Vaya si existen, de hecho hay ruedas de prensa en las que la mayoría o incluso casi todas son preguntas tontas. Lo que pasa es que a veces pueden ser las más peligrosas. Unas veces porque el portavoz puede contagiarse y responder otra tontería, y esa es la que va a salir en el titular; otras porque se relaja ante el tono pueril de la conversación y termina soltando lo que no quería decir, lo que no estaba allí para decir y lo que a lo mejor se convierte en la noticia que nunca hubiera querido dar; y otras, simplemente porque pierde los papeles.
Le acaba de suceder a Miguel Bosé en Lima, (la noticia en elmundo.es) donde daba una rueda de prensa con motivo del concierto que va a dar en esa ciudad, y lo que parece que ha dado ha sido la nota. A saber si lo tenía bien preparado, porque en seguida el cachondeo de los internautas se ha concitado en torno al hashtag #PreguntasParaMiguelBosé y le han dedicado las más variopintas. A veces estas cosas tienen efecto rebote y luego sales reforzado, que hay maestros en manejar lo viral. O lo que sea, que al artista en cuestión se le supone mucha experiencia en estas situaciones.
El caso es que, debemos tenerlo claro, las preguntas no siempre van a ser las que nosotros queremos. Y si resultan no ser de lo más afortunadas, se supone que en general estamos ahí porque nos interesa estar, y qué menos que atender a todos los periodistas con respeto y sin humillarles. Si además la bobada que nos mandan nos da pie para jugar con ella y salir ingeniosos y simpáticos, punto a nuestro favor. En cambio, si la inspiración no nos da en ese momento para tal y corremos el riesgo de meter la pata, pues sorteemos el trance sin más alardes. Pero si la pregunta que nos hace el periodista es tonta o muy tonta, no hace falta que se lo digamos nosotros. Ya se da cuenta el personal, la audiencia que asiste en directo y hasta el mismo reportero, que a veces lo hacen manifiestamente a posta para ver por dónde salimos.
Por otro lado, no conozco el panorama mediático peruano ni cómo late la profesión por allí, pero cuando el personaje es muy conocido, admirado por un gran sector del público, y además abarca varios ámbitos de interés, a su rueda de prensa asisten medios y periodistas de muy distinto género. También, posiblemente, de muy diferentes calidades. A no ser que queramos establecer un filtro. En nuestra mano está hacer convocatorias restringidas, a medios más especializados, buscando quizás menos difusión pero sí enfocar mejor el contenido. Pero si lo que queremos es llenar la sala, darle al evento aroma de multitud, sabemos a lo que jugamos. Las preguntas pueden venir por todos los sitios y cubrir todos los aspectos, hasta los que tendrían poco que ver con nuestra actividad o con el mensaje que deseemos transmitir. Igual que le han preguntado por la comida típica del país, le pueden venir con qué piensa de su situación política, o qué ha leído del escritor de moda allí. Y salvo que le pillen muy a huevo o uno esté muy bien informado, no es difícil acabar metiéndose en un jardín. O en una descortesía.
Ya digo que, en este caso, a lo mejor Miguel Bosé tenía perfectamente calculada su salida y el efecto que podría producir, y en todo caso no es mi ánimo juzgar la actuación del cantante. A lo que voy es a que las preguntas tontas existen y van a existir siempre. Y como ya digo que estos ejercicios de comparecer ante los medios no tienen nada que ver con jugar al trivial (esa era nuestra Primera Regla del Portavoz) sino con hacer llegar nuestro mensaje a la audiencia, esos avatares forman parte del juego. Como mucho pueden no servirnos de nada para nuestro objetivo y mejor dejarlas pasar. Pero como le dijo DiStefano al portero de un equipo al que entrenaba, “che, las que vayan fuera no las metás, por favor”.
Y al fin y al cabo, los artistas también a veces hacen canciones tontas y encima tienen éxito y ganan dinero con ellas, eso Miguel lo sabe y otros tantos muchos también. Cosa que los periodistas, que por ahora nos conste, no.