Real Madrid de Baloncesto, este sí me lo creo

Real Madrid Baloncesto

 

 

En primer lugar pido perdón, porque los viernes no son los días que dedicamos a cuestiones deportivas. Pero esto lo tenía pendiente y ya, si no lo suelto hoy, se me pasa el arroz. Es que uno puede ser de un equipo, pero luego los proyectos que acomete ese club le pueden gustar más o menos o, dicho de otra manera, identificarse más, menos o absolutamente nada con ellos. Qué les voy a decir de mi equipo de fútbol durante estos tres últimos y durísimos años. Pero hoy toca hablar del Real Madrid de Baloncesto. En esta sección de esta casa también ha habido períodos de dispar categoría durante estos últimos años, y algunos también infames. Pero ahora tenemos este que, en los dos años que lleva, decididamente me lo creo. Independientemente de que hayan llegado a la Final Four de la Euroliga que arranca esta tarde en Londres. Y pase lo que pase hoy o el domingo en una hipotética final.

Si pretendemos resumir la historia en una idea, digamos que las gestiones de los distintos dirigentes del Real Madrid desde los años ochenta tuvieron el “mérito” global de convertir al club hegemónico del baloncesto español en el aspirante. En su segundo advenimiento a la presidencia, Florentino Pérez se propuso solucionar lo que en su primer mandato ni le importó, y encomendó la ambiciosa misión al considerado top de los entrenadores europeos, Ettore Messina. Y en los rutilantes jugadores que éste le pidiera se gastó el dinero que hiciera falta –que, por otro lado, poco tiene que ver con las cantidades que se gastan en fútbol. Pero es que a los cinco o seis que vinieron a principios de la primera temporada, en 2009, luego siguieron otros cuatro o cinco durante el curso, y al comienzo del siguiente prácticamente ninguno ya servía y venía otra tanda. Aquello parecía un desfile. Todo para seguir jugando lo mismo y ganando lo mismo, esto es, nada y nada respectivamente. El seguidor madridista se hacía cruces porque les veía y no conseguía descifrar a qué jugaban, y todo parecía indicar que lo mismo les pasaba a esos jugadores, a juzgar por las caritas con que miraban y trataban de atender las explicaciones de su entrenador en los tiempos muertos, eso sí, impecable la pose.

Hastiada de toda esa inversión improductiva y que no fue capaz ni de generar ilusión entre los aficionados, la directiva madridista decidió reducir drásticamente la inversión. Era como claudicar, pensamos muchos. Se fichó a un entrenador de los que llaman de perfil bajo y que claro, no costaba ni la mitad de la mitad que su antecesor ni venía con la misma impronta ni glamur. A lo que Pablo Laso venía era, simplemente, a trabajar. Se mantuvo prácticamente el mismo plantel, algún fichaje no demasiado espectacular. Pero desde los primeros partidos ese equipo empezó a ser reconocible, a tener un estilo propio y, sobre todo, a gustar. Defender, robar, correr, tirar. Sergio Rodríguez empezó a parecer un base, luego un buen base y después un sensacional base; Sergio Llul ya fue más a menudo eléctrico que confuso; Carrol era la ametralladora pero tenía repuestos, Mirotic crecía, el banquillo se alargó. Y Felipe Reyes… a Felipe le bastó estar como siempre, sólo que ahora jugaba.

Además transmitía energía, desde el banquillo hasta la pintura. Y las instrucciones en los tiempos muertos las entendía hasta yo: “Chacho recibe arriba, Chimpa tú por abajo”. No tenía ese Madrid aún suficiente para ponerse a la altura del poderoso Barça de Xavi Pascual de estos años, aún así le ganó la Copa y estuvo a punto de sorprenderle en el play off final de Liga. Este año, con el refuerzo de Rudy Fernández y el intento –de momento no muy conseguido, hay que decirlo- de reforzarse bajo los aros, se trataba de dar el salto de calidad para aspirar a lo máximo. Y ahí está: a pesar de fallar en la Copa, líder ya definitivo de la liga regular y metido en la final four. Y muy importante: ha vuelto a jugar en el Palacio de los Deportes, y lo llena casi siempre. Ahora es cuando llega el momento de refrendar todas las buenas sensaciones en éxitos. Pero las primeras ya no nos las quita nadie.

Hay que decir que la Euroliga de hoy, la Copa de Europa de siempre, tal como está concebida, es más larga que un día no, que un año sin pan. Ha habido que jugar 10 partidos en la primera fase, luego 14 en la segunda, después un play off al mejor de cinco. Esto es, cada uno de los cuatro que entran en liza hoy llevan acumulados cada uno entre 27 y 29 partidos durante toda la competición. Para hacernos una idea, el campeón y el finalista de la Champions League de fútbol juegan 13 en total. Y después de toda esa ristra de liguillas, fases y contrafases, llegas aquí y te lo juegas todo a dos cartas. O a una, si te sale mal la primera. Y para los de Pablo Laso será esta noche, nada menos que ante el FC Barcelona. Y al que gane de ambos le esperan ni más ni menos que el CSKA de Moscú –del inefable Ettore- o el Olimpiakos, para más señas, los dos finalistas de la edición anterior.

El Real Madrid de Baloncesto ganó su octava y última Copa de Europa en 1995 en Zaragoza. Desde entonces sólo dos veces ha vuelto a esta cita a cuatro, para en ambas quedarse en la semifinal, la última hace dos años, vapuleado por el Maccabi. Es verdaderamente muy difícil, y lo es para los cuatro, porque a un solo partido la cosa puede salir por cualquier sitio. En fin, que puede ganar todo, se puede no ganar nada, pero por lo menos le aprecio y le agradezco el estilo. A este Madrid sí me lo creo.

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