La Realidad manifiestamente hinchada

Protestas-funcionarios-Madrid_ESTIMA20120716_0016_8Montoro, foto Efe

Seguimos a vueltas con esto de la Realidad Aumentada, y no hay manera de que nos salga un artículo estrictamente tecnológico. Es que asistes al espectáculo noticiero y ya me dirán qué inspiración encuentra uno para escribir sobre aplicaciones y nuevos desarrollos que mejoren el disfrute, el conocimiento y la experiencia de las personas. Se entiende por AR (del inglés Augmented Reality) la superposición de contenidos digitales sobre lo que vemos físicamente, a fin de enriquecer la realidad que tenemos delante con información oportuna y a la medida de lo que necesitamos en ese momento. El ejemplo más típico y simple es si estás delante, pongamos, de la Puerta de Alcalá y sobreimpresionados te aparecen el año de construcción, el arquitecto, cosas de la época, o cuántas manifestaciones han empezado allí. ¿Cómo? Con con la cámara del móvil apuntando hacia el monumento en cuestión, una vez descargada la aplicación al efecto.

Uno de los proyectos que se vislumbran bajo esta tecnología es el de las gafas de Google. Sí, algo así como Terminator, esos mismos datos se nos aparecerán espontáneamente cada vez que divisemos algo. ¿El teléfono de esa rubia que se nos acaba de cruzar? Pudiera ser, pero se supone que ella habría dado previamente su consentimiento. A muchos no nos hace falta ese artilugio para, según vemos en primer plano al presidente Rajoy o al ínclito Montoro –vaya papelón, macho, acordarnos de lo que afirmaban y proclamaban no hace ni ocho meses. Pero a no pocos que yo me sé les vendrían como anillo esas gafas de manera que, según les vieran comparecer en cualquier foro con toda su carota, superpuestas les aparecieran frases completas de su penúltima trayectoria política. Y comparásemos. Sí, a Rubalcaba también, ¿qué se creen?. Y cierto, con todos esos que ahora dicen que no les interesa la política. Y había que escucharles todos estos años…

Dijo Ortega que al que no le preocupa lo más mínimo la política es un insensato, pero quien todo lo convierte en política es un imbécil. Pero añado yo que ahora hay mucho interesado en que parezcamos imbéciles. A ver, de política últimamente hablamos bien poco, la verdad. Aquello fue en tiempos, cuando nos encontrábamos en el bar y nos cachondeábamos de la tontería que acababan de decir los del Partido Zalamero Español, y a otros les tocaba aguantar el recochineo por la metedura de pata de los del Frente Jurásico de Modernización. “Vaya discursito impresentable que nos largó ayer tu jefe, ¿eh?”“uf no me hables, estuvo pesadísimo. Pues anda que el tuyo…”“Es que el mío ya sabes que está ya más pa allá que…” Esta conversación la mantenían, según me contó un testigo presencial, Mariano Rajoy y Abel Caballero –ex ministro del PSOE– cuando coincidieron en un avión a Galicia al día siguiente de un debate de investidura. Y los “jefes” a los que se referían eran, claro, Aznar y Felipe González.

Los países iban como si tal cosa, como Bélgica cuando estuvo año y medio sin Gobierno. Pero  aquí esto se terminó el 14 de marzo de 2004, cuando unos decidieron romper la baraja al no aceptar la más esencial de las reglas democráticas, que no es otra que reconocer la victoria del adversario, por inesperada que para ellos fuera. A partir de ahí, en ese país ya se habló de confrontación, enrojecieron los ojos y emergió la peor de las babas, azuzada por todos aquellos que seguramente llevaban casi 30 años pelín incómodos con toda esa convivencia.

Desde 2008, ya hablamos básicamente de confrontación y supervivencia. Hemos ido aumentando la realidad hasta hincharla. Y que cada uno se mire lo que se le hincha. A mí las glándulas sudoríparas cuando mencionan la recién anunciada amnistía fiscal y recuerdo mis años de trajines, disgustos y tensiones con Hacienda, hasta que conseguí reponer todo mi honor pagando hasta la última peseta incluidas multas e intereses. A otros la epiglotis cuando han sabido que estas navidades no van a tener ni para el turrón. Y a otros, bien desahogados, el hígado de sus ideas cuando ven por la tele todo ese escándalo de manifestaciones y toda esa gente indignada, engañada, robada, escatimada… porque piensan que todos esos son unos sinvergüenzas, los culpables de todo, y deberían quedarse en su casa. Quien la tenga, claro, que a este paso… En efecto, lo que hoy tenemos es realidad deformada, manifiestamente hinchada. No se rompía un país, directamente lo han saqueado. Pero ahora los saqueadores además quieren ser las víctimas. Y encima están los que les dan la razón, faltaría más. Les pongan esas gafas, por favor.

1 Comment

  1. Más que gafas, a los que le siguen dando la razón (su periódico) les diría que dejen de autocensurarse ellos mismos y lean y escuchen más cosas. En una palabra, que se enteren coño de verdad que es lo que está pasando.
    Pero es algo casi imposible, son fascistas y no atienden a razones, solo a la suya y punto.

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