Nada sin Chuck Berry

Parece muy fácil, recurrente y gratuito decir, cuando alguien desaparece, que tal o cual cosa, arte o ciencia no hubieran existido o no hubieran sido lo mismo sin él. Pero en el caso de Chuck Berry y el rock, es absolutamente cierto y no hay quien no lo reconozca. Si no fuera por él, seguramente Keith Richards no hubiera sido el guitarrista de los Rolling Stones, a John Lennon no le hubiera gustado el rock and roll y, en fin, quién sabe si Deep Purple o AC/DC no se hubieran dedicado al tecno o a la música disco, con perdón. No me voy a poner a buscar a algún grande que alguna vez no haya versionado algún tema suyo, pero seguro que me costaría encontrarlo.

Como reza el Hall of Fame del rock, no se puede atribuir a una sola persona la invención del género, pero si hay alguien que está más cerca de haber sido el inventor es él. Claro que Bill Halley lo puso en hora, Elvis Presley le dio alma y movimiento, Little Richard electricidad… y otros monumentos que lo engrandecieron y contribuyeron a convertirlo en la música que mejor ha definido el siglo XX. Pero Chuck Berry es la guitarra, las piernas y la quintaesencia del sonido. Están sus composiciones universales, entre las que se cuenta posiblemente –Johnny B. Goode– la que representa el rock como las Pirámides a Egipto. Pero está su estilo, su riff, sus solos de guitarra, su forma de desenvolverse en el escenario. Imposible haber sido estrella del rock sin haber pasado por él, no ya por su influencia: por su magisterio.

Este breve homenaje no va a decir más que otros grandes y documentados artículos que se están publicando hoy. Tan sólo aportar mi detalle personal. Siendo niño, la primera canción que me gustó de The Beatles, antes de convertirme en el incondicional y muy pesado fan que llegué a ser, la escuché en un bar de Benidorm y se titulaba Rock and Roll Music. Después se la escuché a los Beach Boys. Pero claro, esa canción era, amigos míos, de Chuck Berry. ¿Y de quién iba a ser titulándose así? Viéndolo con perspectiva, posiblemente a él y a nadie más le corresponde el derecho de ponerle ese título a una composición.

Y termino con un enigma que no me deja de asaltar. Chuck Berry había anunciado para este año el lanzamiento de un nuevo disco, el primero que grababa desde 1979, y que ya saldrá con carácter de póstumo. ¿Él también? ¿Por qué tantas desapariciones de las grandes estrellas han coincidido con el lanzamiento de un trabajo que inopinadamente ha resultado ser el último? Cierto que, en los casos de David Bowie o Freddy Mercury, eran perfectamente conscientes. Pero no lo eran Elvis, Lennon, Roy Orbisson, quién sabe si Kurt Cobain… y tantos otros. Y no se trató de los típicos productos oportunistas que las discográficas lanzan para aprovechar el tirón comercial. En este caso, todo indica que tampoco lo es.

Sea como sea, sólo queda darle las gracias infinitas. Nada hubiera sido igual sin él. Y el mejor homenaje, claro, es escucharle… y verle. Chuck Berry, Roll Over Beethoven

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