y su público incondicional se quedarán con la primera y única versión que quiera escuchar. Así, tantos se han creído que la alcaldesa estuvo brillante resolviendo el conflicto. Así, la mayoría de los pueblos arruinados por el desastre del Prestige volvieron a votar al mismo partido cuando llegaron las siguientes elecciones. Y eso que todavía por entonces todavía lucíamos algo de tipín con el que ciertamente presumir. Ahora no estamos ni para salir a la calle. Y por si acaso, no nos dejan.
Todos los noviembres son lánguidos y fríos, incluso los días de sol llevan una luz mortecina, una sucia claridad. Aquellos de 1975 me dio por percibir además un olor extraño, indefinible, que luego volvió a repetirse en contados momentos de mi vida y nunca he sabido exactamente a qué era. Hoy hace dos años, sin embargo, lo que me llamó la atención fue un silencio impenetrable, como si todo un pueblo avergonzado fuera consciente de que ahí a las afueras estaba celebrando la noche de bodas de Scarlett O’Hara, finalmente entregada a Rhett Butler para no pasar hambre nunca más. O el encuentro obscenamente pactado de Victorita con el potentado Mario de la Vega en La Colmena, para poder pagar las medicinas que necesitaba su novio tuberculoso. Desde entonces, esas mismas calles, a esa misma hora, asisten al espectáculo de almas muertas ya no tan anónimas, saliendo en busca de un bocado olvidado en los contenedores. Y las medicinas que curan la tuberculosis ya no se pagan, no basta, con una furtiva sesión de cama.
Un 20 de noviembre, este país se vio en un mar de dudas y finalmente decidió dar un pequeño paso hacia adelante, que luego fueron varios saltos en la misma dirección. Y otro 20 de noviembre decidió dar marcha atrás. En principio sólo iba a ser un paso, pero ya le están poniendo la pendiente a sus espaldas para ayudarle a caer. Y caerá si no reacciona, que pinta no lleva, intención no se le adivina. Bastante tiene con mirarse la barriga, que de aquí a poco no le dejará ni verse los pies. Mientras las ideas adelgazan y el músculo se encoje, la grasa visceral toma posiciones y en breve no le dejará moverse ni pensar. Sólo de vientre irse podrá. Y a sus flamantes y satisfechos poseedores, de vientre N la boca se les llenará.
Estamos echos unos parásitos. Nos la meten doblá y aquí seguimos, calladitos y diciendo sí bwana.
Y encima escuchando a gente joven y parada decir que estamos mejor que antes. ¡GILIPOLLAS!, POR NO DECIR ¡HIJOS DE PUTAS!.
Y luego con poner una banderita española en el balcón para decir que español y patriota soy, y tan pancho.
Lo del 36 debería quedarse en pañales si nos moviéramos todos. Pero……
De esta gentuza no cabe esperar menos, así todo ,casi sorprende que no tienen límites, les dá igual que la gente salga, por un motivo ú otro, todos los dias a la calle. ( Aquí los PP ahora a los que salimos a la calle en manifestaciones nos llaman batasunos y bolivarianos, como lo cuento).Tienen ¨argumentos¨para todo. Sí……les volveran a votar. Tampoco yo me lo explico.