Noticias listas para freír

Por defecto, la gente siempre prestará más atención al que vaticine otra nevada masiva en Madrid, un gran apagón mundial o la propagación de un virus todavía más letal, que al que pronostique fenómenos más discretos o que quizás impacten, pero no alteren el cauce habitual de las cosas. Porque lo espectacular siempre le gana la partida a lo anodino. Y si además apela a las emociones, principalmente a la alarma y al miedo, es imbatible. Otra cosa es que los que tienen la misión de difundir las proyecciones de unos y otros se rindan a ese espectáculo. Y en vez de aquilatar los espacios informativos o de opinión -o dar prioridad a las fuentes más acreditadas-, abonan el terreno a los profetas de lo que se nos viene. Así, los meteorólogos han estallado contra los pastores (El País, 12 enero).

En el caso de la nevada, parecer ser que hacia el 24 de enero va a quedar despejada la duda y sabremos quién llevaba razón (aunque los científicos ya se curan por si acaso que, si pasa, “será casualidad”). En cambio, otras premoniciones no tienen fecha de caducidad, o desaparecen y reaparecen según el ambiente se torna propicio. Por ejemplo, el fin del mundo se nos anuncia cada cierto tiempo. Y todo tipo de penalidades y catástrofes encuentran siempre su explicador. Los medios de comunicación siempre andarán prestos a darles cancha. Porque enganchan más y no está la cosa como para perder la oportunidad de captar audiencia, si a eso podemos llamarle hoy los picos de clics en las gráficas. Son como croquetas listas para freír, de las que venden las franquicias, y las tienen de los sabores más insospechados. Todas se consumen muy bien.

Lo hemos visto y sufrido con la pandemia. Ha sido un caldo de cultivo impagable para los amasadores y freidores del caos. Entre otras cosas, porque entre todos los que salieron -y salen- de cualquier sitio a decirnos algo, resulta imposible distinguir quién lo hacía desde el profundo conocimiento y quién para darse un titular de gloria, quién con datos fiables y contrastados y quién por pura intuición, quién era serio y quién no, qué opiniones o prospecciones eran honestas y cuáles estaban patrocinadas -que hay no pocos motivos para pensar que las ha habido. Como lo que decía Umberto Eco sobre los idiotas en Twitter, solo que ha pasado también en los diarios, las radios y las televisiones. Y casi siempre, el que mayor cobertura recibía era el que venía a pintarnos el panorama más oscuro y desolador. O el que metía más miedo. Hemos tenido noticias muy dolorosas en este tiempo, pero también nos han despachado croquetas muy pesadas e indigestas. De ahí el empacho que todavía nos dura, el engrudo que tenemos, y no sólo en el estómago.

Pues si esto pasa con las profecías apocalípticas, qué decir de los apocalipsis políticos. Por supuesto que vende más informar de una guerra del Gobierno a los ganaderos que de un ministro que posiblemente no explicó muy bien una realidad patente para muchos, tal vez pecó de inoportuno o cometió la torpeza de decirlo en un medio extranjero -que la ropa sucia hay que lavarla en casa y no sacarla a pasear. Que un político tergiverse unas declaraciones de su rival para usar la deformación en su provecho, desgraciadamente lo tenemos normalizado a estas alturas. Pero que sean medios de comunicación, que se supone han de preservar el rigor por encima de su línea editorial, los que se sumen al juego y difundan como noticia -no ya como opinión- unas declaraciones que saben que no se pronunciaron así, no puede parecernos normal. Son croquetas también, pero estas de costra muy dura y relleno de tinta de calamar. Que, naturalmente, tienen su público.

Porque en esta cultura de la atención constante, nos gustan las noticias redonditas y con sabor intenso. Si saltan en la sartén y provocan salpullidos, mejor. Sean desastres inminentes o incompetencias supinas, vengan latrocinios manifiestos o crisis ingobernables. Todo bien crujiente. Y los que tendrían la misión de contrastar, aclarar o contextualizar las informaciones aceitosas, o no terminan de hacerlo bien o directamente dimiten de esa tarea, a menudo porque descubren o les hacen ver que les interesa dejarlo así. Después, cualquier rectificación a destiempo sonará a recalentada. Hombre, es que decir ahora que los fondos europeos van a estar sujetos a un estricto control y no se van a admitir repartos arbitrarios, la verdad, queda soso. Y si no tenemos un ex comisario despechado o un negacionista recalcitrante que nos alegren las comidas, nos caeremos dormidos sobre la mesa.

El negocio de la información está hoy como está, y por eso se nos venden muchas, demasiadas noticias listas para freír. Luego, cada uno elige su sabor, de boletus nacionalista, bacalao antiespañol, puchero a la madrileña… Puede que el jamón sea lo que nos une a todos, pero, también por eso, cada vez se nos ofrece más diluido entre el huevo y la bechamel. También las hacemos con leche, de la mala si puede ser. Y mucho gamba a la hora de comentar e interpretar la actualidad. Ah, y nada de caseras, que lleva demasiado tiempo elaborarlas. Mejor de bolsa o de las que venden ya hechas. También podemos congelarlas y servirlas cuando llegue la ocasión. Bien mirado, hasta será de agradecer que Boris Johnson nos distraiga estos días con sus “fiestas de trabajo” o que Djokovic se haya tirado una semana abriendo los telediarios. Comparadas con otras, estas son más frugales.

De esta economía del sobresalto resulta una buena parte de la sociedad cada vez más congestionada, ansiosa de alertas y sonidos adictivos como los de las máquinas tragaperras. E inapetente de pensar. Que se cree lo que sea con tal de que le convenga o lo pueda compartir con los suyos. Siempre que no le cueste más de un clic. Y que no está dispuesta a recibir más información, opinión ni análisis que lo que pueda comerse de un bocado.

Y a todo esto, dicen que hoy es el Día Internacional ¿de la noticia? No, de la croqueta.

1 Comments

  1. Defiendo a los meteorólogos y la comparación que ellos ponen me parece perfectamente válida. Las cabañuelas y esas milongas son a la meteorología lo que la astrología es a la astronomía. Y no se curan en salud, es que el clima es un sistema caótico que se puede prever con suficiente precisión tan sólo con unos días de antelación. Lo otro es tirar al aire a ver si cae algo y en Enero a veces cae nieve :). A algunos medios sólo les preocupan sus audiencias, tienen que vender y los científicos son aburridos y no dan titulares …Un saludo

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