Esto pinta bien. Las 7.25h y casi estamos todos en el punto de encuentro de la terminal, bueno, faltan dos, pero aún 15 minutos para embarcar, 10, 5, 3… primer sudor leve que sube por la rabadilla, ¿pero dónde estarán estos? Teléfono: “Hola Laurel, todo bien, los periodistas están llegando”. Podían tomar nota de Pablo Serranillo, media hora antes aquí como un clavo, con su gorrita y su mochila naranja. Pero… ay Pablito, cuando enseñes el DNI y lo que llevas es una hojita mustia, arrugadito justificante de que te lo robaron hace dos semanas en un tugurio infumable en el que se fumaba… A comisaría nos mandarán a validarlo. Teléfono: “sí, todo perfecto, estamos facturando”. Ya, pero la comisaría no abre hasta dentro de media hora, cuando el avión ya estará volando por Guadalajara… “Id embarcando chicos, que ahora vamos nosotros”… Sudor frío en toda la nuca. Teléfono otra vez: “Sí, Laurel, sin novedad, estamos embarcando”. Me maravillo de lo bien que aún uso el presente continuo.
No pregunten cómo, pero estamos todos a bordo, cinturón abrochado y tomando pista para el despegue. A ver, uno puede tener cierta capacidad de influencia en lo referente a la empresa que patrocina el viaje y ciertos aspectos logísticos, pero con la compañía aérea no tengo nada que hacer si no tienen zumo de pera o si las cervezas están calientes. Las turbulencias tampoco las hemos programado nosotros. Y si al aterrizar me vienes con que te hemos llevado las dos horas de vuelo con la ventanilla abierta y el catarro que tienes, pues vaya faena, pero sugerirte que se lo comentes al sobrecargo, a ver qué te dice… (1). Desembarcando en fila por la pasarela, salgo justo detrás de Lana Glamur, y me fijo en su andar resuelto. Aún no, pero sé que me montará el pollo. Será por el hilo musical del hotel, será por el aire acondicionado de la sala de prensa o porque justo a ella le tocará la memoria USB que iba vacía, pero me lo montará en un momento dado, sólo espero que cuando llegue el episodio me encuentre confesado y con el espíritu henchido de calma y generosidad. Vamos saliendo…
Bien, ya estamos a las puertas del gran congreso mundial de las mancomunicaciones telepáticas, todas las acreditaciones en regla… bueno, excepto que, a última hora, quien ha venido finalmente de la revista Suputing no es quien nos dio sus datos hace dos semanas. Eso lo arreglamos en un pis pas… bien, quiero decir que será de mear y no echar gota, porque esta teutona bien aleccionada, y poco receptiva a las improvisaciones, no estará muy por la labor de transigir. “Id todos para allá, que va a empezar la keynote del presidente pluscuanmundial, nosotros llegamos ahora…” Media hora más tarde ya entramos en el recinto ferial, con la acreditación del otro, chico con nombre de chica, qué le vamos a hacer… vamos corriendo hacia pabellón 27. “Que no, Dionisio Linares, que mira que no te va a dar tiempo a comprar ahora un recuerdo para los compis de la redacción”. “Que no, Dioni, que los bollitos que nos van a dar luego van a estar más ricos y más calientes que los de ese puesto, te lo juro por lo que más quieras…” (consciente de estar traicionando flagrantemente el segundo mandamiento).
La sala atestada, y claro, nos va tocar al fondo de pie, con las bolsas, la mochila, el portátil y la cruz a cuestas. Esta última la llevo yo, no es otra que la directora de Comunicación Escolástica llamando cada 15 minutos -desde su casa, he de decir-, para preguntar qué tal todo, o mejor dicho, para inquirirme si tengo ya colocada la entrevista (que ella llama one-to-one) con el flamante mariscal de Canal. Y a todo esto, ¿dónde están los demás…? ¿No se habrán equivocado de sala, no se habrán “perdido” en alguna sala VIP? Qué malpensado soy, ahí los veo, saliendo al cabo del acto, muy profesionales ellos, se han tragado enterita la intragable inspiradora charla. Eh, pero no está Curra Manduca, de Channel Party… Ah, ¿qué ha aprovechado para irse a la rueda de prensa de Chusco Sisters, que le insistieron de su agencia, que ya que estaba por aquí…? Y luego, a ponerle buena cara, “no te preocupes, mi vida, tú tienes que cumplir con tu deber de informar, y que esa empresa sea la competencia de la que te paga el viaje es en realidad una majadería lo de menos…” Saliva vamos tragando, ahogada y dolorida la garganta.
Con todo, vamos superando el primer día. Estamos en una muy cívica ciudad centroeuropea, es miércoles a las nueve de la noche… y queremos cenar. Ávida procesión ascendiendo por la calle en la que se supone que moran los restaurantes de todo gusto y variedad de comida… que dan en coincidir en que ya no queda uno abierto. Me avanzo al grupo con solícita voluntad de inspeccionar las calles aledañas -en realidad, con más angustia que hambre- y empiezo a escuchar tras mis pasos un creciente rumor que deviene en clamor de apoyo incondicional: “Enrique, queremos comer, queremos comer…”. Es entonces cuando me detengo. Les sonrío (esto es, sostengo lo que me queda de compostura). Espero a que me alcance uno de los que con más afán y dedicación me jalean. Cuando está a mi altura, le tomo del hombro afectuosamente, le empujo delicadamente aparte del grupo, mano a un lado de la boca: “mira, Chuspi, tú no eres periodista, tú eres el director de Desarrollo de Bichosof, luego aquí y en este momento eres de los míos, y los dos tenemos el marrón de encontrar un p… sitio donde esta gente pueda cenar, y si puede ser, dignamente”.
Cuando ya está pareciendo que Dios aprieta y además ahoga, entonces la oscuridad se ilumina, quiero decir, se ven unas luces encendidas: una cantina mexicana. “¿Os gustan los tacos, a que sí?” ¡Abordaje! Los asaltados tripulantes se defienden como pueden, “No, it’s closed, it’s closed…”, pero el capitán de la nave firmará in situ la rendición cuando repare en que los atacantes son 17 españoles hambrientos que le van a solucionar el día y quizás la semana. Tomamos las mesas y agarramos los menús como si no hubiera mañana. Eso sí, recomendaremos no entablar mucha conversación con los cautivos camareros, no prevemos que estén para bromitas ni para cumplidos de turistas listillos. En fin, batalla resuelta. Ahora, a esperar -o mejor suplicar- que justo en nuestro hotel y precisamente hoy, no se esté celebrando una convención de travestis, que ya me tocó una, pero aquello me lo comí yo solo y vale, hasta tuvo su gracia. Pero con toda esta tropa… resonaría en todo el sector y me lo recordarían por los días de los días, por los viajes de los viajes. Habrá suerte, por esta vez. Una cruenta pelea entre taxistas, a puño cerrado, será el mayor espectáculo que nos depare la noche.
Mientras suponemos que la gente está durmiendo, habrá que decir, dándole al flash back, que organizar este viaje de prensa tuvo sus más y sus menos, como no podía ser de otra manera. Cuando ya teníamos los 20 medios confirmados, calculadamente elegidos para asegurar una buena cobertura y además quedar bien con todos, nos vino el nuncio de PR internacional (su leitmotiv, “sorry by the pain”): “tienen que ser 15” – “Pero mire que…” y le argumentas perfectamente con profusión de datos, segmentos, panorama mediático español…” – “great, pero 15 y no hay tu tía” (adaptado del inglés). Cuando ya habíamos dado de baja a los cinco descartados -y para comunicárselo hubo que usar paños templados primero y algodón para los oídos después-, llega el obispo de Marketing: “pero serán directores, ¿verdad?”. A ver, repasando la lista, directores tenemos tres, más cuatro redactores jefes, cinco redactores de los buenos… eso le tranquilizará, pero ¡ostras, que PC Pluf nos manda a dos becarios! De nada servirá explicarle que son dos promesas que llegarán a figuras del periodismo -que, en efecto, llegaron. De nada hacerle ver que un director dará buen nivel en las comidas y en los traslados, pero al volver le soltará la carpeta a cualquiera de la redacción, posiblemente a uno de esos becarios, para que escriba sobre lo que no ha visto. Bueno, ¿y quién habla ahora con el Sheriff de Publicaciones? (qué preguntas tontas hago). “Mira, verás, no seremos nosotros quienes presionemos con quién tiene o no que venir a los eventos de prensa, pero resulta que…” no sabes qué decir, rebuscas argumentos, y por fin: “¿sabes? de tu competencia viene don Pin Pon”. Y desde el otro lado, escuchas: “Mira, ya sabes que lo más normal sería que te mandara a tomar por c…” (sí, pero antes le oíste musitar “¿don Pin Pon? No jodas…” y entonces ya intuyes que el giro radical se va a producir: “lo veré…”). “Pues muchas gracias por verlo, Mr. Church, que sepas que, como desagravio por esta incómoda situación, te llamará el Sr. obispo”. Sí, le llamará simplemente para decirle que todo el desaguisado había sido culpa mía.
Por lo demás, la lista de medios confirmados no era nada desdeñable. ¿Los técnicos? Tenemos a los principales, y eso que ha costado traer a Dealer Lol, que no les gustan los viajes… quiero decir, si no son a Malasia o a Hawai y en primera. Los de Computerchof estaban de comida de empresa, pero nos mandan a una colaboradora, Rita Pavone, que siempre da mucho juego en los tiempos muertos. De económicos no se quejarán, tenemos a Sinfonías y Expulsión. ¿Y por qué no vienen Edmundo y la de Lís…? “Mire, de verdad, es que no son medios claramente objetivo para esto, se les escapa. Mire, dude todo lo que quiera de mí, pero no acabo de ver en una portada nacional ese cojo servidor multinodal y multipropósito con horno de leña 5G incorporado que van a presentar mundialmente en la feria. Mire, no, tampoco en el Semanal”.
Y hecho este preámbulo, que considerábamos necesario, volvemos al relato, esto es, seguimos conjugando el verbo:
“Sí, si os entiendo, pero mirad, es que es una firma americana, además del Medio Oeste, y para ellos, convocar un ‘press briefing’ a las siete de la mañana es lo más normal. Ya, les dijimos que esto es Europa, pero es que los ingleses y los franceses también son Europa y no han rechistado”. Bueno, ya estamos todos apaciguados y desayunando, tampoco vino tan mal anoche que en este comunitario país los bares de copas -los visibles, al menos- cierren casi antes que los restaurantes. Y mira que llamarme ahora el de Chimpa Chimputer, que dónde estoy, que necesita verme esta misma tarde urgentemente, pues como no le mande una foto mía por whatsapp… Tanto con darle vueltas al mensaje y pulir el mensaje, pero si nunca lo vais a contar. “Mira Palmira, yo no puedo pedirle que te sirva un cortado en vaso largo con una nube de leche templada. No porque no quiera, que por ti haría lo que fuera, es que no va a haber manera de que me entienda”.
Menos mal que a mediodía tenemos el almuerzo anual con la cúpula directiva española, en un suntuoso y cómodo reservado de uno de los mejores restaurantes de la feria. Esa siempre sale bien. O bueno, a no ser que, insospechadamente, se te encajen 40 en una mesa para 25 –“¿Qué me dices, que de Vomility Magazine vienen treees?”-, porque casualmente escuches por ahí que se canceló la comida de Cohíba Limited en el restaurante de al lado, y cuentan que dijo una voz popular: “pues habrá que comer…”. Y aquí estamos todos. “Nada, faltaría más, Angelín, pasa y siéntate. Sí, mira, muy amplios no vais a estar –encima, el tío-, no te preocupes, que yo ya como en cualquier sitio por ahí… “. Bueno, si en realidad nunca me preguntó nada acerca de dónde y cómo iba a comer yo. Total, a quién le importa eso.
Y ahora, tarde libre hasta las ocho, que tenemos el vuelo de vuelta. “¿Adónde queréis ir? ¿qué queréis ver? Ah, ¿que es ya la decimocuarta vez que venís aquí?” Porque no siendo esto Nueva York, lo del helicóptero aquí va a tener poca chicha. Me contarán luego que se lo pasaron teta en aquel tugurio del extrarradio de cuyo nombre no me voy a acordar. De las xxx² cervezas de medio litro que se tomaron, yo me conformé con darle medio sorbo a la primera, después me fui a resolver unos asuntillos con la policía de aquí. “Lo siento, Chuspi, piénsate lo que quieras, pero tienes que ayudarles tú a hacer el ‘checkout’ y pagar el hotel. Si me he largado con Nieves Ildefonso es porque nada más entrar al garito le han extraído del bolso el pasaporte, el dinero y las tarjetas, y como la embajada está en otra ciudad a 200 kilómetros, vete a saber si no nos tendremos que quedar unos días más en este país”. Oye, hay que reconocer que el tío se portó. Pensara lo que pensara, o lo que siga pensando.
Y todos se han portado muy bien, la verdad. No sé por qué, de estos viajes al final volvemos siempre tan amiguitos y casi ya nos acordamos sólo de los buenos ratos, de todo lo que nos hemos reído. Lana Glamur, si en el fondo cuánto la quiero, me ha pedido dulcemente perdón por haberle llamado cretino delante de todo el mundo al VP de Altas Comunicaciones Europeas -no sólo se lo perdono, es que además me alegro. Un último ataque de pánico: oye, ¿pero vamos todos en el avión? Calla, si esta vez fui yo el que por poco no me embarco por la puerta de al lado, casualmente un vuelo a Ámsterdam, hubiera estado bien. “Sí, Laurel, todo ha ido muy bien, ya te contaré. Que no, que te contaré que estamos llegando y todo perfecto”.
Llegados a casa a las incalculables de la noche, con el sistema nervioso hecho girones y la cabeza dando vueltas, pasan todas las imágenes como un torbellino. No han sido ni dos días, y parece que haya sido un viaje interplanetario… Al final, todo habrá merecido la pena, sobre todo cuando vayan llegando las magníficas crónicas con las que estos formidables periodistas -no haría falta que lo diga, solo que no siempre se lo reconocen- recogerán todo lo contado, presentado y visto en este intenso periplo. No hemos ni conciliado el sueño, y una llamada: “ah, ¿pero que le han echado? No me lo puedo creer”. Y efectivamente, una de esas crónicas titulará: Schiffer presenta la nueva estrategia corporativa que él no dirigirá. Claro, no les gustará por aquí, ni en Las Rozas ni en Tres Cantos ni en Alpedrete, que si no se merecían un titular así, que si para eso se han gastado la pasta… Pero bueno, ¿y qué quieren que le haga yo? Y si se lo ponen a hue… ¿pues qué quieren que hagan ellos?
Pero mientras estos pensamientos circulan a gran velocidad por mi batidora mental, en realidad donde estoy ahora es en la sala de visitas de Bacon Systems (que aún no se llamaba así), esperando a que me reciba el bueno de Gonzalo de Jaén. Me pidió encarecidamente esta reunión a primera hora, y siempre intento no fallarle, aunque venga hecho unos zorros. Sinceramente, no me enteraré muy bien de todo lo que me estará contado esta sesuda señora francesa que ha venido expresamente, aunque percibo en su tono y en su motivación que es algo absolutamente estratégico, por no decir, la hos… ¿Y qué es eso de IA que tanto repite? Ah, claro, tecnología de Ignición Abdominal, qué espeso ando hoy. Pero vuelvo en mí rápidamente, es cuando Gonzalo interviene con determinación: “para esto deberíamos organizar un viaje de prensa”. Levanto la cabeza. Le miro con ojos, sí, con ojos de buey degollado. Es buena gente, no se merece que lo asesine aquí mismo. Entonces, voy ya pensando en la segunda parte de esta historia. Sabiendo que siempre podrá haber tercera, cuarta… Porque esto es presente continuo.
Viernes a la siete de la tarde, suena el teléfono: “hombre, Fred Astaire, si nos hemos visto como quien dice hace un rato”. Y la voz incrédula que responde desde el Nordeste: “¿Pero tú… qué haces todavía ahí?”. Nudo en la garganta. Y tiene razón. Pues vámonos ya, evidentemente, no hemos salvado el mundo, ni siquiera a ninguna empresa, pero lo hemos hecho lo mejor que hemos podido. Y hasta lo hemos pasado bien.
P.D. Todo esto no sucedió, claro, en un mismo viaje de prensa, sino que es una somera recolección de hechos, eventos y circunstancias que acaecieron en varios de los que me tocó organizar o a los que asistí. Cualquier referencia es relativamente imaginaria, y cualquier parecido con la realidad, pues bueno, que cada uno le saque el parecido. Pero está contado con todo el cariño para todos los que, adivínenlo o no, lo vivieron conmigo.
(1) Para no faltar al rigor periodístico, esto de la ventanilla es lo único que no sucedió exactamente en un viaje de prensa, pero a fe que pasó y nos consta, por eso nos hemos permitido incluirlo.
Y lo dicho, habrá más…