Periodismo, eso es

De Victoria Prego sí puede decirse que fue una periodista con todas sus sílabas y letras. Uno podrá discrepar de algunas de las posiciones que tomó en los últimos tiempos, o cuestionar algunos aspectos de su etapa como presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid. Pero si tomamos toda su extensa trayectoria, estamos ante una profesional que cumplió escrupulosamente las reglas de oficio, sin alardes ni espectáculos, sin egolatrías. Mantuvo el rigor, la distancia y la precisión para contar los hechos como fueron, como los vio o como los entendió para que el público los entendiera. Eso es el periodismo, ni más ni menos.

Toda la profesión, creo, ha sabido justamente reconocérselo. Pero algunos de otros gremios que han salido ahora a ensalzarla, quizás no dirían lo mismo de ella si hoy siguiera desarrollando aquella labor informativa en RTVE que fue la que la dio a conocer y la consolidó como quien es en la profesión. Entre otras cosas, fue la entrevistadora oficial de los presidentes del Gobierno en la televisión pública, y bien criticadas fueron algunas de las que hizo, por ejemplo, a Felipe González. Ya no se acuerdan.

Una desaparición de una figura brillante nunca puede ser oportuna, pero es verdad que la de Victoria Prego ha llegado en medio de un intenso debate sobre el periodismo y sus prácticas, y fundamentalmente, sobre lo que no es periodismo. Por eso la han usado algunos para querer ponerla como ejemplo, justamente, de lo que no ha sido. Por descontado, en este debate se usa mucha demagogia y, por lo general, se denota un amplio desconocimiento de lo que es esta profesión y este negocio. Ciertamente, un político, un juez o un empresario difícilmente pueden venir a explicarle a la gente lo que es un periodista y lo que debe hacer y no hacer.

Y ciertamente también, la gente no tiene por qué recibir ahora un curso acelerado de lo que es esto. Basta con que lo vea, escuche y lea hacer bien. Y quien lo puede hacer no son sino los periodistas. Ellos, nosotros, debemos predicar con el ejemplo. Facilitar que el público lo note cuando alguien no está haciendo periodismo sino otra cosa. Y evitarle la tentación de irse con él.

Periodismo no es más que ver algo para contarlo e intentar entenderlo para explicarlo. Tanto si es un nuevo superordenador cuántico como si se trata de una pelea de gallos o un golpe de estado en Namibia. Y por supuesto, dar espacio a todas las opiniones que puedan ser relevantes en relación con los hechos que se están contando. Información, interpretación y opinión. Esos son los tres géneros periodísticos, no hay más. Pero deben ir siempre bien identificados y claramente presentados para que la gente sepa a qué atenerse.

El problema es que hoy es muy difícil encontrar esos tres géneros disociados. Más bien tienden a aparecer fusionados. Se opina al informar, desde el mismo titular de la noticia; se interpreta a partir de visiones sesgadas, poniendo énfasis en determinados aspectos y obviando intencionadamente otros; y la opinión es libre siempre, pero si se despliega y propaga a partir de informaciones e interpretaciones erróneas o no veraces, ya no es opinión, sino más error y más mentira.

¿Es eso culpa del periodista? En general, no. Ellos sí se saben el manual de la profesión, aparte de que algunos puedan haberlo olvidado o se les haya nublado la perspectiva. Son más bien las empresas editoras de medioslas que pervierten la esencia. Porque quieren ser negocios rentables, como es lícito. Pero piensan que a esa rentabilidad se llega mejor hoy a través del espectáculo, la polémica, la confrontación y, sobre todo, la fidelidad a unos intereses, políticos o económicos. Sí, muchas de estas empresas son y han sido dirigidas por periodistas, incluso que fueron buenísimos. Pero eso no garantiza luego ser un buen directivo.

Es en ese río revuelto de información, espectáculo e intereses, que en las redes encuentra además una inmensa marisma para desparramarse, se desenvuelven con soltura lo que ahora llaman pseudomedios. Y que no son ni eso. Y es un fenómeno mundial, no sólo español. Hablamos de una constelación de webs, llamémoslos chiringuitos digitales, que no difunden noticias, ni siquiera falsas, sino mentiras. Los hay de derechas y de izquierdas, lo que pasa es que en España los de derechas están mejor financiados y por ello tienen más capacidad de generar mentiras y el altavoz más potente para que lleguen a más gente.

¿Y quién financia estos engendros? No es una cuestión muy transparente, entre otras cosas, porque no interesa que se sepa quién está detrás. De hecho, estas plataformas de desinformación tratan de aparecer como independientes, aunque se vea perfectamente que no lo son. Habrá colectivos y grupos de interés, puede que particulares adinerados y muy empeñados en generar determinados estados de opinión, puede que políticos o expolíticos a título individual, quizás partidos u organizaciones discretamente y hasta instituciones, se dice que través de testaferros o entidades vinculadas (¿por ejemplo, el Canal de Isabel II o Metro de Madrid?). Naturalmente, cualquiera de estas personas o entes que anden por ahí, no titubearán al manifestar en público que están radicalmente en contra de la manipulación informativa y la difusión de falsedades, e innegociablemente a favor de la libertad de información y el periodismo de calidad. Lo están diciendo estos días.

Frente a este enjambre de mentirosos digitales, se pide apostar por los medios de información de prestigio. Es decir, los de toda la vida, en analógico y en digital, y los nuevos -generalmente sólo en internet- que sí se toman en serio el oficio y negocio de la información. Desde luego, en estos terrenos pisaremos más seguros. Pero ojo, que también hay charcos. Y barrizales. Resulta que esos agentes financiadores que medio sugeríamos también están, lógicamente, interesados en dejar su marchamo en estos medios, supuestamente serios, de mayor credibilidad y amplia difusión. Y resulta que el modelo económico de éstos es frágil, ya no tienen tan fácil asegurarse la independencia a través de la solvencia. Quienes pueden sustentarlos, lo saben. Paradójico es que algunos de estos medios digan posicionarse claramente contra las webs de ‘realidades alternativas’ -que dijera Trump– y resulta que tienen detrás al mismo financiador. ¿Qué ocurre? Que cuando se trata de enfrentar al enemigo común, se ponen juntos y se dan la mano.

Por eso, cuando nos citemos con nuestro periódico o emisora favorita -que además pueden ser varios periódicos y varias emisoras-, disfrutemos del excelente periodismo que se hace en ellos. Informémonos, entendamos la vida y, por qué no, divirtámonos. Pero también, andemos con cuidado. Porque no estamos libres de que aparezcan por esas páginas y esas ondas ciertos fantasmas que traten de confundirse con los informadores y opinadores honestos y, por lo tanto, confundirnos. No debería ser difícil desenmascararlos. Un consejo: recuerden o vean hoy en vídeos en Internet cómo lo hacía Victoria Prego y otros grandes de aquella generación. Busquen a los que hoy lo hacen igual o parecido, a su estilo, y quédense con ellos. Me atrevería, además, a dar otro consejo: cuando las opiniones no lleven firma, esto es, cuando la que hable sea la empresa, desconfíen. No siempre, pero a veces.

(Foto: Darkmoon_Art)

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