La comunicación pegadiza

Ya lo decía Sabina en ‘A mis cuarenta y diez’: “para ser comercial, a esta canción le falta un buen estribillo”. Sí, un buen estribillo suele ser lo que hace que una canción resulte pegadiza y la gente se la aprenda. De estas las han hecho prácticamente todos, hasta Bob Dylan. Pero las que más nos vienen a la memoria son las llamadas toda la vida canciones del verano. Era condición imprescindible que su estribillo sonara mucho hasta quedársenos metido en el hipocampo y lo repitiéramos continuamente y casi sin darnos cuenta.

Pero resulta que esa técnica ha trascendido el mundo la música y ha conquistado otros ámbitos, fundamentalmente el de la comunicación. Con lo que se ha convertido en táctica. Producto seguramente de la velocidad a la que hoy se necesita comunicar, la inmediatez que se le exige a los contenidos, la reducción drástica de los espacios en los que se comunica, fundamentalmente las pantallas, y esa falaz convención implícita de que todo mensaje, diga lo que diga y de lo que vaya, debe caber en un tweet. En todos los campos de la comunicación se impone esta tendencia, pero es notoriamente manifiesta en la comunicación política. Y no nos referimos, no es lo mismo, a un eslogan o un claim de los de toda la vida. Se trata de concentrar un relato, por lo general tendencioso, en una frase redondita, cargada de significado y fácilmente recordable y repetible. Esto es, en un estribillo.

‘Bailemos el Bimbó’, ‘Eva María se fue buscando el sol en la playa’, ‘que te vote Txapote’.

La comunicación pegadiza aparece e impregna prácticamente todas las declaraciones políticas. Podrá parecer algo muy reciente, pero tal vez no lo es tanto. Hace ahora exactamente siete años de aquel ‘No es no’ esgrimido por Pedro Sánchez para negarle la investidura a Rajoy. Después, con el tiempo y la conveniencia, cambió a ‘Sí es sí’ cuando se trataba de la suya propia, y finalmente evolucionó a ‘Sólo sí es sí’ para dar nombre a la ley que todos conocemos. Este es el juego que puede llegar a dar un buen estribillo. Algunos tienen ya 20 años y los fans de sus autores los siguen repitiendo como si fueran canciones de Georgie Dann.

‘Un rayo de sol’, ‘me sube la bilirrubina’, ‘se rompe España’.

La intención es muy clara. Explicar las cosas, ofrecer matices, detallar una propuesta o un posicionamiento, puede ser complicado y aburrir a la gente. También es verdad que la mayoría de los políticos parten del supuesto de quienes los oímos somos mucho más tontos que ellos. Por lo tanto, no les vamos a entender si exponen sus posturas con argumentos claros y bien armados. Piensan que la gente no está para sinfonías ni para composiciones sesudas. Hay que darles canciones del verano. Y suenan de enero a diciembre, en año electoral o no, se declare una guerra o una pandemia. Nunca hay que perder la oportunidad. Y por supuesto, con los potentes amplificadores bien preparados para tengan el eco debido.

‘Para hacer el amor hay que venir al sur’, ‘las chicas son guerreras, ‘presidente okupa’.

Curiosamente, antes sucedía justo lo contrario. Los políticos se parapetaban en discursos altamente farragosos, plagados de términos jurídicos, tecnicismos, referencias eruditas… Precisamente para que nos sintiéramos imbéciles y asumiéramos que nunca podríamos estar a su altura. Hoy hacen lo contrario, pretendiendo hacer ver que hablan el lenguaje del pueblo. Pero no son capaces de entender que lo verdaderamente inteligente es saber explicar lo complejo de manera que todo el mundo lo entienda y se pueda hacer una idea. Ah, es que eso es muy difícil, y quizás especialmente para ellos. Además, vete a saber qué idea se hace la gente, no vayan a salir por dónde no conviene. Es más fácil soltar una sandez revestida de genialidad, y ya habrá quien se la compre.

‘Tengo un tractor amarillo’, ‘mami, que será lo que tiene el negro’, ‘el cielo no se toma por consenso: se toma por asalto’.

Los partidos políticos, apoyados en sus estrategas de comunicación, trabajan profusamente en la búsqueda de estos ‘hits’ apropiados para cada situación. Ya se trate de una investidura, de la previsible aprobación de una ley controvertida, de un acontecimiento que ha ocasionado una tormenta política. En una simple frase, hay que construir el relato que reafirme su propuesta o que desmonte al adversario. Poco importa si es impreciso, medio verdadero o directamente falso. Pero la frase tiene que sonar, sí, ser pegadiza, de manera que los fans se la aprendan y les resulte fácil repetirla en cualquier debate con la familia, los compañeros de trabajo o en el bar. Si sale bien y se acierta, puede ser imbatible como el chuletón.

‘Ven a la escuela de calor’, ‘Que suene ya la banda’, ‘Comunismo o libertad’.

A veces, los estribillos no los han inventado políticos, pero han terminado haciéndolos suyos. El ‘se acabó’ fue pronunciado por Alexia Putellas en aquel mensaje que expresaba su exigencia de cambios en la Federación empezando por su presidente, como pudo haber dicho ‘hasta aquí’ o ‘conmigo no cuenten’. Luego lo reprodujeron todas sus compañeras, se convirtió en hastag, se relacionó además con la canción de María Jiménez -que casualmente moriría unos días después- y ya salieron políticas y políticos esgrimiéndolo por doquier, incluso para situaciones que poco tenían que ver con la que motivó la reacción de la futbolista española.

‘No me mires, no me mires, déjalo ya’, ‘ese toro enamorado de la luna’, ‘fascismo o democracia’.

Como es tendencia, la táctica de la comunicación pegadiza se usa de izquierdas a derechas. Ha habido discursos de un ex líder de la oposición, léase Pablo Casado, que eran eminentemente una concatenación de tweets, a cuál más supuestamente ingenioso o demoledor. Si fracasaron no era porque careciesen de argumento, que tenían muy poquito. Era porque tanto estribillo ‘brillante’ seguido terminaba por diluir la canción y al final la audiencia no sabía con cuál quedarse. Sin desmerecer a Sánchez, y hoy en el margen izquierdo Pablo Iglesias, la maestra es, sin duda, Isabel Díaz Ayuso: coloca su ‘hit’ y lo deja ahí un tiempo para que suba como la espuma en las listas. Cuando empieza a decaer, ya tiene listo el nuevo bombazo. Núñez Feijóo intenta aprender ese estilo, pero le falla algo la entonación, que también es importante. Yolanda Díaz sí entona, pero le falta una discográfica potente.

‘Estoy tremendo’, ‘Qué fantástica esta fiesta’, ‘ETA existe y gobierna España’.

Sí, eran mucho mejores aquellas canciones y aquellos estribillos. Pero no perdamos la esperanza de que, algún día, nuestros políticos se den cuenta. Las buenas canciones pueden ser o no pegadizas, pero, ante todo, deben tener buena melodía y letra, contar cosas que nos importen y, sobre todo, ser genuinas y creíbles. Como de ellos no va a salir, ojalá un día sea la ciudadanía la que se lo exija. Y los medios de comunicación podrían, también, poner algo de su parte.

No, no siempre es verdad eso de ‘lo bueno, si breve, dos veces bueno’. A veces, aun breve, es muy malo.

Foto: gmichely

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