Mi cuartel general en…

Una cosa particular que tienen los viajes. Supongo que a todo el mundo le pasa. A mí, desde luego. Adonde vaya, siempre termino encontrando un sitio recurrente, un punto de partida o de llegada, un alto en el camino o una referencia. En mi caso, lo normal es que sea un bar. Para otros podrá ser un parque, una plaza, una iglesia, un banco de sentarse… Para mí es un bar, cafetería, pub… lo cual seguramente me define. Y se convierte en mi cuartel general.

Puede ser donde desayunas todos los días, donde te tomas la última, ambas cosas… También donde haces una parada técnica entre visita y excursión o donde te sientas a planificar los próximos itinerarios, digamos el centro de operaciones. También donde quedas con compañeros de viaje tras haber tomado caminos distintos o simplemente a la salida del hotel. Pero puede que no sea para estancias breves o de trámite, sino que pases tus buenos ratos allí, simplemente porque te sientes a gusto. Cuantos más días estés en esa ciudad, más lo irás convirtiendo en un imprescindible de cada jornada. Y siempre te acordarás de él.

Para inaugurar esta serie sobre mis cuarteles generales, vengo con este que conocí hace ya 25 años. Y, por lo que veo, sigue ahí. No puedo dar muchas pistas, porque cualquiera puede ser muy delatora. Diré que lo conocí de casualidad. Estaba relativamente cerca de mi hotel, no al lado. Pudo influir el estado de ánimo cuando lo encontré, la impresión por la aventura en la que andaba, pero lo cierto es que desde que entré, oí la música y me entró la primera cerveza -de fabricación propia-, supe que ese era mi sitio. Efectivamente, volví varias veces más. No falté un día, cierto que aquella estancia fue corta, pero si hubiera sido de un mes, estoy seguro de que esos tantos días habría parado por allí.

Muy céntrico, tanto, que sólo el nombre del establecimiento -claro, por ahora voy a obviarlo- ya lo dice todo. Tiene dos plantas, pero es la de entrada en la que siempre me quedé, no necesitaba más. Si tomaba dos o tres cervezas -que era lo que solía pasar- veía entrar y salir gente, clientes que tomaban algo rápido y se iban, a mí es que me encanta pararme un rato a contemplar el vértigo de los demás. Claro, cuando yo no lo tengo. Y en esa ciudad hay mucho. Podías comer, desayunar, tomarte una copa… Por cierto, ahora recuerdo que fue allí donde probé por primera vez algo que hoy conocemos muy bien… pero por entonces no tenía ni idea de lo que era.

Cierto es también que estos cuarteles generales suelen cumplir su función en lo que dura ese viaje. Si sucede que vuelves, a lo mejor no le encuentras el mismo encanto. O simplemente, lo sustituyes por otro, posiblemente porque el hotel lo tienes en otro punto de la ciudad. También puede valer aquello de que segundas partes no son buenas. A este volví dos años después, y ya no me gustó tanto o no me lo pasé igual. Y una tercera vez, no estaba, porque el edificio que alberga el local se encontraba en obras. Y ya no he vuelto a esa ciudad. Que, por cierto, pronto dejaría de ser, y ya nunca será, como la vi la última vez.

No tuve entonces el detalle de hacerle foto al bar en cuestión, y mira que saqué fotos en aquel primer viaje. La que ilustra la entrada la he tomado de Internet. Parece que alguna remodelación ha tenido en estos años, pero esa barra la sigo reconociendo. Fue mi cuartel general en…

P.D. Acertar la ciudad va a ser demasiado fácil, por eso lo pondré algo más dificilillo. Pero, como digo, si se acierta el nombre exacto del bar, no hará falta decir nada más.

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