Cuando un resultado electoral arroja un escenario de difícil gobernabilidad, lo frecuente es que los partidos se planten y decidan convocar nuevas elecciones, es decir, volver a preguntarle al pueblo a ver qué responde esta vez. Y lo habitual es que el pueblo les devuelva la pelota votando lo mismo –lo hemos visto por ejemplo en Cataluña en los sucesivos comicios que se han celebrado en estos últimos años. Más o menos, el mensaje es: “a ver si se enteran señores, que lo que les pedimos es que por favor se pongan de acuerdo de una puñetera (varíen el adjetivo a su gusto) vez”.
Por lo demás, el resultado de ayer no haya sido quizás tan impactante ni la inusitada expectación se ha visto correspondida como algunos esperaban. ¿El fin del bipartidismo? Vamos a ver, si analizamos los números, los dos grandes partidos de siempre han visto sensiblemente mermada su representación, de acuerdo, pero siguen acaparando el 50% de los votos y, amparados por la Ley electoral, ocupan 213 escaños, mucho más de la mitad. Los dos partidos emergentes, en cambio, se quedan con 109, esto es, no llegan a un tercio de la cámara. Es verdad que partiendo de cero pero ¿quién nos asegura que ese no vaya a ser su techo? Ah, ¿y qué me dicen de que 923.000 votos den para dos asientos en el hemiciclo? La impresión que da es que gran parte del aludido y solicitado voto indeciso se ha terminando decantado por lo malo conocido. Y por cierto, la participación terminó siendo elevada, pero no tan masiva como se podía prever. En definitiva, parece que al final han sido menos nueces para este tan esperado y se suponía histórico 20D.
En cualquier caso, el panorama que se abre ahora sí que es nuevo, y más que nunca obliga a las principales fuerzas políticas a entenderse. Es el momento de plasmar todo lo que se han llenado la boca unos y otros en estas semanas pidiendo pactos de Estado para esto y para lo otro. Pues que pacten, pero que no recurran a llamar a las urnas otra vez, que siempre es lo fácil. Entre unas convocatorias y otras, nos hemos pasado el 2015 de campaña, y el país no está como para seguir en 2016 igual. Eso sí, por si alguien diera en ilusionarse con el nuevo mapa político, ya están llegando los de siempre ha bajarnos a la tierra. La Bolsa abre cayendo, la prima de riesgo celebra el lunes subiendo, los mercados ya van a avisando de que les gustaba más la cosa como estaba antes. Ya se sabe, la usura no entiende de alta ni de baja política, sólo y exclusivamente de lo suyo.
En fin, esto no es más que un mero análisis al vuelo en una página cuyo argumento central no es exactamente la política, pero que no podía eludir dar su opinión un día como hoy.