Microrrelatos a quemarropa (XVII)

Como ya viene siendo costumbre por Navidad, volvemos a casa, a esta, con nuestros microrrelatos a quemarropa. Esos que escribimos en solo 100 palabras, en muy corto tiempo y a partir de una frase dada. Desde la última entrega, hemos acumulado unos cuantos y vamos a repartirlos en dos tandas. Esta es la primera de ellas, que en total hace ya la decimoséptima desde que empezáramos en 2020. Como siempre, hay de todo y de casi todos los géneros. A veces nos salen más tiernos y otras más duros. Más luminosos y, si se quiere, más oscuros. Pero al final, son lo que a cada uno le parezcan. Aquí van y espero que os gusten:

Se vienen…

Diferentes planes de huida a París, como los que ideó tu abuelo, dices. Si no, habrá alguna vía para llegar a Moscú, insistes. Cariño, eran otros tiempos, ahora no estamos en esas tesituras. Y me miras espantado, como si pensaras que no me doy cuenta de lo que pasa. Pues sigo creyendo que no es para tanta alarma. Cierto que tenemos el barrio sitiado, se escuchan canciones de guerra y sabemos que nos buscarán puerta por puerta. Pero, querido, de casa no nos vamos a ir. Total, cuando llamen nos hacemos los muertos. Ya se aburrirán de venir cada año a pedirnos el aguinaldo.

Salvajes

Ronroneamos y lamemos nuestros pelajes cariñosamente. Luego vendrán las dentelladas. Pero este preludio amoroso nos reconforta y nos reconcilia con nuestra asumida condición. Desde que somos especies silvestres, nuestra vida social y afectiva es más básica y concreta, pero mucho más sincera. Con la última mutación hemos ganado en algunas cosas. Una de ellas es este momento sublime antes del amor. También es una ventaja que se haya reducido drásticamente nuestra dieta alimenticia. La pena, eso sí, es que nuestra fisiología sea ahora tan simple que comemos y amamos a la vez. Y que cada día tengamos que buscar comida y pareja.

Gentes por conocer

‘Con los humanos como atracción estelar’, anunciaba la película que fuimos a ver. Los documentales no nos entusiasman, y a los diez minutos ya estábamos a nuestro lío. En esto, nos sorprendió una escena en la que uno de esos hombrecitos hablaba a muchos y todos coreaban. Entonces sacaban palos con telas de colores y se ponían a cantar. Luego se metían en una especie de pájaros gigantes que volaban dejando caer luces, al llegar al suelo se incendiaban y formaban paisajes espectaculares. Todo tan bonito… y lo bien que se lo pasan. Estamos ahorrando para el viaje, muchas ganas de conocer a esa gentecilla.

Fontanerías

El temita de las bajantes estaba dando mucho juego. Me servía de excusa perfecta para entrar en su casa cuando se quedaba sola. Si no, ya sería el colector o la llave de paso. Me ofrecía vino, pastitas, y lo demás venía irremediablemente después. Ahora me anuncia que se mudan en un mes, que su marido lo tiene decidido. Una verdadera pena. ¿Dónde van a estar mejor que aquí? Y a ver quién va a cuidar de ellos. Porque conserjes hay en todas las casas, pero adonde se vayan a vivir, siempre tendrán algún asuntillo de fontanería que arreglar.

Tensiones

Nada más cerrar el libro, se le disparó la tensión: 170-110. Decididamente, le agobiaban esa clase de narrativas. Puso algo de música para relajarse y se la tomó otra vez: 180-120. No podía ser. Ese personaje y esa trama siniestra le estaban alterando demasiado. Se asomó a la ventana para respirar un poco. Debió subirle a 200 cuando lo reconoció por la calle. Se supo atrapado. Llamaron a la puerta y sintió hervirle la cabeza. Sin escapatoria posible, aceptó sin condiciones reingresar en sus páginas y reencarnar el papel. El autor prosiguió inexorable su obra y ya todo recuperó su pulso normal.

Okupados

Hemos vivido en este edificio por miles de años, muchísimo antes de que levantaran esta mole. Y ya hemos tolerado demasiado. Al principio nos hacía gracia lo de la pradera verde y esas personitas correteando. Pero ya se ha vuelto insoportable, nos vienen manadas desbocadas y arrasan con todo. Es un escándalo y una okupación salvaje. Ahora, hasta nos quieren privar de ver el cielo. Pues esto se terminó. Reunidos en consejo, hemos decidido levantarnos y tomarlo al asalto. Cuando se abra ese cemento y nos vean salir, toda esa gentuza se enterará de quién manda aquí. Atacaremos un miércoles, que es día de Champions y vendrán muchos más.

Justicia poética

Mientras le vendaba los ojos, el verdugo, muy delicado y atento, le dedicaba versos sueltos: “me gusta cuando callas…”, recitaba meloso, luego decía “hay que soñar con las manos…” y se las ataba con mimo. “… que el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas”, en tanto le acomodaba la cabeza sobre el tocón.  Y ya, levantando el hacha: “el genio se descubre en la fortuna adversa”. Entonces, el condenado acertó a mascullar: “aun en el día más borrascoso, las horas y el tiempo pasan”. Fue cuando el ejecutante cambió de conversación: “tarde llegamos, ¿hay posada?” Y se fueron juntos a cenar.

El belén de Belén

Tan solo obtuvo silencio y malas caras. Al bueno del pastor nunca le reconocían sus buenas ideas. Habían robado el árbol de Navidad de la Puerta del Sol, y la solución que propuso fue sustituirlo por una torre de cristal y luces. Como siempre, ganó la de Baltasar, algo tan poco original como una palmera, a lo que don José dio aprobación y María asintió. Encima, le tocaba a él la instalación, tarea que iba a acometer de muy mala gana. A decir verdad, detestaba este absurdo ritual de montar miniaturas, iluminarlas y llenarlas de figuritas tontas. Que cada año eran más. Las barrería de un manotazo…

Y si os han gustado, podéis encontrar todos los microrrelatos a quemarropa AQUÍ

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