El Rey de Holanda

RembrandtMata HariJohan CruyffVincent Van Gogh

Rembrandt acertó a ver en la oscuridad, Van Gogh disimuló la suya con nuevos colores, Spinoza la razonó. La luz se hace en Holanda cada 30 de abril. Se supone que era el cumpleaños de la Reina Juliana, y aún cuando abdicó se mantuvo como fecha de la Fiesta Nacional. Pero además es cuando oficialmente empieza la primavera para esta gente, cuando el gris lluvia se transforma en campos de flores y el país recupera su esencia orange.

Cierto que Erasmo puso la clarividencia, Ana Frank la dignidad, Mata Hari la frivolidad sin la que tampoco se debe vivir demasiado tiempo. Las llaves de Breda se entregaron sólo una vez, el dedo que salvó el dique y el molino gobernante de los campos representan el poder de la física frente al físico.

Ya en la rabiosa modernidad, Cruyff les ayudó creérselo, Michels entendió el juego como una realidad total, Zoetemelk fue la perseverancia y Van Hoegeband y de Bruijn reivindicaron el agua como elemento muy suyo. La llanura en depresión se hace montaña por estos días, y los holandeses, gente de vocación ingeniera y eminentemente práctica, ya se las arreglan para sacarle partido a cada rayo de sol. Y que dure, si dos por uno mejor. Luego, con unas pastillas de menta, un arenque crudo entre pan y una paleta de cortar queso se puede ser más que feliz. Si además te da para una cerveza, unas bitterballen y una jonge jenever, ya tienes un pequeño lujo asegurado.

En Amsterdam eres de allí al segundo día, ya verás como te paran y te preguntan dónde está tal calle o cómo se va a tal teatro. Y como todavía no sabes dutch, se lo dices en inglés y tan tranquilos. No cabe la prisa en el caos ni agobiarse, siempre llegas, otra cosa es que se te vaya el santo al cielo tomando un café en el bar de Centraal Station. Saliendo de la capital las bicis son más nuevas y relucientes, todo en general parece más ordenado y bien or-ga-ni-za-do. Allí los políticos son inteligentes o menos, el repertorio de calificativos se reduce a eso, no da para más.

Hoy los holandeses celebran un nuevo monarca oficial. Pero ellos también saben que sus gobernantes se llaman Shell, Amro-Bank, Philips, Heineken, ING… eso como en todos los sitios. Y que sus verdaderos reyes son los que durante siglos han ido pintando, pensando, pedaleando su identidad. Los que les permiten ser un pueblo perfectamente reconocible. Y que por cierto, merece tanto la pena conocer.

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