No es en absoluto descartable que, antes de que pasen 77 años, se vendan polos de la marca Andy Murray. Y que, como a Fred Perry, las generaciones futuras le conozcan más por las distinguidas prendas de vestir que por sus hazañas tenísticas. No vi la final y prácticamente no he visto nada de este Wimbledon, así que poco o nada puedo comentar. Por lo que parece, la primera semana la hierba estaba en todo lo suyo, y entonces fue Wimbledon como los de antes, un territorio inhóspito donde cualquiera con un saque considerable podía amargarle la vida al más pintado.
Como cuando Kevin Curren despachó a un Jimmy Connors que parecía disparado hacia su tercer título en 1983. O en 1979, cuando un emergente John McEnroe se dio de narices con uno de los hermanos Gullikson, no se si Tim o Tom, lo que recuerdo es que en la ronda anterior había vencido a uno de los dos, y luego el otro le vengó. O el mismo Björn Borg bien podía no contar hoy sus cinco consecutivos, cuando un mexicano llamado Amaya le hizo jugar cinco sets en el partido inaugural de 1978 –que sería su tercero- o, al año siguiente, el cañonero Roscoe Tanner se plantó en la final y también le obligó a jugar al límite.
Siempre fue, de los Grand Slam, el más imprevisible y por esa y otras razones el más difícil de ganar. En los últimos años no se habían dado estos sustos, pero esta primera semana sí que fue una verdadera criba. Luego, una vez el pasto se fue amansando, con las pisadas y el calor, la cosa se fue normalizando. Por el agujero que dejaron en el cuadro Nadal y Federer, se colaron dos polacos que disputaron los cuartos de final que en principio el sorteo había reservado a los otrora deseados finalistas. Pero el gigante Janowicz no era un desconocido y ahora lo es menos, una cara nueva mientras de Dimitrov no hemos vuelto a tener noticia.
Pero ahora la gloria es para Murray, que por el momento ha espantado sus fantasmas, tan presentes éstos en la imaginería escocesa. Lo que no deja de ser curioso es que lo haya conseguido justo desde que tiene por entrenador a Ivan Lendl. El de Ostrava vivió en su carrera una situación muy similar a la de Andy. Desde su primera final de un grande, Roland Garros en 1981, se tiró tres años persiguiéndolo, estrellándose en otras tres finales, hasta que por fin en 1984, de nuevo en París, remontó a McEnroe en un partido agónico. A partir de ahí ya encadenó hasta ocho en su palmarés. Pero nunca Wimbledon, donde perdió dos finales y cinco semis. Murray debutó en una final de un grande en Flusing Meadow en 2008, contra Federer, y desde entonces disputó y perdió una por año justo hasta la de Nueva York en septiembre pasado, aunque posiblemente su punto de inflexión fueron los Juegos Olímpicos en agosto. En ambos casos, Ivan ya estaba a su lado. Vidas paralelas o “confía en mí muchacho, que yo sé bien como es esto”.
El caso es que, si el año pasado los Grand Slam se los repartieron los cuatro digamos intocables, este año llevan el mismo camino, aunque para ello Federer tendría que ganar el Open USA, y desde luego no partirá como el gran favorito. Pero al que este balance deja un tanto en evidencia es a Novak Djokovic. Para ser el número uno –por ranking y según la impresión generalizada-, y con la excepción de 2011, su cosecha en grandes títulos no se está correspondiendo con su dominio. Ya digo que no lo vi ayer, pero me sorprendió que cediera en tres sets después de haber llevado un torneo impecable y de la tremenda semifinal que jugó con Del Potro. Pero el que le va a poner sus iniciales al polo va a ser Andy Murray.
P.D. El GP de Alemania de F1 nos enseñó que la vida sigue igual para Ferrari, y claro, no siempre a Vettel se le va a gripar el motor. El año pasado, a estas alturas de campeonato, Alonso llevaba unos 40 puntos de ventaja al alemán pero, después del parón de julio, el Red Bull vino con una evolución que lo hizo imparable. ¿Y quién va a ser capaz de evolucionar este año?
P.D. 2. En nuestro anterior post sobre el Tour de Francia decíamos que quedaban algunas incógnitas por despejar. Después de la etapa de ayer, queda una menos: Richie Porte será definitivamente un excelente gregario de Froome. Pero surge otra: ¿realmente es el Sky el equipo tan fuerte que se creía y que demostró ser el sábado, o sí lo es pero además de tener buenas piernas hay que correr también un poco con la cabeza?
Como dije al final Villa ha acabado en el Atleti…… espero que Simeone lo sepa recuparar….. de todas formas es lo que hay….. nos llevamos las migajas de los grandes con pasta……