En las etapas dantescas por esas montañas justicieras, los corredores se dejan minutos y hasta horas. Pero el Tour de Francia perdió siete años de golpe y además no le quedó más remedio que admitir que nunca los recuperará. Justo cuando cumple 100 ediciones, sólo reconoce 93 victorias y una laguna infame que ahí quedará por los siglos de los siglos, un recordatorio para manchar de vergüenza su historia, que además es la del Ciclismo. Mejor mirar hacia delante y no volver la vista atrás, al menos a ese “atrás”, o nos volveremos estatuas de sal.
No corren los mejores tiempos para el Tour. Además el del año pasado fue un verdadero pestiño, lo peor que le puede ocurrir a una gran carrera es que pasen los días sin que pase nada. Y mientras, la Vuelta a España de 2012 fue todo un espectáculo. Entonces se han traído a todos sus protagonistas: a Contador, a Valverde, al Purito y a Froome. No es que los hayan fichado a golpe de talonario, como los clubs grandes desvalijan de capital humano a los modestos, sino que, al fin y al cabo, lo que más desea cualquier ciclista es ganar en París, y para acá se han venido.
Lo que no han comprado los franceses es el escenario. La Vuelta decidió hace ya unos años apostar por otro estilo de carrera, de alguna manera haciéndola a imagen y semejanza de nuestra orografía y carácter: casi ni un día sin una trampa, un repechón, una calle empinada… cuando no el consiguiente puerto de rampas abruptas por una de esas carreteritas o directamente caminos impracticables hasta para las cabras. No, el Tour ha decidido que es el Tour y no se deja influir por nadie. Y así sigue en sus trece, inamovible y fiel irreductible a la fórmula académica que durante tanto tiempo le funcionó: largas las etapas llanas, enormes las de montaña. Y cada cosa en su sitio y a su tiempo. Entre otras cosas, esta receta de toda la vida suele implicar una primera semana de pura ruleta rusa, apretones, rotondas, montoneras… y raro es el año que alguno de los favoritos se ha quedado fuera o tocado de muerte a las primeras de cambio, y a veces ha ocurrido que llegadas las etapas estelares ya sólo quedaban dos, o acaso uno, en condiciones de aspirar al amarillo. Si a ello añadimos chapuzas como la que han organizado hoy en la meta de Bastia, pues ya hemos podido quedarnos sin uno de los favoritos el primer día.
Por lo demás, lo de siempre, que no es que sea malo ni mucho menos. Todo dependerá de quién salga vivo de Córcega y del ánimo y ganas de batalla con que se afronten los Pirineos, que este año llegan relativamente pronto, en la octava etapa. Aunque no se suban el Tourmalet ni el Aubisque, son dos días intensos, propicios para la gresca, especialmente si aprieta el típico calor pirenaico, que todos saben mucho más devastador que el alpino. Puertos de entidad hay, por supuesto a la manera del Tour, y destacar el de Pailhéres, un descubrimiento de las últimas ediciones con sus más de 20 km mortificadores, y que a falta de cimas más altas, este año, con sus 2001 metros, se erige en el techo de la carrera.
A continuación otro clásico, un recital de etapas llanas desde la Bretaña hasta Lyon, cruzando todo el centro de Francia. Como las ansiedades ya estarán más calmados, y sobre todo las fuerzas más maduras después de la primera pulla pirenaica, esperan días de los de enchufar la tele en los últimos 10 km para ver el sprint, con la excepción de alguna escapada más o menos consentida. Y de golpe el Mont Ventoux, ese monte misterioso que a sus recias rampas, su paisaje inhóspito y esa leyenda negra que empezó a labrarse en 1967, une ese microclima extraño en el dicen que a quien más y quien menos le cuesta respirar. Será el aperitivo para la traca final, que viene a partir de Gap.
Los Alpes son el Tour y el Tour son los Alpes, por eso su estilo e impronta permanecen invariables y tampoco este año hay grandes sorpresas. Excepto que por primera vez se bajará Alpe D’Huez para volverlo a subir por una segunda vez, sin duda esta es la etapa reina. Y por lo demás, tampoco se pasarán este año el Galibier o el Izoard, pero nunca faltan puertacos por aquellas latitudes: el Glandon por su cara más amable, La Madeleine por su lado más antipático… Como siempre, si la carrera viene al rojo vivo, al estilo de la pasada Vuelta, se verá un tremendo espectáculo, y por ejemplo hay una etapa rarita en Annecy, además la penúltima, cortita y con final en un Hors Categorie, que aparte de definitiva puede ser un recital. Si no, si el líder llega bien desahogado y el pelotón panza arriba, al menos disfrutemos de los extraordinarios paisajes que nos muestren, que eso sí que la televisión francesa lo hace impagablemente bien.
No me olvido de las contrarreloj. De aquellos años en los que copaban todo el protagonismo pasaron a ser una anécdota. En cambio el año pasado, encima de que corría Wiggins y poco más, se les fue la mano. Esta vez han sido moderados, dos de poco más de 30 km, aparte de la crono por equipos en Niza, que no deberían suponer gran obstáculo para los escaladores, aparte de que una de las dos, la que precede a las jornadas alpinas, es bien onduladita. Sí se echan de menos esas etapas del Norte, que tan a menudo se han convertido en terroríficas escabechinas y azote de aspiraciones, claro que a lo mejor con estos primeros días de baile corso ya tenemos más que bastante. Y en fin, la llegada a París será en etapa nocturna para que admiremos los Campos Elíseos bien iluminados, esa es otra de las novedades. Ya ven, en esto es en lo que el Tour de Francia ha sido capaz de innovar.
Sí, el Tour busca su tiempo perdido, y hoy no ha empezado precisamente bien. Pero por todo lo que le debemos los buenos aficionados, de tantos años que nos animó el mes de julio, confiamos en que vuelva a hacernos vibrar. No porque sus cabezas pensantes hayan tomado nota, que ya hemos visto que no, pero sí porque buenos ciclistas los hay. Por eso, a pesar de todo y a pesar de algunos que procuremos no nombrar más, ¡Viva el Tour!
P.D. Y os recuerdo que siempre podréis seguirlo, con una mirada especial y siempre original, en este estupendo blog de Ciclismo del bueno que es El Tío del Mazo.
LO del autobús pillado en la meta de ayer digno del mejor Tour…. dicen que el autobusero estaba escuchando a Amstrong decir que sin doparse es imposible ganar un tour y se quedó picuet y se le fue la pinza,,,,, vaya comienzo del centenario….. Yo estoy esperando ver alguna pájara de esas que había cuando Indurain y Perico….. que últimamente pájaras buenas solo se ven entregando flores en la meta……¿¿¿¿ Y no sería lo normal que en 21 días a los favoritos les diera algún bajoncillo???? Esos wiggins y fromes y contadores como rosas día tras día…..
Que pasó con el bus?. Ni me he enterado que ha empezado el Tour.