Al oeste del oeste, Aquisgrán

Sí, aquí están las banderas frente al ayuntamiento. Porque aquí están sentadas, seguramente, las bases de la incipiente Europa. Y aquí están las huellas, la impronta y los restos de uno de sus primeros artífices, Carlomagno. Naturalmente, no podía ser otra: Aquisgrán.

Que en alemán se dice Aachen, eso debemos tenerlo en cuenta cuando la busquemos por carretera o en las listas de salida de los trenes. Como anunciábamos, es la ciudad más al oeste de Alemania, tanto que las fronteras de Bélgica y de los Países Bajos están, como quien dice, a una caminata. Si tenemos en cuenta que hubo una Alemania Occidental y otra Oriental, entonces estaríamos al oeste del oeste. Ya no es el caso afortunadamente, pero déjennos la evocación.

Sea su situación estratégica o sean las conquistas y la influencia de Carlomagno y su espada, Aquisgrán ha sido históricamente uno de los puntos neurálgicos del Viejo Continente. Entre otras derivas y pertenencias, ha sido celta, romana, franca, austriaca, francesa, prusiana y hoy alemana. Aquí se firmaron los tratados de paz entre España y Francia en 1668 y el que puso fin a la paneuropea guerra de sucesión austriaca en 1748. Durante los tiempos del Sacro Imperio Romano (luego llamado Imperio Austriaco o simplemente Austria), aquí coronaban a sus emperadores. Uno de ellos fue Carlos V, a su vez Rey Carlos I de España y posiblemente el jefe de Estado que más poder ha acumulado en la historia si entendemos el mundo como era entonces.

Por cierto, un insigne de los que acudió para uno de aquellos congresos de paz, según parece, era tan aficionado a jugar a las cartas que no le daba tiempo a comer (ni a muchas otras cosas, imaginamos), por lo que sus criados idearon un alimento rápido que le interrumpiera lo mínimo sus partidas. A ese fast food de la época lo llamaron como al susodicho, que no era otro que el Conde de Sándwich. No está confirmado ni contrastado, pero ahí lo dejamos.

Hoy, esta ciudad ha puesto más foco en la tecnología y la investigación, aparte, claro, de su atractivo histórico y turístico. Pero como no quiere perder su sitio en la Europa política, desde 1950 otorga anualmente el Premio Carlomagno -no podía llamarse de otra manera- a una destacada personalidad del orden europeo y alguna vez mundial. Tres españoles lo han recogido en su ayuntamiento: el Rey Juan Carlos I, Felipe González y Javier Solana (perdón, el otro día por error enterré a uno, y ya ven que los tres siguen vivos, otra cosa es cómo funcionen sus cabezas). Para hacerse una idea del nivel del galardón, algunos que lo han recibido en los últimos años son el secretario general de la ONU, António Guterres, el Papa Francisco, Emanuel Macron y este año, oh sorpresa, Vlodímir Zelenski y el pueblo ucraniano.

Sin embargo, no se crean que todo han sido altos vuelos y señorío en esta ciudad. Durante los siglos XVII y XVIII fue un importante centro de ocio (por llamarlo de alguna manera) y un gran foco de sífilis (a saber por qué, ¿verdad?). De esos tiempos debe datar el personaje que abrió esta historia: el bahkauv, esa mezcla de becerro, león y lagarto que la leyenda creó por allí y dicen que por las noches acosaba a los borrachos. Tan suyo lo hicieron que le levantaron la estatua y da nombre a la plaza donde está, como muy bien ha recogido una concursante.

Dije que no es una ciudad grande, y sin embargo los datos dicen que tiene 240.00 habitantes. Pero lo que realmente vamos a visitar de ella es su centro histórico y posiblemente sus balnearios, aparte de sus muy alemanes mercadillos y cervecerías. En nuestro caso, con medio día tuvimos bastante. Y le dio buen contenido a aquel viaje que, de no ser por esta excursión y otras, se nos hubiera hecho algo monótono. Y esta es. Al oeste del oeste, aquí está Aquisgrán.

P.D. ¿Qué premiamos, la velocidad, el conocimiento o la precisión? La velocidad la tuvo Jacinto, que acertó a la primera y sin dudar. El conocimiento fue de Olga, que viviendo a apenas dos horitas, algo sabrá del asunto… Y ya la precisión fue Eva, que clavó hasta el nombre de la plaza. Esta vez vamos a ser muy demócratas. Lo normal sería darle ganador a Jacinto por llegar el primero, pero estoy seguro de que no le va a importar compartir los honores con sus dos compañeras de podio. Entre otras cosas, porque el premio va a ser una caja de galletas Printen, típicas y exclusivas de allí. Y para uno solo va a ser demasiado. Entre los tres, o mejor dicho, entre los cuatro podremos con ellas.

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